Vasallaje y servidumbre
Antecedentes
De Roma provienen el colonato, la esclavitud y la religión cristiana, que darían origen a las relaciones de servidumbre y a las pautas de comportamiento moral de la sociedad medieval. De la organización de los pueblos germánicos se conservaron: el séquito o grupo de hombres que se unían a un caudillo a quien le juraban lealtad para defender su honor y seguir su suerte; la costumbre de donar tierras por prestación de servicios militares. Los anteriores elementos serán la fuente del vasallaje y el beneficio por servicios prestados, tan comunes en el feudalismo. El vasallaje y la servidumbre serán las relaciones de dependencia y subordinación más duraderas y estables del medievo.
El vasallaje
A fines del siglo X el único lazo político que une a los miembros de la nobleza es el vínculo personal. Los caballeros residentes en los territorios del castillo habían engrosado las casas aristocráticas. Sus tierras se fundieron en el gran dominio del señor, convirtiéndose en una explotación dependiente. Con ella, entraban en una relación de subordinación con el señor de la fortaleza. Estaban obligados a protegerle y acudir en su ayuda.
El mantenimiento de esta relación de vasallaje entre los nobles, exigió de los servicios prestados por el vasallo una retribución regular. En los actos de vasallaje se hizo costumbre la distribución de regalos entre los vasallos; caballos, armas, piezas de oro y plata, y la concesión de tierras, se convirtieron en los medios materiales que aseguraban el mantenimiento de la fidelidad entre los súbditos y sus señores.
De las retribuciones del señor a sus vasallos, quizás la que desempeña el papel más sobresaliente es la cesión de tierras y los derechos derivados de su tenencia. El feudo es la tierra concedida por el señor, situación que lo liga más fuertemente con el feudatario, y estrecha los vínculos personales. El noble no dispone del feudo recibido con entera libertad. Mantiene el feudo y los derechos adquiridos mientras se cumplan las obligaciones mutuas pactadas en el juramento del vasallaje.
Hombres libres, pero de rodillas
Para que un hombre libre entrara en vasallaje se realizaban dos ceremonias públicas: la de homenaje y la de investidura.
La ceremonia de homenaje era la formalización del compromiso. El vasallo, sin armas y en posición de rodillas, juntaba sus manos con las del Señor, juraba ser fiel y declaraba convertirse en ese momento en su hombre y después lo besaba en los labios como señal de acuerdo mutuo.
Vasallo y Señor, desde entonces, quedaban estrechamente ligados con una serie de obligaciones del uno hacia el otro, que se mantenían mientras vivieran, salvo que las cláusulas fueran violadas por una de las partes. El vasallo contraía una serie de deberes para con su señor que se resumían en dos: la ayuda (auxilium) y el consejo (consilium). La ayuda consistía en la prestación de un servicio militar, es decir, prestar sus armas, proveer de caballeros y soldados primero a los ejércitos del señor, y económica en casos especiales como pagar el rescate en caso de que fuera capturado en guerra. El deber de consejo consistía en acudir a la corte del señor para formar parte del tribunal de justicia o para darle su opinión cuando era solicitada. Las asambleas de nobles en la corte feudal dan testimonio de estas decisiones, como de la existencia de estrechos lazos de parentesco que previenen posibles agresiones. Por su parte, el señor tenía que socorrer a su vasallo contra todos sus enemigos y concederle un feudo.
El feudo se entregaba en una ceremonia denominada la investidura. En ella el señor le daba al vasallo un ramillete de flores o un puñado de tierra o una espada o un guante u otro objeto simbólico, esto significaba que existía entre ellos un contrato o acuerdo.
El feudo era un bien, por lo general tierras de muy variada extensión. Frecuentemente, los señores daban castillos en feudo; existieron muchas otras modalidades de feudo, como dignidades, funciones o derechos. Un feudo de dignidad era el nombramiento de conde para gobernar y administrar un condado (provincia). La paga o mantenimiento consistía en disfrutar de una parte de los tributos y multas que cobrase. Entre los feudos de función o de derechos, figuraban administrar justicia en las tierras de un monasterio, acuñar monedas, cobrar peajes en puentes y caminos, percibir una parte o la totalidad del diezmo (décima parte del producto de las cosechas que los fieles abonaban para el sostenimiento del culto y los templos). Mas tarde apareció el feudo de bolsa o derecho a recibir una suma de dinero del señor en determinados casos o fechas fijas.
