El arte en las primeras civilizaciones
Fragmento de relieve con Darío I y Jerjes en audiencia. Persépolis.
Con el término “primeras civilizaciones” se engloba a las culturas de los pueblos de Oriente que se desarrollan desde el Neolítico hasta Alejandro Magno, es decir, desde el IV milenio hasta el siglo IV a.C. La revolución neolítica produjo un nuevo y decisivo salto en la evolución cultural de la humanidad: la aparición de la vida urbana. Las grandes ciudades, su compleja organización social, económica y política, los avances técnicos y artísticos, y, por supuesto, la invención de la escritura, dieron lugar al nacimiento de la historia.
Los primeros focos de alta cultura se sitúan uno en el valle del Nilo, y otro en la Baja Mesopotamia. Ambos tienen sus raíces en el Neolítico, pero evolucionarán rápidamente desde una cultura rural a otra de carácter urbano apreciable desde el año 3000 a.C. En Mesopotamia (región entre ríos, llanura comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates) la cultura de Uruk, de transición entre el Neolítico y las primeras civilizaciones históricas, desarrolla una importante vida urbana y con ella nace la escritura pictográfica. Una explicación tradicional al nacimiento de la historia es que la aridez provocada por el fin de las glaciaciones supuso el nacimiento de la agricultura y los sistemas de canalización. Las necesidades de mantener los nuevos sistemas hidráulicos y de defender las tierras contra agresiones externas dieron lugar al nacimiento de un poder político y una sociedad estratificada.
Los elamitas, pueblo asentado en el oeste de Irán, admiraron profundamente el arte acadio y babilonio, construyendo zigurats como el de la imagen. Se trata del Tchoga Ambil, único zigurat elamita completo.
De Mesopotamia a Persia
MESOPOTAMIA: Sumer, Acad y Babilonia
Las manifestaciones más antiguas del arte en la Baja Mesopotamia se remontan al período anterior a la revolución urbana, como lo demuestran los tell, montículos de ruinas cubiertos de arena. La agitada vida política de la zona mesopotámica condiciona el establecimiento de las diferentes etapas artísticas que se resumen en: protodinastía sumeria (3000 a.C.), etapa acadia (2340 a.C.), períodos neosumerio y babilonio (se suceden en los primeros siglos del II milenio), la etapa asiria y, finalmente, hacia el siglo VI a.C. la etapa persa. Sin embargo, estos cambios tuvieron una escasa significación en el ámbito cultural.
Pronto comenzará el uso del adobe, material más común de la arquitectura mesopotámica. A partir del IV milenio comienza a usarse el ladrillo esmaltado por una de sus caras con el fin de preservarse de la humedad. El uso de la piedra como material de construcción fue escaso, incluso en el período de dominación asiria, pueblo procedente de zonas donde la piedra era un material asequible. La construcción de templos se remonta al IV milenio, y el modelo tipo se mantendrá durante toda la cultura mesopotámica. Es una nave con cámaras laterales y capillas en la cabecera, donde se sitúa la imagen de la divinidad a la que se rinde culto. El Zigurat o pirámide escalonada en varios pisos, en cuya terraza superior se construye el templo, aparece en el III milenio. Uno de los más hermosos zigurats es el de Nannar (diosa luna). En la mitología sumeria Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk.
Reconstrucción de la ciudad de Uruk. El Templo de Inanna era el montículo más antiguo y fue a partir del período de Uruk (3400 a. C.) cuando su arquitectura comenzó a destacar.
Junto a las construcciones religiosas, se deben mencionar las funerarias. Las tumbas reales de Ur son una fosa profunda en cuyo interior se hicieron cámaras funerarias con bóvedas cúpula, que aparece cubierta de tierra. En cuanto los palacios, a veces llegaban a constituir por sí mismos una auténtica ciudad, como por ejemplo el de Mesalim de Kish.
