Imperio Bizantino: Sociedad
JERARQUIZACIÓN SOCIAL
Pirámide de la Organización social del Imperio Bizantino
La jerarquización social del Imperio Romano de Oriente es muy similar a la de otros imperios de la Edad Media europea, donde la religión y el estado van de la mano para dirigir las sociedades en lo que se denomina un “mandato divino”. La nobleza primera clase social privilegiada estaba conformada por la Iglesia y la Aristocracia, donde el basileus, quien “obtenía su autoridad de Dios” y no de su predecesor, era su dirigente y el único que podía nombrar los patriarcas de la Iglesia Ortodoxa.
Un talante particular de la sociedad bizantina es la jerarquía de la religión y del estamento eclesiástico en su ideología oficial, Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se hermanaron constantemente, para gobernar una sociedad cohesionada por la “verdadera fe” (la «ortodoxia»). De la aristocracia emanaban los funcionarios de los altos cargos administrativos del Imperio (la burocracia), que junto con grandes comandantes del Ejército habían heredados títulos nobiliarios y poseían inmensas extensiones de tierra y una privilegiada posición social. El clero, se volvió muy poderoso gracias a las constantes donaciones que recibía.
Algunos comerciantes juntaron riqueza gracias al prospero tráfico comercial. Sin embargo, por más acumulación de bienes que tuvieran no podían acceder a cargos políticos, continuaban perteneciendo al sector no privilegiado de la sociedad bizantina. La actividad artesanal, por su parte, resultaba muy próspera, se elaboraban productos como sedas, perfumes o jabones. Los artesanos bizantinos se organizaban en gremios. Cada gremio se dedicaba a la fabricación de un producto concreto y dependía de la administración imperial. Los campesinos hacían su aporte social con la agricultura y la ganadería. Los siervos libres o sin libertad carecían de cualquier derecho y ocupaban el último peldaño en la escala social.
Ilustración que representa los diferentes roles sociales en el Imperio Bizantino
El papel de la mujer en el Imperio bizantino
Gracias a la Emperatriz Teodora (501-548), las mujeres alcanzaron importantes conquistas sociales. Siendo prostituta conoció al Emperador Justiniano y aunque existía una ley que prohibía a la nobleza casarse con mujeres de orígenes dudosos, Teodora una mujer bella e inteligente consiguió casarse con el emperador. Pero no se conformó con ser su bella esposa, consiguió que el Emperador creara numerosas leyes que defendían la igualdad de la mujer.
Teodora fue autora de la primera ley del aborto que se conoce. Cambió la ley matrimonial restringiendo el derecho masculino a la bigamia y protegió del castigo al adúltero o la adúltera. También autorizó el matrimonio entre miembros de distintas clases sociales, razas o religiones y permitió que la mujer se pudiera divorciar libremente. A demás consiguió que se impusieran penas para los violadores y la prohibición de la prostitución forzosa. Creó planes de rescate para jóvenes que habían sido prostitutas, rehabilitándolas para otros oficios y mejoró el sistema de atención a la salud femenina.
Mosaico de la Emperatriz Teodora
Por otra parte, las mujeres de la nobleza bizantina eran vanidosas y presumidas, se sometían a verdaderos tratamientos de belleza, utilizaban cosméticos producidos con grasas de animales mezclados con mirra. Resaltaban la blancura de su tez destacando exageradamente el rojo en los labios y la forma de perfilar los ojos debía llamar la atención de quien las mirará.
Ana Comneno (1083-1153) fue una princesa bizantina, hija primogénita del emperador Alejo I Comneno, y es considerada la primera mujer historiadora. Una esmerada educación la convirtió en una erudita en literatura griega, historia, geografía, mitología y filosofía. Al acceder al trono su hermano Juan II Comneno, Ana y su madre se retiraron a un monasterio. Allí, Ana escribió en griego los quince tomos de “La Alexiada” historia referida al reinado de su padre Alejo I Comneno desde 1069 hasta su muerte. Ella es representante de un sin número de mujeres que sobresalieron en la historia del Imperio Romano de Oriente.
