La Luna
Una de las características que singularizan a la Tierra es la de poseer un satélite que, además de ser uno de los más grandes del sistema solar, es el que guarda una mayor proporción con respecto al tamaño de su planeta correspondiente.
Aunque se ve brillante, la Luna es uno de los cuerpos celestes con el albedo más bajo; tan sólo refleja un 7% de la luz que recibe del Sol, siendo tal brillantez únicamente debida a la escasa distancia que nos separa de ella, unos 384.000 km.
La densidad de la Luna es muy inferior a la de la Tierra, unas 3,6 veces la del agua. La aceleración de la gravedad en la superficie es 1/6 de la terrestre, y la velocidad de escape, de 2,4 km/s. Es precisamente esta pequeñísima velocidad de escape la que hace que no pueda retener una atmósfera compuesta por moléculas relativamente ligeras, como las que constituyen la atmósfera terrestre. Una de las principales consecuencias que tiene esta ausencia de atmósfera son las enormes variaciones de las temperaturas, que oscilan entre los 107 °C durante el día y los -173 °C por la noche, produciéndose tan radicales variaciones en tan solo una hora.
La rotación de la Luna es sincrónica con respecto a la de la Tierra; tarda lo mismo en realizar un giro sobre su eje que en completar un movimiento de traslación en torno a ella, y esto tiene lugar cada 27 días y ocho horas, período de tiempo que recibe el nombre de rotación sidérea. Es por ello que los «días» y «años» lunares tienen la misma duración y por lo que sólo podemos ver una cara de su superficie; en realidad, aproximadamente el 59% debido al fenómeno de la libración. La libración es el conjunto de movimientos de oscilación que presenta el disco de la Luna con respecto a un observador ubicado en la Tierra.
Recreación artística del impacto de un meteoroide en la superficie lunar. La torturada superficie del único satélite natural de la Tierra, rebela la huella de las colisiones de múltiples asteroides. La ausencia de atmósfera deja a la superficie lunar expuesta tanto a las radiaciones como a los cuerpos sólidos de todo tamaño procedentes del espacio exterior.
Se calcula que existen más de 200.000 cráteres sobre la superficie lunar, de los que unos 30.000 están catalogados. Algunos de dichos cráteres presentan un sistema de «raves» que irradian a su alrededor; destacando en este sentido los que posee el cráter Tycho, que tienen una anchura media de 16 km, y se prolongan durante varios cientos de kilómetros por la superficie lunar. Alternando con los cráteres se encuentran zonas relativamente llanas, de color pardo oscuro y más o menos desprovistas de tales accidentes, que reciben el nombre de mares, ya que hubo un tiempo en que, en efecto, se creían cubiertos de agua. Entre los más importantes se cuentan el Mar de la Tranquilidad (Mare Tranquilitatis), el Mar de la Serenid d (Mare Serenitatis) y el Oceanus Procellarum.
Algunas zonas lunares
Fases lunares
Desde tiempos remotos, el hombre fue consciente de los cambios que periódicamente sucedían a ese círculo brillante que iluminaba la noche. Efectivamente, el disco lunar crece o mengua e incluso llega a desaparecer en fases que se suceden a medida que transcurren los días. Tales fases no son sino la consecuencia de los cambios que en sus posiciones relativas sufren la Luna, la Tierra y el Sol. De esta forma, cuando la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra, tapa con su sombra a ésta y no se puede ver su cara iluminada; es entonces cuando se produce la fase llamada de luna nueva.
Transcurridos aproximadamente dos días desde este momento, comienza a hacerse visible un delgado creciente hacia el oeste, con su lado convexo orientado al lado de Poniente, que va creciendo a medida que pasan los días hasta alcanzar la mitad del disco iluminado al cabo de una semana. Es la fase de cuarto creciente. Desde este momento, comienza progresivamente a alejarse del Sol al tiempo que su aspecto se aproxima cada vez más al de un círculo perfecto y su luminosidad se intensifica. Cuando por fin se sitúa en total oposición al Sol es cuando se encuentra en fase de luna llena, momento en que alcanza su mayor brillantez y forma circular.
Fases lunares. La Luna Nueva no se visualiza, ya que precisamente su fase se trata del oscurecimiento total del lado de la cara que se mira desde la Tierra.
A partir de aquí se inicia el proceso a la inversa, es decir, se aleja progresivamente del Sol mientras que el disco visible se hace cada vez más pequeño hasta alcanzar el semicírculo característico de la fase de cuarto menguante, con la convexidad orientada hacia Levante. Después, el ciclo continúa con un progresivo adelgazamiento del cuarto hasta que se pierde por completo en la siguiente fase de luna nueva.
Las mareas
Las mareas consisten en ascensos y descensos periódicos en el nivel de las aguas de los mares y océanos que cubren la Tierra. Son una de las consecuencias más evidentes de la atracción gravitatoria que ejercen sobre la Tierra, el Sol y la Luna. En este sentido, la fuerza de atracción que ejerce la Luna es mayor que la realizada por el Sol pues, si bien su masa es muy inferior, también lo es la distancia que tiene con la Tierra. No en vano, en el momento en que la Luna está más cerca del planeta, un punto cualquiera situado sobre la superficie terrestre se encuentra unos 6.500 km más cerca de la Luna que del propio centro de la Tierra, por lo que la atracción gravitacional ejercida por ella es superior a la propia gravedad terrestre.
Como consecuencia de ello, se produce un abombamiento de la superficie terrestre por el lado en que mira a la Luna, aunque este efecto no se puede percibir en la superficie sólida de la corteza y sí en el comportamiento de las masas de agua debido a su fluidez. Lo mismo ocurre en la cara opuesta de la Tierra, con lo que la marea sube y baja dos veces al día variando el momento en que esto ocurre en función de la fase lunar que tenga lugar en ese momento.
La Tierra necesita dar algo más de una vuelta sobre su eje para volver a tener a la Luna sobre un mismo meridiano, por eso de una marea alta a la siguiente transcurren aproximadamente 24 horas y 50 minutos, y lo mismo ocurre entre una bajamar y la próxima.
Por otra parte, a la acción que la masa lunar ejerce sobre las aguas hay que sumar la propia del Sol, que acrecienta los efectos de la atracción gravitatoria lunar durante las fases de Luna Llena, momento en que Sol y Luna se encuentran en oposición, y de Luna Nueva, cuando se encuentran en conjunción, provocando con ello las fuertes mareas vivas. Al contrario, en las fases de Cuarto Creciente y Cuarto Menguante, el Sol debilita el efecto de atracción de la Luna, dando lugar a las mareas muertas.
Eclipse lunar
El eclipse lunar sucede cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, formando un cuerpo de sombra que oscurece la Luna. Este fenómeno solo puede acontecer si los tres cuerpos: la Tierra, el Sol y la Luna, están exactamente alineados, así la Tierra interfiere los rayos solares que se direccionan a la Luna. La característica particular de este fenómeno es que puede ocurrir únicamente en la fase de Luna Llena.
Los eclipses de Luna se producen cuando ésta penetra en el cono de sombra que la Tierra crea al interponerse en el camino de los rayos del Sol. Alrededor de este cono de sombra se crea una zona de penumbra donde el oscurecimiento no es completo.
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