Historia de la fotografía
La conjunción de dos aplicaciones científicas, una de física y otra de química, tardó siglos en generar uno de los fenómenos de mayor impacto en la vida contemporánea: la fotografía. Etimológicamente, fotografía quiere decir «escribir con la luz» y sus orígenes se remontan a cuatro siglos antes de Cristo, época desde la cual se tiene noticia de la existencia de la llamada «cámara oscura», instrumento que servía a Aristóteles y después a los árabes para observar los eclipses de sol. El método era simple: a una habitación a oscuras se le hacía un pequeño orificio por donde entraban los rayos solares, los cuales, proyectados en la pared contraria, reproducían de manera invertida las imágenes del exterior.
Durante siglos, el hombre estudió la capacidad de la luz para transmitir las imágenes. En el Renacimiento, el fenómeno cautivó la atención de los pintores y los científicos alcanzaron dos importantes logros en la búsqueda por obtener una imagen nítida dentro de la cámara oscura: el objetivo y el diafragma. El objetivo permitía corregir la imagen defectuosa, por medio de una lente colocada en el orificio de entrada de la luz. El diafragma regulaba la cantidad de luz que ingresa a la cámara. Con la incorporación de estas dos mejoras, los artistas empezaron a utilizar la cámara oscura para realizar los bocetos para sus obras. De allí surgió uno de los mayores aportes del Renacimiento: el dominio de la perspectiva.
A medida que la técnica se popularizaba, surgió la necesidad de la cámara portátil para poder realizar los dibujos en cualquier lugar y circunstancia. Existieron los más variados modelos: cámaras que podían adaptarse a la cabeza; tiendas, coches y sillas de manos convertidas en cámara. En el siglo XVII quedó reducida a una pequeña caja de madera que se podía transportar debajo del brazo. Estaban dados casi todos los elementos para que surgiera la fotografía: la cámara, el objetivo, el diafragma y el papel. Faltaba la sustancia que permitiera perpetuar la imagen. Era el turno de la química.
Experimentos químicos
En el siglo XVI, David Fabricius describía la influencia de los rayos luminosos sobre el cloruro de plata. En 1737, Jean Hellot escribía con nitrato de plata sobre un papel blanco, permaneciendo el texto invisible hasta no ser expuesto a la luz, en un intento por desarrollar una escritura secreta. A finales del siglo XVIII, el inglés Thomas Wedgwood (1771-1805) lograba siluetas de hojas y alas de insectos sobre una superficie de cuero blanca impregnada con nitrato de plata.
A comienzos del siglo XIX, Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833) compartía las labores agrícolas de la provincia francesa con sus aficiones científicas, entre las que sobresalía la práctica de la litografía. Niepce empezó a experimentar con la cámara oscura en un intento por fijar las imágenes en la piedra. Sin embargo, la piedra resultaba demasiado engorrosa y en su búsqueda por encontrar un «agente capaz de imprimir de modo exacto y duradero las imágenes transmitidas por los procedimientos ópticos», decidió experimentar con medios más adecuados como estaño, papel, peltre o cristal emulsionados.
En uno de sus experimentos, Niepce impregnó un grabado con aceite y lo colocó sobre una placa cubierta con «betún de Judea». Luego de tres horas de exposición a los rayos solares, el betún se endureció y absorbió las líneas del grabado, logrando, luego de lavar la placa con trementina y aceite, duplicar la imagen. Niepce llamó a su descubrimiento heliografía, técnica que permitirá en un futuro el desarrollo del fotograbado. Entusiasmado por el hallazgo, Niepce decide impregnar una placa de peltre con el barniz de Judea y la coloca dentro de una cámara oscura provista de un prisma para corregir la inversión lateral de la imagen. Ubicó la pequeña cámara en la ventana y luego de ocho horas de exposición, la placa quedó grabada con el paisaje que en junio de 1826 se contemplaba desde su estudio.
Física y química se daban la mano: había nacido la fotografía. Joseph Niépce llamaría al descubrimiento «punto de vista», para diferenciarlo de los heliograbados que se limitaban a reproducciones de láminas.
Unos años después de los experimentos de Niepce, un inglés llamado William Henry Fox Talbot (1800-1877), mientras dibujaba con su cámara oscura, durante su viaje de luna de miel por Italia en 1833, se le ocurrió la idea de fijar de manera permanente la imagen reflejada en la lente del aparato. Ya en Inglaterra, logró transferir las formas de hojas expuestas directamente sobre papel de dibujo cubierto con una solución de sales y nitrato de plata disuelta en agua destilada. Luego mandó construir una pequeña caja de madera, a la que llamaba «trampa para ratones», y le introdujo el mismo papel, logrando una serie de negativos de su casa de Lacock Abbey, entre los que figura la imagen de una ventana que se constituye en el primer negativo conocido.
Talbot perfeccionó más tarde el revelado de esta imagen latente a la que llamó calotipia (del griego kallos, bello). Al no lograr apoyo oficial, Talbot patenta el descubrimiento y dedica sus energías a controlar su utilización. Finalmente, ante la imposibilidad de mantener su dominio, en 1851 libera la patente para dedicarse a sus otras aficiones: la matemática, la etimología y la asiriología.