El incumplimiento de estos compromisos podía llevar a que el señor declarara felón (traidor) a su vasallo, lo que implicaba la confiscación del feudo, o que el vasallo desafiara a su señor, le retirara su fidelidad y le devolviera su feudo.
En un comienzo los feudos no eran hereditarios. Pasaron a serlo a finales del siglo X, porque los vasallos lograron dominar su feudo y relajar sus compromisos frente a su señor. Entonces, los feudos se volvieron hereditarios y se pudieron enajenar, dividir o subenfeudar. En consecuencia, tan pronto moría el vasallo sus hijos varones pasaban a jurarle fidelidad al señor y se convertían en nuevos vasallos de éste.
Algunos vasallos dejaron de cumplir con el deber de consilium al ausentarse de las asambleas y sustituyeron el auxilium militar, por una ayuda exclusivamente financiera. También se encomendaron a varios señores, reservando su fidelidad al más generoso. Para enfrentar esta situación, a fines del siglo XI surgió el homenaje ligio que debía prestarse al señor que gozaría de la fidelidad preferencial. Éste fue exigido por los soberanos a sus vasallos, en las monarquías feudales, en donde el rey pretendía ser señor de señores.
La servidumbre
En los primeros siglos medievales se llamaba siervos a los descendientes de antiguos esclavos que trabajaban en los mansos serviles de la villa. El abuso de los poderes señoriales condujo a la mayoría de los campesinos, antes libres o semilibres, a la servidumbre.
La servidumbre no era igual a la esclavitud, a pesar de la falta de libertad en ambos sistemas. El esclavo de la antigüedad era objeto de compraventa y explotación. Al siervo medieval se le reconoció su condición de persona humana, aunque incapacitada jurídicamente para ejercer derechos y tomar decisiones, como si fuera un menor de edad. De ahí las características paternalistas del poder señorial para prohibir, exigir, juzgar y castigar al siervo.
La servidumbre medieval tenía carácter personal y hereditaria. Estaban sujetos al amo, el hombre, su esposa e hijos, pero no sus objetos. Así, los siervos podían tener pequeñas tierras propias fuera de la villa y disponer de ellas, sin embargo, su persona estaba atada al señor y su condición servil la transmitía a sus descendientes. La servidumbre fue el alto precio que pagaron muchos campesinos por su seguridad, pues el señor del que dependían, si bien los explotaba, también los protegía de asaltantes e invasores.
El siervo del señorío, sometido a un amo que no ha elegido, tiene varias obligaciones. Contribuye con parte de los alimentos de la casa del señor, realiza trabajos en sus tierras, custodia el castillo y sigue como combatiente a los caballeros feudales. Por el uso del molino o del horno deben pagar una tasa del producto. El señor y su corte de caballeros son hospedados y atendidos por los súbditos en sus correrías. Los delitos de adulterio, robo y asesinato son juzgados en la corte feudal. El cumplimiento de las obligaciones se logra con la aplicación de la ley, la fuerza de la costumbre y el empleo de la caballería que rodea la fortaleza.
La relación de dominación del señor feudal sobre el siervo se ejercía además por: el censo matrimonial; tributo de vasallaje pagado por cada persona de una familia; la pernada, especie de obligación que contraía el siervo con el señor al momento del matrimonio. No obstante, la penuria económica que significaba pagar todas estas obligaciones, el siervo podía obtener un pequeño excedente que le permitía acceder a algunos bienes y herramientas. De esta forma, el siervo, a diferencia del esclavo, participaba del producto de su trabajo, y aunque no tenía libertad para movilizarse de un feudo a otro, por lo menos era dueño de su propia existencia, albergando la ilusión de obtener algún día su libertad. La servidumbre constituyó la base de las relaciones sociales en el modo de producción feudal.
A fines del siglo XIII se generalizó en algunos países, como Inglaterra y Cataluña, la servidumbre de la gleba, o sea, que el siervo estaba vinculado a la tierra (gleba) y si ésta era cedida en feudo o vendida, los siervos pasaban al nuevo propietario.
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