Mahoma
EL HOMBRE CORRIENTE, ANTES DE DESCUBRIR A DIOS
Mahoma. El rostro del Profeta suele estar cubierta por un velo, como señal de respeto y para que no se persoalice ningún asunto que tenga que ver directamente con la divinidad única de Allah. Este misterio de su rostro es también expresión de modestia por parte de quien no quiso que su persona fuese objeto de culto o adoración.
Según la fuente sagrada de la Sirah, Biografía del Profeta, Mahoma nació en La Meca, paradero de caravanas de Arabia occidental, en la región de Al-Hijaz, entre planicies y desfiladeros que suelen conducir a hombres y bestias a la locura, en el año 570 de la era cristiana, y según algunos el 26 de abril. Su padre Abd Allah ibn Abd al-Muttalib, miembro del clan de los hachemíes, un Quraysh, muerto dos meses antes de este hecho, fue hijo de uno de los alcaldes del célebre templo de la Kaaba, santuario legendario de más de trescientos dioses del desierto. Su madre, Amina, hija de un jefe tribal lo crió con dulzura en los menesteres propios de su oficio de caravanero y comerciante.
Miniatura árabe que representa a Mahoma recién nacido en brazos de su madre. Este dibujo se encuentra en el Museo Topkapi de Estambul..
La juventud la pasó con sus familiares, como aprendiz del oficio que fuera de su padre, viajando por las rutas de Palestina, al norte y Yemen y Etiopía, al sur. Allí, como todos los suyos, conoció lenguas y religiones extrañas, sin que ello fuera su preocupación principal.
Cuenta la tradición que durante uno de sus viajes a Siria, el tío del futuro Profeta, Abu Tálib, lo llevó consigo, y que Mahoma conoció entonces, en un monasterio cristiano de la ciudad Siria de Bosra, a un fraile nestoriano que lo inició en el estudio del Antiguo Testamento. Este fraile le insistió tanto en el tema de la unicidad de Dios y en el desperdicio en que se vivía en el culto de muchos que Mahoma jamás habría de olvidarlo, y su simpatía con el cristianismo habría de perdurar hondamente por la profunda correspondencia entre esa doctrina y la que habría de hacer suya años después.
UN JOVEN LLENO DE INQUIETUD
A la edad de 20 años, Mahoma tomó parte en un combate que ocurrió entre los Quraysh y otras tribus, en un ritual de guerra que era frecuente, mostrando en él parte del talento militar que habría de serle tan útil más adelante. Su reputación fue intachable, y su benevolencia y sinceridad le habían granjeado entre los suyos el sobre nombre de Amín, es decir, fiel. En otro viaje de Mahoma a Siria se dice que fue reconocido como Profeta por hombres santos y eruditos judíos y cristianos, que afirmaban que su llegada había sido augurada por sus propias Escrituras. Su condición de Profeta quedaba indicada por ciertas marcas en su cuerpo y por señales milagrosas de su naturaleza visionaria. Además, una especial cualidad para recordar escenas y nombres le permitía tener un registro fiel de casi todo lo ocurrido durante sus viajes, y en especial de detalles simbólicos y pasajes aleccionadores de la experiencia humana que han sido recogidos en los Hadith o Libro de Dichos del Profeta. La victoria obtenida y el valor mostrado fueron un capital valioso en los años que siguieron, por cuanto demoraron la crisis que estallaría finalmente con los suyos. Fue distinguido entre los Quraysh como un hábil jefe, digno de reconocimiento. Estaba unida esta reputación a la belleza que poseía, que le valió, a la edad de 25 años, la simpatía y la fidelidad de una rica viuda llamada Jadicha, que le encomendó sus haberes y negocios. Por esto tuvo que volver a Siria y pudo ver de nuevo al fraile que le había enseñado el Antiguo Testamento. Al regreso, se casó con la rica viuda, que tenía 40 años. Esa fue su primera mujer.
LA IRRUPCIÓN DE LA DIVINIDAD
A la edad de cuarenta años su vida dio un giro total. Lo que había transcurrido normalmente hasta entonces se vio cortado por horas de luminosa inspiración, en las que el arrebato místico lo tomó por entero. Según la tradición islámica, esa noche, mientras Mahoma meditaba en el monte Hira, cerca de La Meca, el arcángel Gabriel se le apareció y le comunicó la existencia de un solo Dios y que él, Mahoma, sería su Profeta, por lo que su misión era llevar la palabra de Dios a los infieles para convertirlos a la fe verdadera.
De repente, en el monte Hira, poseído por la fuerza de Allah, el Dios Único que se le había revelado, tuvo, en solitario, la visión pertinaz de un mundo santo para el hombre, de un pueblo que vive en comunidad, la Umma, y armonía, tras las huellas de ese Dios único. Lo que había empezado gracias a las caravanas comerciales que emprendió por los negocios de su familia política, había dejado huella en el alma del hasta entonces humilde caravanero y comerciante de La Meca. Mahoma había entrado en contacto con las principales doctrinas monoteístas.
