Filosofía de la mente
Teorías sobre la conciencia
Desde los tiempos clásicos de Grecia y Roma hasta el siglo XVII, gran parte de la filosofía se centró en problemas teológicos. Dudar de la existencia del alma o de la conciencia equivalía a poner en tela de juicio la obra de Dios, y eso constituía una herejía. El tema de la mente permaneció en letargo durante siglos, hasta que René Descartes (1596-1650) se preguntó «¿Cómo sé que existo?». Desde entonces, el debate acerca de lo que se entiende por conciencia y el significado de los conceptos de mente y alma ha formado parte fundamental de la filosofía moderna.
Los dos filósofos más importantes que discutieron el tema de la mente antes de Descartes fueron los griegos Platón y Aristóteles. Platón (428-348 a.C.) pensaba que «somos» nuestra alma, y que esta alma sobrevivirá después de la muerte; de hecho, consideraba la muerte como la liberación del alma. En consecuencia, creía que el cuerpo y el alma son sustancias diferentes: los cuerpos mueren, pero las almas son inmortales. Aristóteles (384-322 a.C.) creía que el alma y el cuerpo están esencialmente relacionados. El alma no es una sustancia aparte, sino una ordenación de material, de la que procede el cuerpo. Según sus palabras, «si un hacha tuviera alma, su alma sería cortante». Para Aristóteles, la inmortalidad individual parecía imposible.
Estos argumentos se han seguido utilizando para investigar una y otra vez el significado de la mente desde la Ilustración del siglo XVIII hasta nuestros días. El filósofo alemán Gottfried Leibniz sostenía que la interacción entre la mente y el cuerpo es sólo aparente: en realidad, no existe relación entre las dos sustancias “Dios estableció una armonía previa para que las mentes y los cuerpos no se desconecten”.
El científico inglés Henry Huxley creía que la mente es un producto del cerebro físico. Si una persona piensa que quiere chocolate, puede deberse a que su estómago esté enviando mensajes al cerebro porque el nivel de azúcar en la sangre está bajando. La conciencia no es más que un reflejo de la biología, y cuando el cuerpo muere, la mente muere con él.
Los filósofos actuales están interesados por la posibilidad de la inteligencia artificial. Por ejemplo, se podría decir que un termostato tiene tres ideas: «aquí hace demasiado calor», «aquí hace demasiado frío» y «la temperatura es correcta». ¿Y si los seres humanos no fueran más que máquinas mucho más complicadas?
Dualismo
A René Descartes se le llama dualista porque pensaba que la mente y el cuerpo son dos sustancias diferentes: la mente es consciente y no espacial, el cuerpo es espacial pero no consciente. El problema está en que resulta difícil entender cómo interaccionan dos sustancias diferentes. En su Meditaciones sobre filosofía (1641) demostró para su propia satisfacción que su mente -o alma- existía. Puesto que la misma duda constituía un pensamiento, y el pensamiento necesita una conciencia que lo piense, era indudable que su mente existía: cogito ergo sum; pienso, luego existo.
Pero Descartes consideraba posible dudar de la existencia de su cuerpo. Alegaba que, durante un sueño, podía creer que una situación era real, pero que al despertarse descubría que no se correspondía con la realidad. Así pues, no podía creer en su cuerpo sólo porque estuviera ahí. Era igualmente posible imaginar que estaba siendo engañado por un demonio malévolo que le hacía creer que tenía un cuerpo. Para resolver la cuestión de si su cuerpo existía o no, declaraba que sólo creía que tenía cuerpo porque Dios existe, y Dios no permitiría que un demonio maligno lo engañara.
Teoría de la identidad
En oposición a Descartes, la teoría de la identidad sostiene que la mente y el cuerpo no son dos sustancias diferentes que interactúan, sino dos atributos de una misma sustancia. Esta teoría, propuesta inicialmente por el filósofo holandés Baruch Spinoza (1632-77), ofrecía una solución a los problemas del dualismo y volvió a resurgir a finales del siglo XX.
La versión actual de la teoría afirma que la mente es el cerebro y el cerebro es la mente. La conciencia es la experiencia individual del cerebro, y los científicos pueden observar procesos cerebrales que corresponden a experiencias conscientes. Pensemos en el dolor. Si nos damos un golpe en un dedo, somos conscientes del dolor. A nivel físico, el sistema nervioso central está enviando mensajes desde el dedo al cerebro.
Conductismo
El enfoque conductista resuelve el problema de la mente y el cuerpo rechazando simplemente el concepto de «mente». Puesto que la ciencia sólo puede ocuparse de lo observable, y la mente no es observable, no se puede decir nada verídico acerca de la mente. Este planteamiento es obra del filósofo británico Gilbert Ryle (1900-76), que opinaba que la confusión respecto a la mente y el cuerpo se debe a la manera en que utilizamos la palabra «mente». Cuando decimos que una persona es inteligente, en realidad estamos emitiendo juicios acerca de su conducta (actuó de manera inteligente en una situación). Así pues, la inteligencia no se refiere a ninguna entidad privada oculta. Para Ryle, la mente es una simple palabra que se refiere a formas de comportamiento o predisposiciones a actuar de ciertas maneras.
Esta teoría presenta dos problemas principales. En primer lugar, lo que interesa de la mente es la conciencia que se tiene de ella, y no la conducta. En segundo lugar, no está claro que todos los estados mentales estén relacionados con una conducta. ¿Qué comportamiento va asociado a escuchar música o a recordar un quinto cumpleaños? Desde el punto de vista del observador, la conducta asociada con estos dos tipos de actividad mental puede parecer idéntica.
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