Dios
Los límites del argumento filosófico
La Ilustración del siglo XVIII fue un período de racionalismo, y una de sus consecuencias más importantes fue la erosión de la fe cristiana en los ambientes cultos. Este efecto no fue intencionado, ya que muchos filósofos de la Ilustración se propusieron demostrar la existencia de Dios por medio de la razón. Por ejemplo, el francés René Descartes y el alemán Gottfried Wilheilm Leibniz estaban convencidos de que se podía demostrar mediante la razón la necesaria existencia de Dios.
En el siglo XVIII, otros filósofos, como el alemán Immanuel Kant, continuaron esforzándose por justificar la fe en Dios con argumentos racionales. Pero en el siglo XIX empezaron a surgir autores que opinaban que el pensamiento lógico no servía para debatir la existencia de Dios ni para analizar la fe. El danés Soren Kierkegaard y el alemán Friedrich Nietzsche adoptaron posturas contrarias. Kierkegaard había estudiado teología y, aunque no le gustaba cómo estaba organizado el cristianismo, era un pensador religioso convencido. Afirmaba que hay que aceptar a Dios, aunque desde el punto de vista racional parezca absurdo. Nietzsche era decididamente anticristiano, y proclamó que había llegado el momento de crear una nueva forma de existencia, centrada en la creatividad humana y no en Dios.
Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855) Ludwig Andreas Feuerbach (1804-1872)
Para los filósofos alemanes Ludwig Feuerbach y Karl Marx, la religión era una proyección idealizada de la esencia humana: no fue Dios quien creó al hombre, sino el hombre quien creó a Dios, que no es más que un invento de la conciencia humana. Marx creía, además, que la religión forma parte de una ideología que anima a los oprimidos a aceptar su destino: «La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el alma de unas condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo».
La muerte de Dios
Friedrich Nietzsche aseguraba que el concepto de Dios es una invención humana, y que cuando nos hacemos conscientes de ello ya no podemos basar nuestras creencias religiosas y morales en ninguna realidad divina externa. «Dios ha muerto», declaró; había llegado el momento de crear un nuevo sistema de valores. En muchos aspectos, este argumento era la inevitable conclusión del auge del antropocentrismo -considerar al ser humano como centro del mundo-, implícito en la filosofía desde la obra de Kant. Si se mira la existencia a través de categorías humanas, nuestro propio concepto de Dios debe ser una creación humana.
Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844-1900) Jean-Paul Sartre (1905-1980)
El filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre dio por buena la muerte de Dios. Gran parte de su obra escrita es un intento de estudiar la condición humana en un mundo sin un motor primario que pueda servir de base y estructura para comprender la existencia. Los filósofos analíticos angloamericanos del siglo XX tienden a estar de acuerdo en que la filosofía puede ayudarnos a aclarar conceptos religiosos, pero no puede ofrecer una base segura para la fe religiosa.
Fe y razón
En la época en que René Descartes sostenía que el funcionamiento de la razón humana revelaba la existencia de Dios, el matemático francés Blaise Pascal adoptó un enfoque totalmente práctico, argumentando que, teniendo en cuenta las posibilidades, sería tonto vivir como si Dios no existiera. Según el razonamiento de Pascal, o Dios existe o no existe.
Si creemos en Dios, y Dios existe, seremos premiados con la dicha eterna en el cielo. Si creemos en Dios, pero Dios no existe, sólo nos habremos perdido algunos placeres pecaminosos. Si no creemos en Dios y Dios existe, podemos gozar de unos cuantos placeres pecaminosos, pero seremos condenados para toda la eternidad, y si no creemos en Dios y Dios no existe, nuestros pecados quedarán sin castigo. ¿Qué jugador razonable pensaría que vale la pena arriesgarse a ir al infierno por gozar unos cuantos placeres pecaminosos?
Blaise Pascal (1623-1662) Immanuel Kant (1724-1804)
En el siglo XVIII, Immanuel Kant intentó encontrar la manera de demostrar la existencia de Dios por medio de la filosofía. Sin embargo, en el resto de su obra insistía en que las personas no pueden conocer la realidad directamente, las «cosas en sí mismas»; lo que es real en sí mismo está fuera del alcance de la experiencia humana. Aunque Dios existiera, no podríamos conocerle.
Kant pensaba que un cristiano puede tener fe en Dios, y que esta fe es consistente con la razón. Puesto que los seres humanos disponen de autonomía para crear valores morales, no sería irracional creer en un Dios que diera sentido al terreno moral. Georg Hegel, compatriota de Kant, pensaba que el Dios de la religión es una percepción intuitiva del espíritu absoluto o Geist. El Geist de Hegel no es como el Dios de los cristianos, que tradicionalmente se considera trascendente (independiente de la conciencia humana). Para Hegel, Dios es inmanente y la historia humana es el proceso por el que el Geist llega a conocerse a sí mismo. Por tanto, todos formamos parte del Geist o Dios.
Soren Kierkegaard creía que la razón no puede explicar la fe, porque Dios está más allá de la razón. Creer en Dios no le parecía racional, pero aun así decía que había que tener fe en él.
La creación de Adán es un fresco en la bóveda de la Capilla Sixtina, pintado por Miguel Ángel alrededor del año 1511. Dios es representado como un viejo con barba, que estira su brazo derecho para impartir la chispa de vida de su propio dedo al de Adán, cuyo brazo izquierdo se encuentra en idéntica posición al de Dios.
Pruebas de la existencia de dios
Existen muchas «pruebas» tradicionales de la existencia de Dios, pero las más importantes son tres:
La primera se conoce como el argumento del diseño. Los filósofos que utilizan este argumento afirman que los intrincados mecanismos del Universo -desde las órbitas de los planetas hasta la disposición de las células de nuestras uñas- no pueden haberse desarrollado por simple azar. Tienen que haber sido diseñados, y el ser que los diseñó es Dios.
La segunda «prueba» es el llamado argumento ontológico. Según esta argumentación, Dios es el ser perfecto, y si careciera de existencia no sería perfecto; por tanto, tiene que existir.
La tercera «prueba» de la existencia de Dios se conoce como argumento cosmológico. Sus defensores sostienen que todo lo que existe tiene una causa, pero que, remontándonos en el tiempo, tuvo que existir una causa anterior a todas las otras causas. Este «motor primario» o causa última es imprescindible para explicar la existencia de Dios.
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