Erasmo de Rotterdam
Filólogo y filósofo holandés. Erasmo de Rotterdam o Desiderio Erasmo, como era conocido en su tiempo, nació en Rotterdam el 28 de octubre de 1466 y murió en Basilea el 12 de julio de 1536. Era hijo natural de Gerardo de Praét, quien murió siendo Erasmo muy pequeño, y a quien entonces se llamaba en su ciudad, a la edad de trece años, Gerardo, hijo de Gerardo (Geert Geertsz, en holandés) tal como era usual en su tiempo en que los nombres de los padres, mas que los apellidos, eran transmitidos de unos a otros, de igual manera que los oficios.
Mas tarde, adoptó el nombre grecolatino Desiderio Erasmo (de Desiderius, deseado, y Erasmios, amable o amado). Este origen irregular, aunque el nunca lo consideró deshonroso, sirvió mas tarde a los numerosos detractores y enemigos del gran humanista para difamarle. Los primeros años de su vida los pasó Erasmo en Utrecht, donde figuro entre los pequeños cantores del coro de la catedral. A los nueve años se le envió a Deventer, a la famosa escuela del célebre Alejandro Hegius, que hubo de abandonar pronto, al quedar huérfano.
Sus tutores le mandaron entonces al seminario de Bois-le-Duc, y luego, al cumplir diecisiete años, a un convento cerca a Gouda, donde esperaba vestir el hábito. Un corto tiempo de noviciado fue suficiente para darse cuenta que no había nacido para monje, pero por no desengañar a sus parientes y más que todo a su antiguo condiscípulo de Deventer, Cornelio Verdenus, quien lo había inducido a abrazar la vida del claustro, pronunció los votos, y casi como un preso continuó la vida monacal, que le desagradaba, y a la que pudo sustraerse aislado en la biblioteca, ejercitándose en la pintura y la música y dedicado a profundizar en el estudio del latín, para lo cual las obras del humanista Lorenzo Valla le proporcionaron las bases necesarias para llegar al absoluto dominio de esa lengua.
Fue entonces cuando empezó a escribir una serie de ensayos que pomposamente había bautizado “De contemptu mundi”, llenos de agudeza satírica, en los que reseñaba la vida de los monjes, con todos los gustos y placeres de la vida conventual de la época, que no era la más moral, y de la que muy pronto pudo verse libre gracias a la intervención del obispo de Cambrai, Henry de Bergues, quien manifestó la intención de tenerle junto a sí y llevarle a Roma, proyecto que sin embargo no llego a realizarse. En compensación, Erasmo obtuvo una beca, en 1495, para estudiar teología en el colegio Montaigne de Paris.
Obligado a dar lecciones particulares para ganarse el sustento, tuvo la fortuna de conocer a Lord William Mountjoy gentil hombre inglés, de quien se convirtió en preceptor y amigo. Sus éxitos universitarios trajeron la atención de sus compatriotas, por lo que la marquesa de Nassau erigióse en protectora suya y le asignó una pensión. De esta suerte, Erasmo pudo viajar por Inglaterra, y en Oxford prosiguió sus estudios de griego y en Cambridge enseñó filología y filosofía. Vuelto a Francia publica en Paris la primera parte de los "Adagios" y luego en las universidades de Orleans, Lovaina y Rotterdam, elevado ya a famosa figura literaria en la constelación intelectual de Europa, permanece entregado al análisis de obras, al comentario de textos antiguos y al esclarecimiento de problemas literarios y filosóficos.
Dedicado entonces casi exclusivamente a escribir, comienza a publicar una serie de libros y de tratados importantísimos, que llamaron poderosamente la atención de la Europa culta, convirtiéndose en la más célebre autoridad en las ciencias filológicas y literarias y atrayéndose la amistad y su admiración y adhesión de magnates y poderosos que solicitaban su amistad y su magisterio. En 1506 emprendió el viaje más importante de su vida: visitaba a Italia por primera vez, y en Turín su universidad le concedió el doctorado en teología. Asimismo estuvo en Bolonia y Florencia, y residió un año en Roma, donde conoció al futuro Papa León X.
Logró de Julio II la dispensa de los votos monásticos y la autorización para vestirse según las costumbres de los lugares donde residiese. Con el pretexto de su salud y sus estudios rechazó las excepcionales ofertas del Vaticano que trató en vano de elevarle a la púrpura cardenalicia. Desde Roma se trasladó a Venecia, donde el famoso impresor Aldo Manuzio publicó la segunda edición de los "Adagios" y las traducciones de "He cuba" e "Ifigenia” de Eurípides que lo consagraron como uno de los más versados conocedores del griego. Luego reside en Padua como preceptor del hijo natural de Jacobo Estuardo. Llegado Enrique VIII al trono de Inglaterra, Erasmo, que fuera su maestro en Cambridge, marcha a Londres llamado insistentemente por el nuevo monarca y su canciller Tomás Moro. Fue allí donde escribió el "Elogio de la locura”.
Vuelto a los Países Bajos, y tras una vida intensamente errante, en 1521 se establece en Basilea, donde Froben publica sus obras completas. Desde tal ciudad mantuvo una densa correspondencia con los grandes de Europa, especialmente con Lutero, con el cual sólo se hallaba de acuerdo superficialmente. De las ardientes discusiones con este compuso su "Diatriba sobre el libre albedrío”, a la que Lutero respondió con "Del servil arbitrio".
Con la llegada de la Reforma, de la que Erasmo fue siempre contrario, se vió obligado a emigrar a Friburgo de Brisgovia, donde vivió los seis años más amargamente tristes de su existencia. Finalmente, aplacadas las luchas ideológicas, regresó a Basilea donde vivió los últimos veintidós años de su vida. Entregado a la revisión de su obra y en la convivencia de hombres eminentes y de intelectuales como Froben y Holbein, su “gabinete” era una de las principales curiosidades de la ciudad. Allí murió Erasmo de Rotterdam, el primer humanista del siglo XVI. Sus restos fueron sepultados en la catedral de Basilea, detrás del altar mayor, donde se grabo su divisa “Nulli cedo” y donde según Rodenbach “siempre encontramos un ramo de rosas frescas”.
Erasmo.
Las obras que más popularidad le dieron fueron el “Enchiridion”, dedicado al estudio de la moral cristiana y de su práctica, “los Coloquios”, escrito que dio un enorme auge a las obras redactadas en forma de coloquio, “los Adagios”, colección de anécdotas, refranes, proverbios y máximas sacadas de los autores clásicos y comentadas, y el “Elogio de la locura”, que resume y vulgariza en cierto modo las ideas expuestas en los otros ritos y tiene carácter satírico. En sus obras tocó todos Ios temas referentes a la Iglesia, las costumbres y la sociedad, preconizando, preocupado por la corrupción eclesiástica, una reforma interior de la Iglesia y la sociedad a partir de las enseñanzas de Cristo.
Congrains Martín, E. (1989). Vida y Obra de Filósofos y Pensadores. Colosos de la Humanidad. Editorial Forja Ltda.
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