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Política en la Edad Moderna

La política en el Renacimiento

Un importante cambio en las ideas políticas aconteció en el siglo XV, a raíz de la experiencia humanista del siglo XIV. El régimen feudal se en­contraba en crisis y avanzaba el de­sarrollo del comercio, lo que hizo indispensable justificar las nuevas formas de gobierno que comenza­ban a darse. Por aquel entonces sur­gieron importantes autores, que se inspiraron en la Antigüedad, la cual les proporcionó las ideas y los moti­vos de inspiración. Entre los más destacados se encuentran:

- Nicolás Maquiavelo (3 de mayo de 1469 - 21 de junio de 1527). Político, escri­tor y diplomático. Entre sus obras sobresalieron El arte de la guerra, Historia florentina, y la que le hizo famoso El Príncipe. En esta obra, Maquiavelo no se preguntaba sobre el gobierno legítimo, el poder o el Estado, sino acerca de cómo se podía gobernar y cómo instaurar un Estado estable. Para responder a su inquietud, estable­ció la imagen ideal del príncipe, de quien dependía el buen gobierno. Planteaba la necesidad de no cam­biar las instituciones y dejar a sus subalternos el cuidado de tomar medidas impopulares. Debía dedicarse a defender y extender su poder por todos los medios, incluso el crimen si era necesario: "Vale más ser temido que ser amado". Maquiavelo desa­rrolló la idea de la constitución por la fuerza.

 Nicolás Maquiavelo.
Además separó la política de la moral y la presentó como una cien­cia autónoma con una ética propia. Para Maquiavelo el fin de la política es el poder y para conse­guirlo se deben aplicar los medios apropiados, que no siempre coin­ciden con la moral cristiana. El prín­cipe debe regirse por el principio de la supervivencia, adquisición y conservación del poder, y atender exclusivamente a la conservación del Estado, porque este es la única garantía de paz y orden entre los individuos.
 
La defensa militar de­pendía exclusivamente del Estado para garantizar la convivencia pací­fica. Maquiavelo es considerado además como uno de los principa­les teóricos de los regímenes absolutistas, que son aquellos en que el gobernante asume todo el poder político y controla la dirección del Estado.
 
- Tomás Moro (7 de febrero de 1478-6 de julio de 1535). Este autor tuvo mu­cha influencia del humanismo, lo que es evidente en su obra Utopía, donde trató de concebir una socie­dad en donde se armonizaban las relaciones humanas sin diferencias sociales. Esta era la expresión del compromiso del humanista con su medio.

“Utopía” de Tomás Moro, es una denuncia de los males de su época. En su contenido se critican las costumbres, en particular se denuncia la rígida e inútil justicia que se aplica contra los delitos, la ociosidad de los nobles, los grandes costos del ejército, el encarecimiento de la vida… etc.
 
- Erasmo de Rotterdam (28 de octubre de 1466-12 de julio de 1536). Escribió Elogio a la locura, obra en la cual se distanció de la moral religiosa, pa­ra proponer una moral laica.
 
En su conjunto, estos autores legiti­maban una nueva ética política, que ya no estaba basada en la antigua base teológica. Proponían un cambio en la visión de la política, en la me­dida en que al escribir desde el hu­manismo, proponían ideas políticas secularizadas, es decir, abandonaban la posición medieval que sostenía que todo poder venía de Dios. Pro­clamaron además que la política tenía un horizonte más humano y no un origen religioso.

 Erasmo de Rotterdam.

La Reforma

El movimiento humanista del siglo XV también tuvo efectos en una de las grandes transformaciones modernas de la política. Eruditos teólogos y hu­manistas se cuestionaron verdades que la Iglesia había predicado durante siglos. En este contexto apareció la Reforma, predicada por el monje agustino Martín Lutero (10 de noviembre de 1483 - 18 de febrero de 1546), la cual se con­virtió en un movimiento separatista de la tradición cristiana católica.

