Imperio Bizantino: Economía
Solidus bizantino. En la parte frontal están grabados Heraclio y su hijo Heraclio Constantino. Al respaldo la Cruz que representaba la ideología del Imperio.
El Imperio Bizantino gozó de una gran prosperidad económica gracias a una floreciente agricultura. En latifundios, propiedad de la nobleza o el clero se cultivaban cereales, frutos y hortalizas. La producción textil se basaba en talleres de seda estatales, que empleaban a grandes cantidades de operarios. El imperio dependía por completo del comercio con Oriente para el abastecimiento de seda, hasta que, a mediados del siglo VI, unos monjes nestorianos llevaron capullos de gusanos de seda a Justiniano, junto con las técnicas de su reproducción y cuidado.
A partir de este hecho, el imperio comenzó a producir su propia seda, principalmente en Siria. Los talleres estatales de Bizancio multiplicaron su producción y el comercio creció enormemente. Así pues, la principal actividad económica del Imperio Bizantino era la textil. La tela producida era exportada a Europa occidental. Inicialmente, se dependía por completo del comercio con Oriente, ya que la seda se importaba de China e India.
“Bamberger Gunthertuch”, es un pedazo de tapiz hecho con seda bizantina decorada con la imagen de un “basileus” a su regreso triunfante de la campaña, él es coronado, lleva el lábaro y monta un caballo blanco.
Dos imperios, pero una sola moneda fuerte
Desde la formalidad política, hubo intentos de mantener la unidad del antiguo Imperio Romano, pero, desde la realidad económica, el “solidus” la moneda bizantina, se impuso como divisa fuerte de la época. Ningún otro indicador podía certificar más claramente que el gran tráfico comercial estaba en manos de Constantinopla. Esta circunstancia, si bien se traducía en una gran pujanza económica, no dejaba de generar grandes contrariedades. Por un lado, Bizancio se convirtió en objetivo principal para otros poderes emergentes, en especial el expansivo islam; por otra parte, la necesidad de fortalecer su poderío militar, sobre todo marítimo, hizo que los gastos de defensa crecieran hasta alcanzar niveles insostenibles.
El sistema de pesas
El desarrollo de las sociedades antiguas y el auge del comercio requirieron en algún momento de patrones más estables para medir el peso y el volumen de los objetos que se intercambiaban. Los sistemas de pesos y medidas debían ser permanentes, de fácil reproducción y de bajo costo. Fue así como el cobre, el bronce y el latón se utilizaron como base para la fabricación de balanzas y pesas en todo el mundo. El Imperio Bizantino desechó el sistema de pesas de la antigua Roma y adoptó uno similar al utilizado en China, que gozaba de gran prestigio en el comercio con el Lejano Oriente.
Antes de la generalización del sistema métrico decimal, el sistema de pesos y medidas antiguo era más complicado, ya que variaba según el producto que se medía y del lugar donde se calculaba.
La propiedad de la tierra
El Estado toma un papel intervencionista, ya que se preocupa por asegurar el abastecimiento e impedir las tensiones internas, así como también por regular la distribución espacial de las actividades mercantiles y artesanales, instaladas a lo largo del eje central de Constantinopla y ordenadas en diversas áreas urbanas llamadas corporaciones. Así pues, la libertad de comercio y de producción eran desconocidas en Bizancio.
El “eparca” era el único alto funcionario con derecho a intervenir personalmente o por medio de sus representantes en la vida interna de las corporaciones, supervisaba su organización, su actividad, la concesión de mercados, los precios, los beneficios y la exportación. Cada corporación de comerciantes gozaba de un monopolio, al cual se abocaba de manera exclusiva. Pesaban severas penas sobre quienes quisiesen dedicarse a dos comercios distintos, por más afinidad que tuviesen.
El régimen de propiedad de la tierra en el Imperio Bizantino era latifundista: grandes extensiones en pocas manos. Lo habitual era que las campañas militares exitosas culminasen con el reparto de tierras conquistadas entre el estamento militar. Los campesinos vivían en un régimen de servidumbre. Los terratenientes disponían de muchos siervos y podían fácilmente organizarlos y armarlos, lo que les permitía conspirar contra el gobierno e imponerle condiciones, por supuesto, en favor de sus propios designios e intereses. Los pobres eran los pequeños propietarios rurales y aldeanos, a los que la carga impositiva, los forzaba a pedir apoyo económico, militar y político a los ricos y a pagar tal protección con su libertad personal e independencia.
Campamento de campesinos bizantinos
Las medidas tomadas por los emperadores macedonios para defender la pequeña propiedad rural y militar fueron sencillas y uniformes, limitándose a prohibir a los poderosos la compra de propiedades comunales y la adquisición de tierras de militares empobrecidos o pequeños propietarios. Los emperadores del siglo X debieron hacer frente al desarrollo excesivo de la gran propiedad rural, amparada por el alto clero, con un fuerte detrimento en contra de la pequeña propiedad libre y de las comunidades rurales autónomas.