El daguerrotipo
Será la línea de la investigación de Niepce la que finalmente tendrá acogida entre el público. Para continuar sus experimentos, encarga a París una cámara oscura provista de prisma, a la óptica de los hermanos Chevalier, establecimiento del que es asiduo cliente el parisino Louis-Jacques Mandé Daguerre (1787-1851), hombre de teatro y propietario del Diorama, espectáculo que consistía en un amplio decorado de varios planos recortados, que, iluminado, daba la impresión de perspectiva.
Enterado por los Chevalier de los descubrimientos de Niepce, Daguerre le escribe solicitando más información sobre los hallazgos y proponiendo una sociedad. Las respuestas del inventor son frías y evasivas, pero en 1829, acosado por la pobreza, decide asociarse con el parisino, aportando «un medio nuevo para fijar las vistas que brinda la naturaleza sin tener que recurrir a dibujante». Niepce muere en 1833 y Daguerre queda con el dominio total del invento, el cual empieza a perfeccionar. El 19 de agosto de 1839 y con el nombre de daguerrotipo, es presentado por Francois Arago ante la Academia de Ciencias y Bellas Artes de Francia. La noticia se expande como fuego en pólvora. Había nacido la «daguerromanía».
El colodión húmedo
Luego de la sensación que produjo el daguerrotipo, las investigaciones se dirigieron a perfeccionar el invento en varias direcciones. Se buscaba mayor definición, menos tiempo de exposición, y, sobre todo, la posibilidad de obtener varias copias de una misma placa. La definición se lograba con mejores objetivos y la rapidez con nuevas emulsiones.
Fueron las investigaciones de Talbot las que llevaron al desarrollo de la fotografía propiamente dicha, es decir, a la posibilidad de sacar múltiples copias de un negativo. Irónicamente, fue el calotipo el que se perpetuó y el daguerrotipo quedó relegado al rincón de los objetos curiosos. La búsqueda de un soporte más barato y ligero que la placa de metal, había llevado a experimentar con varios elementos, entre ellos el vidrio. A pesar de que este material no imponía su textura y era ligero y barato, tenía el inconveniente de que no existía un medio estable que permitiera sujetar las sales de plata que tendían a evaporarse durante el proceso de revelado.
A principios de la década del cincuenta del siglo XIX, una sustancia nueva utilizada para curar las heridas de guerra, sirvió al escultor inglés Frederick Scott Archer como emulsión para fijar las sales de plata a la superficie del vidrio. Archer llamó a la sustancia colodión (del griego kolla, pegar) y logró excelentes resultados exponiendo la placa todavía húmeda de nitrato de plata. El nuevo procedimiento exigía gran habilidad del fotógrafo, debido a que la superficie del vidrio tenía que quedar cubierta de emulsión de una manera uniforme, pues cada imperfección se reflejaría en las copias.
El desarrollo de la técnica del colodión húmedo sepultó al daguerrotipo, redujo la exposición a pocos segundos y, sobre todo, permitió las copias múltiples sobre papel, lo que disminuyó considerablemente los costos, permitiendo la democratización del retrato. Un subproducto del nuevo descubrimiento fue el ambrotipo, que consistía en una copia única de vidrio, recubierta de colodión húmedo y nitrato de plata, subexpuesta, la cual producía un negativo muy transparente al cual se le colocaba un papel negro al reverso, dando como resultado una imagen positiva.
Tarjetas de visita
La popularidad de la fotografía la consolida la llamada tarjeta de visita, patentada por el francés Disderi en 1854 y popularizada por Napoleón III en 1859. El procedimiento lograba ocho o diez fotografías del tamaño de una tarjeta de visita, alineadas en un solo clisé obtenido por una cámara dotada de varios objetivos. A pesar de que la fotografía perdió calidad artística debido al estereotipo en las poses, ganó en riqueza iconográfica, pues el retrato dejó de ser patrimonio de los poderosos y por primera vez en la historia una amplia capa de la población logra ver representado su propio rostro.
Por otra parte, el daguerrotipo tenía un carácter personal e íntimo, concebido más para guardar que para exhibir. El hecho de ser piezas únicas y la elegancia de los finos estuches de cuero y tafetán, lo colocaban más cerca del relicario que del objeto para lucir, mientras que la tarjeta estaba hecha para mostrar. Así, se dio paso a un nuevo elemento: el álbum, diseñado para coleccionar las fotos de parientes y amigos, empieza a ocupar un lugar primordial en los lugares sociales de las residencias.
El negativo fotográfico
El término “negativo” fue introducido por primera vez por el científico John Herschel, amigo y colega de Talbot, a quien se debe el descubrimiento de las propiedades fijadoras del tiosulfato sódico. El mayor aporte del negativo lo constituye la posibilidad del retoque. La ocurrencia de modificar el negativo genera una nueva especialidad en el estudio: se trata del retocador, que interviene para corregir defectos técnicos o para ajustar las fisonomías a los ideales estéticos de la época.
En otras ocasiones, debido a los pocos elementos del decorado, para quitarle monotonía a los paisajes de fondo, se pintaban directamente sobre el negativo nubes y gaviotas o se solía pegar un pedazo de cartón que en el positivo aparecía como un romántico plenilunio. La imagen del fotógrafo solitario da paso a la organización de talleres artesanales, generalmente de familia, en los que estaba claramente marcada la división del trabajo. Existía el maestro fotógrafo y los ayudantes y aprendices en revelado, retoque e iluminación.
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