Inflación y canasta familiar
La Inflación
Como su nombre lo indica, la inflación es un aumento constante y persistente del nivel general de precios a lo largo del tiempo, que destruye el poder adquisitivo del dinero. Con ello, cada vez necesitamos más pesos para comprar un producto o un servicio. Por ejemplo, si en enero de 2015 un trabajador recibía un salario mensual de un millón de pesos, con el cual atendía sus necesidades de alimentación, vestuario, transporte, vivienda, salud, educación y recreación, y al finalizar ese año la inflación fue del 6%, el ingreso de esta persona perdió capacidad de compra por $60.000, o lo que es lo mismo, para comprar igual cantidad de bienes y servicios adquiridos en enero necesita de $60.000 adicionales al concluir el año 2015.
Lo que ocurre en la práctica es un empobrecimiento de la calidad de vida del trabajador a quien se le reduce la capacidad de compra de su salario, por causa de la inflación de los precios. En este caso, el trabajador, como agente económico, necesita que su salario, que también tiene un precio en la economía, sea incrementado anualmente como mínimo un porcentaje igual a la inflación ya ocurrida, es decir 6%.
¿Cómo se identifica?
En esencia, la inflación es un desequilibrio entre la oferta de productos y servicios y la cantidad de dinero disponible en un determinado momento para demandar o comprar esos bienes, que tienden a ser escasos. Recurriendo al lenguaje de John Keynes, el economista más importante del siglo XX, la inflación se caracteriza por un exceso de demanda global, a través de los llamados medios de pago, sobre la oferta también global de productos y servicios.
Sin embargo, no todo aumento de precios es de tipo inflacionario, toda vez que aquél puede provenir de una reducción en la oferta de bienes. La subida de precios de carácter inflacionario tiene un origen de tipo monetario, o sea, producido por una expansión generalizada de la circulación y disponibilidad de dinero, lo cual eleva la capacidad de la población para adquirir productos en el mercado. El alza de precios en diciembre, por ejemplo, es de tipo inflacionario, debido a la enorme circulación de dinero que se registra en esta época, pues las familias disponen de ingresos extraordinarios provenientes del pago de la prima de fin de año que realizan las empresas.
Tipos de inflación
El fenómeno de la inflación no se registra con igual intensidad en todas las naciones. Su nivel depende del manejo que las autoridades den a la economía y del grado de desarrollo de la producción. Por ejemplo, en los Estados Unidos, Alemania, Japón o Inglaterra, las tasas de inflación oscilan entre el 2% y el 4%. Entre tanto, en América latina se encuentran inflaciones que van desde el 3%, como en Chile, hasta el 20%, en Argentina.
En la economía mundial se identifican, por lo general, tres tipos de inflación:
Inflación galopante: Este tipo de inflación ocurre cuando el desequilibrio entre la oferta de productos y servicios y la demanda de los mismos adquiere tal magnitud que los precios se disparan a niveles incontrolables. Es decir, alzas del 200%, 500% ó 1.200%. En este caso, estamos frente a una hiperinflación.
Inflación reptante: Se caracteriza por un alza regulado en los niveles de precios.
Inflación reprimida: Se trata de aquella inflación que es frenada por las autoridades económicas, mediante la congelación temporal de los precios de los bienes y servicios, lo mismo que de los salarios. Si bien es cierto que por esta vía se impide momentáneamente un disparo en los precios, se trata de una medida temporal, pues una vez se levanten los controles, los precios se desbocan, provocando quizá una inflación mayor.
El peor impuesto
Si bien la inflación dejó de ser uno de los principales problemas de la economía mundial, en especial en los países en desarrollo, este fenómeno continúa actuando como un impuesto que golpea de forma más fuerte a quienes tienen ingresos bajos. Afecta en especial a aquella parte de la población que tiene menos capacidad para protegerse del impacto de la inflación.
Así, por ejemplo, quien tiene un inmueble valorado en 50 millones de pesos, cada año reajusta automáticamente el precio de su propiedad en un porcentaje igual al de la inflación. Si esto fue del 6%, el valor del inmueble subirá tres millones de pesos, llegando a un precio de 53 millones. En este caso, no se trata de una utilidad sino que el dinero invertido en estos bienes mantiene su poder adquisitivo.