Lutero afirmaba que para acabar con la corrupción de la Iglesia era nece­sario quitarle su riqueza. Esta afirma­ción generó un violento movimiento de señores feudales y campesinos quienes arrebataron al clero sus po­sesiones. Las ideas luteranas dividie­ron a la cristiandad en dos bloques religiosos: católicos y protestantes. Pero también condujeron a la lenta separación entre la religión y la polí­tica. El protestantismo se difundió de manera pacífica, pero cuando fraca­saron las negociaciones para llegar a un acuerdo sobre los problemas dog­máticos, se recurrió a las armas. Este proceso recibió el nombre de las Gue­rras de Religión.

 Martín Lutero.

Las diversas tendencias religiosas que aparecieron con la Reforma se politizaron para establecer un terri­torio de dominio. La consecuencia inmediata fue la interferencia de las Iglesias reformadas en los asuntos de los Estados. Las luchas religiosas se hicieron más radicales cuando apareció el absolutismo a mediados del siglo XVI. Las Iglesias empujaron a los nobles, a las ciudades y a los príncipes a luchar entre sí para con­seguir sus objetivos.

Entre los pensadores políticos más sobresalientes de la época, se en­cuentra Jean Bodin (1530-1596). Para este autor la soberanía del Estado se traduce en poder absoluto y perpetuo en cabeza del gobernante, quien debe asegurar la supervivencia del Es­tado. Para él, era preferible la tira­nía a la anarquía. Propuso como forma de gobierno una monarquía legítima en la que los súbditos obe­decieran las leyes del monarca y el monarca las leyes naturales.

 Jean Bodín.

El absolutismo moderno

Debido a la Reforma, a comienzos del siglo XVII, Francia estaba divi­dida entre católicos y protestantes. Por aquel entonces, la situación po­lítica era grave debido al descon­tento de los hugonotes y algunos de los sectores nobles que solicita­ron la convocación de los Estados generales. Este era una especie de parlamento donde estaban repre­sentados los nobles, el clero y el ter­cer estado —los burgueses—. El enfrentamiento de estos últimos con los otros dos estamentos llevó a que se cerraran las sesiones de los Estados generales, que sólo se rea­brieron hasta 1789 con la Revolu­ción francesa. La situación cambió cuando el rey nombró en 1624 como primer ministro al cardinal Richelieu, quien con sus ideas inau­guró una nueva experiencia política, el absolutismo, perfeccionaba por su sucesor el cardenal Mazarino.

El absolutismo estaba basado en la concentración del poder en manos del rey, para lo cual había que qui­tarle poder a los nobles, lo que le permitía gobernar sin la ayuda de ningún otro estamento. Todo el poder, los negocios y la administra­ción eran controlados por el rey. Entre las características más impor­tantes encontramos las siguientes:

- El absolutismo descartó la posi­bilidad de obtener poder por el sólo hecho de tener condición noble o pertenecer a la familia real. El poder fue totalmente personal, lo que implicó el sometimiento de los funcionarios independientes.

- La política absolutista se expan­dió en todos los campos de la administración real: en lo político, notificaba su voluntad a particu­lares y corporaciones mediante órdenes selladas; en lo administrativo, nombraba y revocaba a su voluntad a los funcionarios y consejeros; en lo económico, decretaba impuestos a voluntad para emplearlo en lo que quisiera sin rendir cuentas a nadie; podía redactar códigos sin aprobación de ninguna instancia superior; en la justicia mantuvo tribunales como simples ejecutores de sus decisiones.

- Se instauró una policía política para evitar las conspiraciones.

- Cualquier acto sospechoso podía ser un intento de sublevación. En los cargos importantes nombró a quienes admiraban y profesaban devoción por el rey. Con todos estos aspectos, el rey se presentó como soberano único y universal, convirtiéndose en la unidad del Estado.

- El absolutismo estaba susten­tado desde una concepción teo­crática, según la cual Dios había hecho a los reyes para que gober­naran de manera absoluta sobre los hombres.