Vestimenta
La clase alta del Imperio Bizantino utilizaba la túnica como prenda básica de vestir, pero el aporte más notable en este período fue respecto a la introducción de los flecos, los adornos orientales y los bordados. También se observa la integración del manto semicircular sujeto en el hombro como indumentaria. Todos estos trajes se elaboraban de acuerdo a las pautas del libro de ceremonias imperial, donde todos debían vestir de acuerdo a este reglamento.
La vestimenta de la sociedad bizantina es heredada de los romanos, con la introducción de la bota de cuero puntiaguda que hace su aparición, junto con el calzado revestido en seda y decorado con perlas, bordados o piedras preciosas.
El vestuario en el Imperio Bizantino era un símbolo de poder adquisitivo y de posición social: la nobleza usaba vestidos recargados con adornos hechos en oro y telas de excelente calidad y los campesinos llevaban solo prendas de paño y lana. El revestimiento del pie pasa de ser un elemento funcional a uno de carácter estético, esta moda se impuso por toda Europa en las clases aristocráticas.
LA VIDA SOCIAL
El hipódromo
El hipódromo fue el centro deportivo, social y político de la capital del Imperio Bizantino. Fue construido por Septimo Severo, cuando la ciudad tenía apenas una moderada relevancia provincial y todavía se llamaba Bizancio. Su construcción era parte de un proceso de cierta modernización, en la que además se levantaron nuevas murallas. Renovó completamente sus instalaciones cuando Constantino el Grande, en 324, trasladó la capital imperial de Roma a Bizancio, que pasó a ser llamada Constantinopla.
Se calcula que el hipódromo de Constantinopla medía cerca de 450 metros de largo y unos 130 de ancho, con una capacidad para 100.000 espectadores. Estaba atravesado por una pista en forma de U. Sobre las casillas, en el extremo norte del hipódromo de Constantinopla, había cuatro caballos construidos en bronce que representaban una cuadriga. Esos cuatro corceles, hoy conocidos como "Caballos de San Marcos" fueron saqueados durante la Cuarta Cruzada, en 1204, y emplazados como trofeo de la cristiandad en la fachada de la Basílica de San Marcos, en Venecia. La pista estaba decorada con otras estatuas de bronce de caballos y aurigas famosos, pero no se conserva ninguna. Lo más probable es que hayan sido destruidas cuando la ciudad cayó en manos de los turcos otomanos, en 1453.
Reconstrucción pictórica del centro administrativo de Constantinopla donde se ve el hipódromo, el Palacio Imperial y la Iglesia de Santa Sofía.
El palco del emperador, conocido como Kathisma, estaba situado en el extremo este de la pista. Al mismo se accedía directamente desde el Gran Palacio, a través de un pasillo que sólo el emperador y otros miembros de la familia imperial podían utilizar. En la base del Obelisco de Teodosio se observa un cuadro de este emperador en la Kathisma, ofreciendo una corona de laurel a los triunfadores de una carrera.
El "pan y circo" oriental
La pérdida de territorios y el debilitamiento económico y militar del Imperio Bizantino generaron el descontento popular. Muchos campesinos se resistían a ser reclutados o directamente se sumaban a las tropas invasoras. Para frenar el descontento, los emperadores bizantinos echaron mano al recurso que habían implementado los emperadores de Occidente: la política del "pan y circo'. Por supuesto, con más circo que pan, los espectáculos circenses fueron incentivados para entretener al pueblo. Sin gran oposición de la Iglesia, volvieron las luchas de gladiadores.
SITUACIÓN DEMOGRÁFICA DEL IMPERIO BIZANTINO
Bizancio es considerado un imperio multiétnico, heredero de la cultura romana, que surgió como un Estado cristiano y culminó, sus más de 1000 años de historia en 1453, como un Estado griego ortodoxo. Los bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y alargaron el uso del término cuando se transformó en sinónimo de helenos.