Situación bien distinta ocurre con centenares de trabajadores cuyo único patrimonio es su salario, el cual se deteriora por efecto de la inflación. En consecuencia, quedan obligados a dedicar un porcentaje cada vez mayor de su salario a la compra de los productos de la canasta familiar en detrimento del ahorro, que es un elemento clave para progresar.
La Deflación
Este fenómeno, que es contrario a la inflación, consiste en una reducción sustancial y persistente de los precios. Generalmente se identifica como una situación en la que el ritmo de la actividad económica se reduce. Si este proceso deflacionario va acompañado de una persistente reducción de las operaciones comerciales, y en general de los negocios, se puede decir que la economía entró en recesión. Pero si la situación se agrava aún más y la disminución de la actividad económica alcanza niveles críticos, con quiebra de empresas, gran desempleo y escasez creciente de capital, aparece la depresión económica.
Se podría pensar que con la deflación ganan aquellas personas que tienen ingresos fijos, como los asalariados, quienes podrían comprar productos a precios cada vez menores, lo que les aumentaría su poder adquisitivo. Sin embargo, la realidad es otra, pues la experiencia muestra que esta disminución en los precios no es perdurable. Cuando hay deflación los empresarios no pueden mantener ciertos costos, por ejemplo, los salarios, de modo que si éstos no se congelan o reducen, muchos empresarios tendrían que reducir el número de trabajadores que han venido empleando, lo cual provocaría desempleo.
Adicionalmente, quienes reciben ingresos a través de intereses por dineros que han entregado en préstamo a otras personas, se exponen a que sus deudores se conviertan en morosos, al carecer de dinero y capacidad de pago. Por esto, los gobiernos tratan de evitar que las tendencias deflacionarias se conviertan en graves depresiones económicas. Para lograrlo toman medidas estimulando la demanda de bienes y servicios por parte de la población. En este caso, por lo general liberan dinero a la economía, incrementando el gasto público.
La canasta familiar
Consiste en una medición mensual que realiza el Departamento Nacional de Estadística DANE, de los precios de los productos de primera necesidad, como los alimentos, el calzado, el vestuario, los medicamentos y la vivienda, lo mismo que aquellos intangibles, como los servicios, arriendos, pensiones escolares y consultas médicas, que son de uso común en la vida cotidiana de las familias. Con base en esta medición mensual, el DANE establece el llamado índice de Precios al Consumidor (IPC).
El Índice de Precios al Consumidor lo calcula el DANE con base en los precios de los bienes y servicios de consumo más importantes que la comunidad requiere usualmente. Mediante el IPC se miden los cambios en los precios de los productos que componen la canasta familiar en Colombia.
La determinación de los productos de la canasta familiar se hace mediante una encuesta general dirigida a los hogares. A través de ella, se averigua cuáles son los productos y servicios a cuya adquisición se dedica más presupuesto familiar. De esta manera, el DANE establece una canasta familiar para obreros, es decir para la población de bajos ingresos, y otra para empleados, o estrato de ingresos medios. De la unión de esas dos canastas resulta la canasta familiar total, que nos sirve para medir la variación global de los precios.
De los productos que componen la canasta familiar, se estima que el 29,5% del presupuesto familiar se destina para la compra de alimentos, otro 29,4% para vivienda, donde se incluye el pago de arriendos, servicios de agua, energía, gas y teléfono, además de la compra de muebles y productos de limpieza; el 13.49% para transporte, el 7.31 % para vestuario, el 4,83% para educación, el 3.98% para salud y el 3.6% para cultura, diversión y esparcimiento. Existe un rubro de la canasta denominado otros, en el cual las familias usan el 7,89% del presupuesto, allí están incluidas las bebidas, el tabaco y los artículos de aseo personal.
¿Dónde merca el DANE?
Para establecer la variación en los precios de los productos de la canasta familiar, el DANE realiza, desde 1954, una medición del Índice de Precios al Consumidor sobre siete grupos de productos, en 13 ciudades del país: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Manizales, Pasto, Pereira, Cúcuta, Montería, Neiva, Cartagena y Villavicencio.
Con el fin de establecer el crecimiento de los precios de los alimentos, el DANE lleva a cabo cada 10 días una medición de éstos en las tiendas, plazas de mercado, supermercados y almacenes de cadena. En el caso del vestuario y los demás grupos de la canasta familiar, la medición la realiza mensualmente en los sitios donde se venden estos bienes y servicios.
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