Romano I Lecapeno prohibió, en 922, a los grandes terratenientes adquirir nuevas tierras procedentes de pequeños minifundistas, incluso bajo la forma de donación, herencia, patronato, arriendo o permuta. De todos modos, esta medida no frenó la "feudalización" del imperio, en detrimento de su integridad territorial.
Producción agrícola
De gran importancia dentro de la actividad económica del Imperio Bizantino, la agricultura, estaba organizada dentro de latifundios que manejaba la nobleza y el clero. El arado utilizado en el Imperio de oriente era igual al empleado en el Imperio de Occidente. Estaba tirado por animales -generalmente bueyes-, constaba de una esteva -para guiar- y una reja de hierro, que era la que rompía el terreno y lo preparaba para la siembra.
Arado sin ruedas
Los principales productos cultivables eran los cereales, frutos, hortalizas y vegetales. La producción de aceite era vital para la alimentación y el alumbrado. Cuando Palestina se hallaba en manos de los bizantinos, Galilea, rica en olivos, se convirtió en la principal proveedora de aceite. En otras circunstancias, el imperio Bizantino tenía que importar el preciado elemento.
El comercio
La actividad comercial fue el fuerte de la economía bizantina. Un importante elemento en la economía fue su moneda, el solidus bizantino, de extendido prestigio en el comercio mundial de la época. Por su situación geográfica, el Imperio Bizantino fue un intermediario necesario entre Oriente y el Mediterráneo. Era especialmente importante la posición de la capital, que controlaba el paso de Europa a Asia. Al dominar el Estrecho del Bósforo, regulaba los intercambios entre el "Mare Nostrum" -desde donde se accedía a Europa occidental- y el mar Negro, que enlazaba con el norte de Europa y Rusia.
Básicamente existían tres grandes rutas que enlazaban la cuenca del Mediterráneo con el Lejano Oriente. Una, la más famosa, era la conocida como la Ruta de la Seda, de la que tantos viajeros dejaron testimonio, como fue el caso de Marco Polo. Era el camino más corto: atravesaba Persia y luego enlazaba con Sarnarkanda y Bujara, en Asia central. Otra ruta, que fue abierta en la época del emperador Justino II, era mucho más difícil: evitaba Persia y se extendía desde el mar Negro, a través de los puertos de Crimea, hasta alcanzar el mar Caspio. Desde ahí la ruta se dirigía a Asia central.
Mapa ilustrado de las aventuras de Marco Polo donde se distingue la Ruta de la Seda desde Constantinopla hasta Shangai.
Finalmente, por mar, una tercera ruta comercial se abría paso desde el puerto de Alejandría, en Egipto, a través del mar Rojo y del océano Índico, aprovechando los monzones, hasta llegar a la actual Sri Lanka. Esta ruta marítima posibilitaba el comercio con la India y con el reino de Aksum en la actual Eritrea. Una detallada relación de esta ruta se encuentra en ''Topografia cristiana” una obra escrita por el viajero Cosmas Indicopleustes en 550. El autor fue un marino griego, oriundo de Alejandría, que viajó a Etiopía, la India y Sri Lanka en la primera mitad del siglo VI, en su obra prueba la intensidad del tráfico comercial entre el Imperio Bizantino y la India. Cosmas también afirma que la Tierra es plana y rectangular, con igual forma y proporciones que el Tabernáculo, según se la describe en el Antiguo Testamento.
El comercio bizantino por esta tercera ruta desapareció cuando en el siglo VII se perdieron las provincias meridionales del imperio a manos del islam. Junto con las provincias meridionales del imperio, Constantinopla perdió el control sobre varias rutas mercantiles. El comercio bizantino entró en decadencia durante los siglos XI y XII. Debido a la insostenible presión a que lo sometía el Imperio Otomano, Constantinopla debió hacer ruinosas concesiones a Venecia, Génova y Pisa, siempre a cambio de una ayuda militar y financiera que nunca se concretó.
Constantinopla
Desde el punto de vista comercial, Bizancio era el eje económico que unía Europa con Oriente. Su desaparición hizo colapsar el comercio mediterráneo y generó cambios históricos de gran trascendencia. Tras la caída de Constantinopla, españoles y portugueses llegaron a América y África en busca de rutas alternativas. Los portugueses alcanzaron la India tras circunnavegar África. Los españoles patrocinaron las expediciones marítimas de Colón por el Atlántico. La disputa por el control del comercio mediterráneo quedó en manos de nuevas fuerzas históricas. Fue el comienzo de la Edad Moderna.
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