La ciudad nos transforma
La ciudad encantada
“La ciudad aparece como una densa red simbólica en permanente construcción y expansión. La ciudad, cada ciudad, se parece a sus creadores, y estos son hechos por la ciudad”.
Armando Silva, Imaginarios urbanos, Tercer mundo editores: Santa Fe de Bogotá, 1992, pág. 19.
Ser urbano o pertenecer a la ciudad no corresponde exclusivamente a la condición de habitar en ella. La ciudad se presenta como un escenario de cultura, de comunicación de imágenes, de vivencias y de prácticas que involucran, de manera activa, a todos los que tienen que ver con ella. Por ejemplo, cada vez que surge una nueva situación en la ciudad como la construcción de un parque, una vía o un centro comercial, sus habitantes van a esos sitios a conocerlos, usarlos y apropiarlos, y pronto los considerarán como lugares de encuentro e identificación personal y colectiva, y como espacio de expresión urbana. Así, con los elementos nuevos, la ciudad y sus ciudadanos se transforman.
La ciudad se construye, de igual manera, con sus expresiones que generan comportamientos determinados y una mentalidad urbana; los graffittis, las vallas, la publicidad, los avisos callejeros, las carteleras de cine, los murales y lo difundido en la radio y la televisión. Se afirma que la ciudad se define y se hace por sus habitantes, vecinos y visitantes que, con sus formas particulares de asumir la vida y la cultura, van tejiendo la gran red de relaciones que ella incluye.
Ciudad e identidad
La identidad con la ciudad se configura en la medida en que somos conscientes de que habitar no es simplemente residir. Habitar es comprender y dar significación personal al desarrollo mismo de lo urbano. La estructura física de la ciudad es como un libro en el que se puede leer la historia, la cultura y la manera de ser de un determinado grupo de personas. Al aprender a leer e interpretar la ciudad, se motiva el aprecio y el sentido de pertenencia, se dota de sentido la vida misma de la ciudad y de la persona, y se aprecian estéticamente los espacios que hacen parte integral de la formación del ciudadano.
En este proceso de identificación con la ciudad, es indispensable que en los ciudadanos (residentes de una ciudad y no relacionado con la mayoría de edad) se generen actitudes de responsabilidad y cuidado por su ciudad. El ciudadano en la medida que sea un ser consciente puede entender la ciudad e interactuar con ella y con los demás en la construcción de la vida urbana. Solamente cuando el ciudadano tiene sentido de pertenencia con su ciudad, es capaz de obtener de ella los elementos propicios para su desarrollo integral.
Hacia una cultura ciudadana
La construcción de una cultura ciudadana, para aprender a usar la ciudad, a convivir en ella, a disfrutarla y a convertirla en productiva, requiere la creatividad, el ingenio, la voluntad y el compromiso de cada habitante. Es necesario que desarrollemos una serie de competencias para responder a los desafíos propios de la ciudad. Al respecto, Josep M. Puig plantea la necesidad de que cada ciudadano desarrolle capacidades para la crítica, para formular proyectos alternativos, para la resolución de conflictos presentados en la acción, para diseñar y participar en programas de acción cívica y capacidad de comunicación. Para que la vida de la ciudad se dignifique y se convierta en un modelo de respeto y desarrollo, la ciudad requiere de esta serie de actitudes y comportamientos.
Los procesos de urbanización han crecido rápidamente en los últimos tiempos. La ciudad y lo urbano se han convertido en el centro de significación y vida para un gran número de personas. Ser urbano o pertenecer a la ciudad trasciende el residir como condición natural y lleva a entender, comprender, depender y disfrutar la ciudad.
La ciudad se construye y se transforma continuamente en su arquitectura, sus expresiones y en la medida en que sus habitantes se relacionan con ella. Es, además, un escenario de comunicación de imágenes, vivencias y experiencias. Es cotidiana y, a la vez, educadora.
Es importante adquirir sentido de pertenencia con la ciudad, pues solamente así se toman de ella elementos que nos permiten un desarrollo integral. En la medida en que nos apropiamos de la ciudad, desarrollamos destrezas y habilidades que nos permiten circular y habitar en ella. La educación ciudadana es un proceso de formación que ofrece, a los habitantes, competencias mínimas de comportamiento, apropiación y convivencia con la ciudad. Su promoción ha de ser una preocupación constante de las comunidades pues la urbanización del mundo se acelera cada día.
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