La escultura exenta ha dejado escasos restos, casi siempre estatuas votivas con las manos cruzadas en forma especial. Mucho más importantes, en el arte mesopotámico, son los relieves. En la estela de Ur-Nina (3200 a.C.), dividida en dos fajas, aparece en la parte superior el rey construyendo un templo y en la inferior, sentado en su trono. Como en el arte egipcio, en las representaciones aparecen el rostro y piernas de perfil, y los ojos de frente. Del período babilónico se conservan dos obras de gran importancia, la estela de Naramsim y el Código de Hammurabi.
Durante los siglos X al VII a.C los asirios continuaron con la tradición artística sumeria y acadia. Lo más característico de su arquitectura es el palacio real, construido en altos terraplenes y rodeado de murallas. Algunos de los más representativos son el de Asurbanipal en Nínive y el palacio de Korsabad construido por Sargón. El arco de entrada a los mismos solía estar precedido de grandes hileras de esculturas antropocéfalas.
Detalle de un toro alado de cabeza humana. Las esculturas antropocéfalas son colosales toros alados asirios con cabeza de hombre.
EL ARTE PERSA
La gran extensión de este Imperio y la falta de una previa tradición artística hace que en su arte se combinen elementos procedentes de los países que domina, pero logrando una síntesis original en la que refleja concepciones propias. Los persas dividían el mundo entre dos poderes irreconciliables, el bien y el mal, Ormuz y Arimán, y este dualismo se refleja en su arte.
De Mesopotamia toma Persia la construcción de sus palacios sobre enormes plataformas (aunque con escaleras en lugar de rampas de acceso), los grandes animales fantásticos flanqueando las puertas y los relieves en ladrillo vidriado. De los egipcios, las cubiertas adinteladas, las columnas como soporte principal y el uso de la piedra como material de construcción en las partes más nobles y más sólidas, aunque alternando con el ladrillo y la madera. La columna persa es un dato para apreciar la originalidad del arte persa, que consigue mediante el sincretismo la fusión de elementos dispares.
"Apadana de Persépolis" y "Tejado de la Apadana" por Charles Chipiez (1884). La apadana de Persépolis era una construcción anexa al gran palacio de Persépolis destinada a ser sala de audiencias de los reyes persas. En la segunda imagen se aprecia la inconfundible columna persa.
El templo no existe en el arte persa. La religión mazdeísta no exigía especiales lugares para la adoración del dios. Sólo al emperador se rinde culto y sólo el palacio es importante. En Persépolis se han encontrado ruinas de varios palacios atribuidos a Darío I y a su hijo Jerjes. Del llamado palacio de Darío se conservan muros con puertas y ventanas adinteladas. De la sala de las cien columnas no se conserva ninguna, pero sí sus puertas de entrada con relieves en las jambas, en las que aparece el viejo mito mesopotámico de Gilgamesh.
Del palacio de Jerjes quedan algunas columnas en el Salón de Audiencias. A la entrada, en la puerta de las Naciones, se encuentran unas jambas que sostienen dos toros alados antropocéfalos con tiaras de cuernos, muy similares a los mesopotámicos, pero con las alas desplegadas para alzar el vuelo. Lo más representativo de la arquitectura funeraria es la tumba de Darío III, en la que se observa claramente la influencia de los hipogeos egipcios. En escultura, los persas son esencialmente herederos del arte asirio, aunque con modificaciones en la temática (desaparecen las escenas de crueldad) y en la técnica, influenciada por la griega. De nuevo lo más importante son los relieves, como los frisos de ladrillos policromados y vidriados de los Arqueros o de los Inmortales en el palacio de Susa.
Detalle del "Friso de los arqueros" del Palacio de Darío I o Palacio de Susa, en el actual Irán.
EL ARTE EN EGIPTO
Durante toda la historia de Egipto, el arte está profundamente impregnado por la religión. La ciudad, dentro de sus murallas, es un conjunto sagrado. El rey es un sacerdote, y su palacio es un templo, igual que el templo es el palacio de dios. La religión determina los temas iconográficos, y el arte no está destinado a crear objetos bellos, sino instrumentos de poder, dotados, gracias a ciertos ritos, de eficaces virtudes.