- El absolutismo se expandió por toda Europa y se mantuvo vi­gente hasta el siglo XVIII.

El liberalismo temprano y sus ideólogos

Mientras que en la mayor parte de Europa se imponía el poder absolu­tista, en Inglaterra y Holanda esta forma de gobierno no logró triun­far. Estas dos naciones desarrolla­ron una monarquía parlamentaria de carácter liberal, que supeditaba el poder real al parlamento. Este tipo de gobierno permitió que se consolidara la burguesía y, con ella, la ideología liberal.


Desde que en la Edad Media se formó el Parlamento Inglés la vida del Estado se transformó. El equilibrio del sistema bicameral o sea de dos Cámaras (Comunes y Lores), dió por resultado un completo control de los actos gubernativos de la Corona y, en consecuencia, la solución jurídica de los más delicados problemas.

Esta ideología fue alimentada por los acontecimientos que siguieron a la revolución que llevaron a cabo los burgueses ingleses liderados por Oliver Cromwell (25 de abril de 1599-3 de septiembre de 1658) a mediados del siglo XVII. Este cerró el parla­mento en 1653, acusándolo de haber abusado de la autoridad y go­bernó con ayuda del ejército, situa­ción que se mantuvo hasta 1658 cuando murió. Su hijo lo remplazó pero dejó el cargo en 1660. El poder quedó en manos del ejército hasta que el parlamento convocó a nue­vas y se pidió el retorno de Carlos II, quien en adelante asu­mió el trono. A partir de entonces, se estableció la Declaración de De­rechos, que limitaba el poder real y subordinaba la figura del rey al par­lamento.

En este contexto surgieron las nove­dosas ideas de algunos pensadores en cuyas obras planteaban la apa­rición del individualismo y el utilita­rismo en la política, además se preo­cupaban por la seguridad y la paz. Estos autores recogían los temas que más se debatían por aquellos días, especialmente las vinculaciones entre religión y política. Entre los más re­presentativos podemos mencionar a:

- Thomas Hobbes (5 de abril de 1588-4 de diciembre de 1679). En su obra Leviatán, afirma que el egoísmo huma­no lleva a que las sociedades estén en guerra permanente unas con otras. Creía que la ley natural, es decir, la razón, permitía la paz y garantizaba la seguridad, mediante el pacto de cada individuo con los demás y estableciendo una autori­dad común.

 Thomas Hobbes, portada de Leviathan.
El Estado representaba la suma de intereses particulares y el individuo ponía en manos del Estado sus derechos a cambio de protección. Para Hobbes este pacto era defini­tivo, irrevocable e implicaba ceder todo el poder al soberano, el cual lo ostentaba absolutamente. El soberano tenía como límite su razón, la cual debía buscar el inte­rés del pueblo. La religión civil y el culto exterior a la divinidad era potestad del Estado, el cual no podía tolerar una autoridad espiri­tual distinta y que no se relaciona­ra con lo temporal.
 
- John Locke (29 de agosto de 1632-28 de octubre de 1704). En su obra Tratados sobre el gobierno civil, postuló las primeras ideas liberales individua­listas, como una reacción ante el absolutismo de las monarquías nacionales. Partió del principio de que el hombre es un animal socia­ble y que la razón enseña a los hombres que todos son iguales y libres por naturaleza. Por ello, nadie puede dañar a otro su vida, su libertad o su propiedad. Locke planteaba que para salvaguardar estos derechos naturales, se debe establecer una comunidad política y la autoridad del Estado, por contrato social entre todos. 
 