En el año 610, Mahoma comenzó a predicar públicamente en la ciudad de La Meca, el centro comercial mas prospero de los árabes y sitio de la Kaaba, símbolo principal del culto politeísta que se practicaba entonces. Se oponía terminantemente al politeísmo, y por esta razón despertó el enojo visceral de muchos personajes importantes y de los comerciantes acostumbrados a ser obedecidos sin resistencia y jamás contrariados. Algunos discretos seguidores, sin embargo, lo seguían con absoluta fidelidad. Satisfecho con este apoyo, Mahoma manifestó su alegría dando siete vueltas a la Kaaba, después de lo cual entro en su casa para continuar con sus revelaciones, en estado de trance casi constante. A partir de esta época, según las fuentes posteriores, tales revelaciones no cesaron y la obra del Corán entro en una fase de consolidación. Su estructura irregular de 144 suras o capítulos es, sin embargo, considerada palabra divina irrefutable, directamente emitida por Dios y no un texto redactado por Mahoma. Esta revelación doctrinal es la esencia de la fe musulmana.
EL SAGRADO CORÁN
El sagrado Corán, recitación y palabra divina, directamente emitida por Dios, según la fe islámica, le fue revelada a Mahoma de manera explicita durante sus ensoñaciones entre los años 610 y 622, es decir, poco antes de la Hégira o huida hacia Yatrib. Esta dividido en 114 capítulos o suras de longitud irregular y versa sobre la multitud no sistemática de asuntos morales, políticos y sociales que han servido de modelo y rumbo para los creyentes, de modo que salgan de la ignorancia o Yahilia.
LA HUIDA LEGENDARIA
La misión del Profeta, fue, al principio, sumamente difícil. Sufrió incontables persecuciones, junto con sus seguidores. Llegando a saber que se hacían intentos para asesinarlo, decidió huir durante la noche del 16 de julio de 622 d.C. desde la ciudad de La Meca hasta Medina, pues su vida y la de sus fieles estaba en claro peligro. Esta fecha es considerada el comienzo de la era musulmana. Los pocos creyentes que se contaban por entonces sufrieron los rigores del hambre en el desierto. Por esto, el calendario islámico se fijó a partir de la Hégira. En Medina tuvo una magnifica acogida y allí logró formidables éxitos. Unos pocos años después, los nuevos fieles estuvieron listos para regresar a su tierra natal y tomarla por la fuerza.
Volvió entonces Mahoma en el 630, con diez mil seguidores armados a La Meca, a la cual entró sin derramamiento de sangre, para convertirla al Islam y derribar todos los ídolos del pasado. Todos se rindieron ante su convicción y su entereza.
La religión floreció espectacularmente durante los últimos años de la vida del Profeta, alcanzando lejanas regiones y convirtiendo a cientos de miles de fieles. La organización política, doctrinal y social del Islam estuvo competa en solo unos pocos años y perdura aún en nuestros días.
MADUREZ DE LA RELIGIÓN Y MUERTE DEL PROFETA
Al regresar, el Profeta transformó todo su entorno y el ejemplo de La Meca se propagó con rapidez asombrosa, creando una comunidad de fieles que superaba con creces cualquier expectativa que hubiera podido tener el propio Mahoma. El éxito de la comunidad musulmana fue inmediato, y el efecto político de la unidad de los árabes resultó definitivo para su expansión posterior. Mahoma murió, dos años después de su regreso triunfal a La Meca, rodeado de sus amigos creyentes, el 8 de junio del año 632 de la era cristiana, es decir en el año 10 de la Hégira, en la ciudad de Medina.
Mahoma y Abu Bakr, primer califa y padre de Ayesha, mujer del Profeta, en una cueva (miniatura turca).
MAHOMA Y SUS MUJERES
Según Tabarí, biógrafo del profeta adscrito a la Sirah y que vivió en el siglo IX, su vida amorosa fue espectacular, como era común en un hombre de su tiempo. Además de su primera esposa Jadicha, muerta en el año 619, Mahoma tuvo otras ocho esposas y cinco concubinas, entre las cuales se destacan Aícha, Maimouna, la bella Zaynab y María la Copta, a las que amó y cuidó sinceramente y con devoción probada.
Hay sabrosas anécdotas sobre su intimidad que son leídas con respeto y sin malicia alguna por los fieles. Aicha era el modelo de mujer de su tiempo, alegre y divinamente caprichosa, también conocida por su audacia y liberalidad sexuales, las cuales nunca han sido condenadas o restringidas por el Islam. Según las fuentes, todas consintieron sin coacción alguna en casarse con el Profeta y lo amaban con ternura, aunque muchos de estos matrimonios tuvieran claro sentido político, propio de alianzas tribales.
Se enamoraba de ellas por su hermosura, pero también por su encanto e inteligencia, y ellas resultaron protagónicas en su vida en todos los aspectos, no sólo en los que tuvieron que ver con los hijos que tuvo con ellas, sino también en los relacionados con las decisiones que marcaron su destino y el de sus seguidores.
EL NOMBRE DE MAHOMA
En lengua española Muhammad, el Alabado, fue llamado Mahoma tres siglos después, a causa de un demonio llamado Maozim, y por insidia del monje cristiano Álvaro de Córdoba, ya en el marco de la Reconquista, para desprestigiar su nombre. La burla y la sorna del nombre demoniaco se perdieron muy pronto en el tiempo, y lo cierto es que mucha gente cree todavía que Mahoma es directamente la versión en nuestra lengua de su nombre en árabe.
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