Las mayores concentraciones de población del Imperio Bizantino estuvieron siempre en las regiones asiáticas, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor. Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del imperio. La población de Alejandría alcanzó unos 300.000 habitantes, y Antioquía, 250.000. La agricultura y el comercio eran las actividades principales y, en el ámbito artesanal, la producción textil. La vida urbana y la rural se combinaban satisfactoriamente y animaban un intercambio comercial de producción y consumo que sólo alteraban las guerras y sus secuelas de destrucción, hambruna y peste. La carga más pesada era el mantenimiento del ejército.
El Imperio bizantino hacia el año 1000. Desde el siglo VII, con la ascensión del Islam, el imperio perdió gran parte de sus territorios viéndose reducido a Anatolia y los Balcanes.
No es fácil calcular la población del imperio, precisamente por la variación de sus fronteras. Las mayores concentraciones de población estuvieron en la parte asiática, sobre todo en el litoral egeo de Asia Menor. Los demógrafos calculan que, hacia finales del siglo IV, la población total del Imperio Romano de Oriente alcanzaba los 25 millones de habitantes, repartidos en un área de unos 1.600.000 km². Hacia el siglo IX, sin embargo, tras la pérdida de las provincias de Siria, Egipto y Palestina y la crisis de población del siglo VI, albergaba alrededor de 13 millones de personas, esta vez en un territorio de 745.000 km².
Al promediar el siglo XIII, el Imperio Bizantino sufrió drásticas mermas territoriales. Las proyecciones demográficas establecen una población de no más de 4.000.000 de personas. Desde entonces, el territorio que abarcaba el imperio –y consecuentemente, su población- fue decreciendo de manera acelerada hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos, en 1453.
La concentración urbana
El crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglos IV y V. En el siglo V, convertida en sede de la Iglesia Católica y del Papado, Roma contaba con sólo unos 100.000 habitantes. Constantinopla, en cambio, que en el momento de su fundación contaba escasamente con unos 30.000 habitantes, llegó en épocas de Justiniano a los aproximadamente 400.000 pobladores.
Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio Bizantino, Alejandría en esa misma época rondaba en torno de los 300.000 habitantes, y Antioquía gozaba de una población que llegaba a los 250.000 habitantes. El imperio contaba con otros grandes centros urbanos, como Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.
Constantinopla
La sucesión de guerras acarreó desastres sanitarios que afectaron la evolución demográfica. En el siglo VI se produjo un importante retroceso en la urbanización. Los grandes centros poblacionales resultaron diezmados por las epidemias, a las que se unieron diversas catástrofes naturales, en especial numerosos sismos. Tras la pérdida de Siria, Palestina, Egipto y Cartago, en el Imperio Bizantino sólo quedaron dos grandes ciudades: Constantinopla y Tesalónica.
Al parecer, la población de Constantinopla decreció considerablemente durante los siglos VI y VII y sólo comenzó a recuperarse a mediados del siglo VIII. Se estima que su población sería de 300.000 habitantes durante el renacimiento macedónico, y de no menos de 500.000 bajo la dinastía de los Comneno.
En los últimos tiempos del imperio, las ciudades sufrieron un declive. El territorio se vio sometido a un proceso de ruralización, signado por un acelerado pasaje de grandes extensiones de tierra a manos privadas. Numerosas tierras fiscales debieron ser privatizadas por el Estado a fin de solventar los ya insostenibles gastos militares. Muchos de estos latifundios terminaron por convertirse en feudos independientes, cuyos propietarios pasaron a integrar gradualmente la nobleza feudal. Se estima que, en el momento de su conquista por los turcos, Constantinopla contaba con unos 50.000 habitantes, y Tesalónica, no superaba los 30.000.
Ilustración de las fuerzas otomanas ingresando a Constantinopla en mayo de 1453
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