El arte en Egipto no se entendía si no tenía una finalidad. Para los egipcios, el arte, era el intérprete entre el hombre y los seres misteriosos que rigen la vida y la muerte, por ello se habla de un arte teocrático. En la historia de Egipto el faraón era la figura central del poder político. Se le consideraba como un dios, como un militar y como el jefe de la burocracia central.
Arquitectura
El más espléndido legado de Egipto es la arquitectura (el templo y la tumba), a la que se supeditan y de la que dependen la escultura, pintura, cerámica y orfebrería. El medio condiciona el uso fundamental de la piedra en sus construcciones. Su sistema constructivo está basado en el dintelo arquitrabe y en dos elementos esenciales, el soporte y la cubierta o techo. Conocían el arco y la bóveda, pero apenas lo utilizaban. La columna es uno de los elementos propios más característicos, hasta el punto que se considera a Egipto el país de las columnas.
Las columnas papiriformes (imagen izquierda) eran una imitación de las palmeras o haces de loto y se colocaban en las naves laterales de los templos. Las columnas campaniformes (imagen derecha) se elevaban en el centro de la nave porque su forma abierta garantizaba una mayor capacidad de sustentación.
El templo estaba precedido por un patio abierto o por una avenida de acceso ornamentada con dos filas de grandes esculturas de esfinges. La fachada del templo, llamada pilono o pilonos, es un grueso muro con un rehundimiento en el centro donde se encontraba la puerta de entrada, que lo dividía en dos bloques. Los bloques se construían en talud, es decir, su espesor es mucho mayor en la base que en la parte superior. Rematando los pilonos sobresalía una cornisa especial, de perfil curvado hacia fuera, llamada gola.
Guardando la puerta estaban dos obeliscos de piedra muy elevados y puntiagudos, símbolos del sol. Al otro lado de la puerta se encontraba la sala hípetra o patio, recinto rodeado de filas de columnas que sostenían una techumbre parcial y dejaban el centro al sol. A continuación, estaba la sala hipóstila, bosque de columnas que sostenía una techumbre adintelada. Por último, el santuario con sus dependencias (habitaciones cerradas de menor tamaño y cuyo acceso era exclusivo a los sacerdotes y al emperador). Existía otro tipo de templo llamado speos excavado en la roca, muy frecuente en la región de Nubia por sus características geológicas.
Templo de Nefertari, excavado en la roca, el templo es dedicado a la esposa del faraón Abu Simbel. Los templos de Abu Simbel y Nefertari son construcciones de tipo speos.
La pirámide es la otra gran construcción egipcia. Su antecedente más próximo es la mastaba, especie de tronco de pirámide rectangular, enterramiento usual en el Imperio Antiguo. En éstas, la cámara sepulcral está excavada bajo tierra y no construida sobre el suelo como en las pirámides, y en otra cámara subterránea (sedab) aparecen las pinturas, esculturas y relieves relativos al difunto. En la necrópolis de Gizeh, cerca de Menfis, se encuentran las tres famosas tumbas de Khufu, Khafra y Men-Kau-Ra, a las que los griegos dieron los nombres de Keops, Kefrén y Micerinos. La altura e inclinación de las mismas revela el perfecto conocimiento que tenían los egipcios de la relación entre el cuadrado y la circunferencia.
Pirámide de Kefren vista desde la pirámide de Keops. La Necrópolis de Gizeh fue utilizada desde la segunda dinastía, es famosa por las pirámides construidas por los faraones de la cuarta dinastía Keops, Kefrén y Micerino.
Escultura y pintura
En el año 1799 un soldado de Napoleón Bonaparte descubre la Piedra Rosetta, en la que aparecen inscripciones en griego clásico, demótico y en una escritura jeroglífica. Champollion es el artífice de su desciframiento. Con él nace el interés por el mundo egipcio. Las primeras muestras artísticas son del Egipto predinástico, la Paleta de la Caza del León es un bello ejemplo.