Escultura de John Locke, Royal Academy School, Londres.
Pro­puso, además, una monarquía par­lamentaria y el establecimiento de dos poderes en el Estado: el legislativo y el ejecutivo, bajo la su­premacía del primero, en cuyo ejercicio participan en condiciones de libertad e igualdad, directa­mente o por delegación, todos los miembros del cuerpo social. La ley emana de la voluntad de los ciuda­danos y su aplicación corresponde al poder ejecutivo. El pueblo posee el derecho de resistirse y deponer el poder legislativo y ejecutivo cuando estos vulneran los dere­chos individuales. La religión que­da fuera de los fines del Estado.

El siglo de oro de las ideas políticas: la Ilustración

El hecho dominante en la historia de las ideas políticas durante el siglo XVIII fue el paulatino crecimiento de la burguesía en Europa occidental. Esta situación se benefició de la economía, pues ya aparecían los prime­ros signos de la Revolución industrial: el campo se enriquecía, crecían las ciudades, el comercio estaba muy ac­tivo. Los más beneficiados de todo este crecimiento fueron los burgue­ses, quienes comenzaron a desarro­llar sus propias ideas políticas. Su filosofía no se planteaba como ex­clusiva de los burgueses, sino como una filosofía para todos los hombres, basada en la libertad, el progreso y la igualdad.


La Ilustración. Cuadro de Joseph Wrigh.

La Ilustración fue uno de los resulta­dos de las nuevas ideas que se desa­rrollaron con el humanismo y según las cuales el hombre y su entorno eran el objeto fundamental de las ciencias y de la filosofía. La Ilustra­ción se centró en la razón ya que, a partir de ella, se podía llegar al desa­rrollo de una nueva sociedad. Entre sus principales ideas políticas se aboga por las libertades, la educa­ción y la búsqueda de sistemas políti­cos contrarios al absolutismo de la época. De esta manera, su principal objetivo era establecer un orden so­cial adecuado a la naturaleza humana y apto para lograr la felicidad.

Con la fuerza que fue adquiriendo la Ilustración, en la segunda mitad del siglo XVIII comenzó a publicarse en Francia una gigantesca obra colectiva que se llamó Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios, el cual se conoce con el nombre gené­rico de La Enciclopedia, la cual ata­caba el poder absoluto de los reyes y se oponía a la ignorancia, la supersti­ción y la intolerancia. Fue tan impac­tante su aparición, que pronto se convirtió en uno de los principales mecanismos de difusión de la Ilustra­ción por Europa y América.

 Diderot y D'Alambert, directores de la Enciclopedia.

En Europa la Ilustración prosperó en Alemania, Inglaterra, Rusia, Austria, España y Portugal y, aunque el movi­miento había nacido entre la burgue­sía, penetró también entre algunos reyes de los Estados absolutistas eu­ropeos.

Entre los monarcas estas ideas ins­piraron reformas sociales y econó­micas, pero no aceptaron la partici­pación de la población en el go­bierno. La razón era muy sencilla: si aceptaban la libertad política, per­dían su poder absolutista. Por esta razón, a este tipo de Ilustración se le denominó "Despotismo ilus­trado". Sus principales represen­tantes fueron Carlos III de España, Federico II en Prusia, Catalina II en Rusia, José II en Austria y Gustavo III en Suecia, entre otros. El im­pacto de las ideas ilustradas fue muy importante en las colonias porque se divulgaron entre los crio­llos ideas nuevas como igualdad, fraternidad, libertad... Con base en estas ideas elaboraron sus progra­mas revolucionarios los próceres de la independencia americana co­mo Bolívar, Nariño y Miranda.


El despotismo ilustrado se desarrollo principalmente en Europa (Austria, Prusia y Rusia). Estados recientemente constituidos, de economía en general atrasada y esencialmente agrícola, donde la burguesía era muy débil y, por consecuencia, con poco poder político.

Las ideas liberales

Como resultado de la Ilustración, durante el siglo XVIII y buena parte del siglo XIX, se consolidó la idea de que todos los hombres eran iguales y tenían derecho a elegir a sus go­bernantes y a opinar sobre los mis­mos. El liberalismo, que partía de la razón y se oponía a las actitudes de fe, fue la ideología predominante. Entre los principales filósofos del li­beralismo podemos mencionar a:

- Charles de Secondat, barón de Montesquieu (18 de enero de 1689 - 10 de febrero de 1755). Aristócrata con­servador que defendió los privilegios políticos de los nobles frente al absolutismo real. En su obra El espíritu de las leyes proponía como forma de gobierno la monarquía parlamentaria, en la que el poder absoluto de los reyes estuviera limitado por el parlamento. Su sistema básica­mente era una propuesta de fre­nos y contrapesos jurídicos en las diversas partes de una constitu­ción. Estableció la separación de los tres poderes del Estado: el eje­cutivo, el legislativo y el judicial. Asimismo, Montesquieu se preo­cupó por distinguir la naturaleza de cada gobierno, y dentro de este, el papel que cumplía el pue­blo. Se le considera el padre polí­tico del liberalismo.

Portada de El Espiritú de las leyes, Charles de Secondat, barón de Montesquieu.
- Jean Jacques Rousseau (28 de junio de 1712 - 2 de julio de 1778). Repre­sentó la tendencia naturalista de la Ilustración. En sus obras de carácter social y pedagógico defendió la vuelta a la naturale­za, la libertad y la igualdad. En su libro El contrato social expuso que el poder viene de la voluntad general de los ciudadanos y que la verdadera libertad es la obe­diencia a las leyes que emanan de esa voluntad general. Este libro propone la importancia de la unidad del cuerpo social, den­tro del cual los intereses particu­lares deben estar subordinados a la voluntad general.

 Jean Jacques Rousseau.

El "contrato" de Rousseau no es ni un contrato entre individuos ni un contrato entre los individuos y el soberano. El contrato se for­maliza con la comunidad, porque es la garantía de la igualdad. Los gobernantes, por su parte, son simples mandatarios del pueblo, y la ley, expresión de esa volun­tad general. Además, el derecho natural del hombre a la libertad y a la igualdad está por encima del derecho a la propiedad. La de­sigualdad económica excesiva pone en peligro el sentido comu­nitario del Estado.

- Immanuel Kant (22 de abril de 1724 - 12 de febrero de 1804). Este filósofo asumió las consignas de igualdad y libertad de la Revolución fran­cesa. Para él, cada miembro de la sociedad puede vivir dignamen­te, a su manera, pero en lugar de la fraternidad propone la inde­pendencia civil, la cual se deriva del respeto entre los hombres. Kant entendió los principios de igualdad, fraternidad y libertad como deberes, no como dere­chos naturales. Por otra parte, el Estado debe motivar a los indivi­duos a perfeccionarse y a vivir libremente, por lo que debe ase­gurar la educación. Rechaza el paternalismo político porque lo considera incompatible con la libertad y la dignidad humanas.

 Immanuel Kant.
- Jeremy Bentham (15 de febrero de 1748-6 de junio de 1832). Su obra tuvo una gran influencia en la forma­ción del liberalismo latinoamericano. Sus ideas estaban basadas en que la obediencia de los súbditos hacia el soberano se debe al interés de que éste favorece su felicidad. Propuso la teoría de la democracia representativa pura con los siguientes elementos: soberanía del pueblo, sufragio universal, subordinación de los gobernantes a los gobernados y sistema centralizado. La sobera­nía política debe descansar en el pueblo, coincidiendo así el inte­rés del gobierno con el interés general, suma de los intereses particulares.
 Jeremy Bentham.
- John Stuart Mill (20 de mayo de 1806 - 8 de mayo de 1873). Sostuvo que el individuo no tiene otra guía para su conducta que su propia felicidad, la cual no se puede dar sin la felicidad ajena. Los derechos y las libertades básicos son medios para elevar la felicidad colectiva, fin último del Estado y de la vida social.
 John Stuart Mill.
Referencia:
Galindo Neira, L. E. (2010). Economía y política II.  Editorial Santillana S.A.