Paleta de la Caza del León. Las paletas en el Antiguo Egipto eran utilizadas para mezclar los cosméticos. Las paletas sofisticadas como esta, eran empleadas con función ritual. El círculo del centro, es usado para triturar los minerales necesarios para el maquillaje.
Ya en el período faraónico aparecen unas estelas o losas rectangulares asociadas a las tumbas, en las que el difunto aparece representado ante una copiosa mesa. Su finalidad era combatir las posibles negligencias de los sacerdotes en el camino hacia el más allá. El interior de las tumbas aparece decorado con escenas de vida cotidiana del difunto. Las figuras se representan conforme a convencionalismos sociales, y no con realismo.
El faraón es siempre más grande. Para los hombres se reserva el color ocre, y para las mujeres el amarillo. No siguen las leyes de la perspectiva lineal y en un mismo relieve pueden aparecer una construcción o un río como en una vista aérea, con árboles y personajes en perspectiva normal. Mezcladas entre los dibujos aparecen siempre inscripciones.
Entierro funerario de un faraón. Las pinturas de índole funerario solían decorar los sarcófagos, y éstos, a su vez, aparecen como ajuar dentro de las tumbas. En la imagen se ve con claridad la típica perspectiva egipcia, con la cabeza de perfil y el cuerpo de frente.
La escultura exenta tiene una gran importancia. Es de tipo frontal, está realizada para ser vista de frente y casi totalmente simétrica. El único punto asimétrico es que una pierna se adelante a la otra, pero sin levantar el talón del suelo, ni modificar la postura de la cadera; que un brazo esté sobre el pecho, o que una mano esté cerrada y la otra abierta. Existen dos tipos de escultura muy diferenciados: la real, de gran tamaño que puede llegar al colosalismo, hierática y convencional, y la que representa a pequeños cortesanos, de menor tamaño y más realista.
Un capítulo destacado dentro de la pintura egipcia son los Libros de los muertos. Rollos de papiro que se colocaban dentro de los ataúdes, contenían instrucciones pertinentes, con el fin de que el muerto pudiese guiarse por el camino a la ultratumba y su alma no se extraviara. Éstos aparecen profusamente ilustrados y se consideran como el inicio de la historia de la miniatura. Los sarcófagos también aparecen decorados con pequeñas pinturas de índole funeraria.
Tumba de Nefertari. Las tumbas egipcias son un importante muestrario de la esplendidez del arte egipcio. Con las pinturas se intentaba asegurar al difunto que tendría todas sus necesidades cubiertas en su camino hacia el más allá.
LAS ARTES EN EL EXTREMO ORIENTE
Las principales manifestaciones artísticas del arte indio son la arquitectura y la escultura, y en menor grado la pintura. En un primer momento observamos una clara influencia persa perceptible en la primera arquitectura india. Las primeras edificaciones son las caitias (santuarios budistas excavados en la roca) y los viharas (monasterios). Con la llegada del brahmanismo en el siglo VII, que acabó con el budismo, la arquitectura sufre una transformación. Los nuevos templos se hacen al aire libre y constan de una celia o santuario pequeño sobre el que se levanta una gran torre. En la escultura se distinguen dos etapas bien diferenciadas, la búdica y la brahmánica. Del primer momento conservamos figuras de Buda con vestigios griegos y partos. El desnudo, las figuras en movimiento y las actitudes amorosas conforman la temática más común. En la segunda época predomina el movimiento agitado y el exceso de ornamentación.
El aspecto más importante del arte chino lo constituye la pintura. La más destacable es la que se realiza sobre rollos de seda e incluso papel. Sus rasgos esenciales son la seguridad en el trazo de los perfiles, el dominio de los tonos planos y la marginación en el tema de los claro-oscuros, características que persisten al paso del tiempo. Las primeras manifestaciones pictóricas se remontan a la época de las penetraciones budistas. En la escultura, el animal aparece como tema fundamental en recipientes y objetos funerarios, especialmente el dragón.
Dragón en la entrada del Palacio de Verano en Beijing
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