Porfirio Barba Jacob
Porfirio Barba Jacob (1883 - 1942)
Poeta y periodista colombiano polémico e influyente, cuya obra suele clasificarse dentro de un modernismo ecléctico. Miguel Ángel Osorio Benítez, mejor conocido como Porfirio Barba Jacob, es uno de los pocos escritores colombianos que haya adquirido dimensión universal. Su producción poética, tan escasa que se reduce a noventa cantos de regular longitud, pertenece ya al patrimonio de la literatura hispanoamericana. Barba Jacob logró captar las esencias, las raíces de un continente nuevo, renovando la poesía y sacándola de su estancamiento retórico. Su vida, por otra parte, fue tormentosa y angustiada: hubo en ella más sombras que luces.
Porfirio Barba Jacob
Miguel Ángel Osorio nació el 29 de julio de 1883, en Santa Rosa de Osos, Antioquia, Colombia. hijo de Antonio María Osorio y Pastora Benítez. Hay que advertir, empero, que tanto la fecha como el lugar del nacimiento aún hoy son motivo de disputa para los entendidos en la materia. Desde muy pequeño probó Porfirio las amarguras de la vida: fue abandonado por sus padres, quedando al cuidado de sus abuelos.
La tragedia del gran bardo antioqueño comenzó en el preciso instante en que vino al mundo. Le correspondió en suerte un padre duro, energúmeno y bebedor; y una madre insensible, casi desnaturalizada. Tenía tres meses el niño, cuando la insensible pareja decidió trasladarse a Bogotá. El vástago se quedó en Santa Rosa al cuidado de sus abuelos. Doña Benedicta pasó entonces a ocupar el papel de madre, con la abnegación de una santa.
A los doce años de edad, el poeta viajó a Bogotá a visitar a sus progenitores. Fue recibido con frialdad, y volvió a su tierra natal desencantado. ¿Qué otro remedio le quedaba a Miguel Ángel? Hizo tristemente las maletas, comparó quizás sus ingenuas ilusiones con la dura realidad y volvió a su terruño. Traía, esta vez, una carga de amargura muy poco común en un niño de esa edad.
Mientras Porfirio rumiaba su amargura, cosas importantes estaban sucediendo en Colombia. Los dos partidos políticos, el liberal y el conservador, se trenzaban en una nueva pugna. Naturalmente, el poeta no tenía la menor idea de los móviles de la guerra que se gestaba; pero cuando al fin estalló el conflicto, fue reclutado. Participó en la Guerra de los Mil Días, sin figurar, empero, en ningún hecho de armas. Su ascenso en el mundo de las armas fue poco menos que espectacular. Ocupó sucesivamente las dignidades de sargento mayor, teniente y capitán. Y, sin embargo... ¡no llegó a disparar un solo tiro!
Regreso a Bogotá
A medida que maduraba, Barba Jacob iba sintiendo que las sombras se empozaban en su alma. Según algunos comentaristas, es de esa época del ejército cuando el poeta comienza a sentir inclinaciones (y quizás a tener experiencias) homosexuales. Si fuere así es obvio que Porfirio -tan proclive a la penitencia y al arrepentimiento- debió de padecer hondos sufrimientos espirituales.
Otros dos acontecimientos vinieron a destrozar sus nervios. Primero, el fracaso de su noviazgo con Teresita Jaramillo, una de esas muchachas de provincia que son «toda pureza y todo candor». En segundo lugar, sucedió una de las grandes tragedias vitales de Barba Jacob: en 1906 murió su adorada abuela Benedicta, única figura materna a la que se había apegado. Desconsolado, desubicado, tristísimo, Barba sintió la urgencia de viajar. Y lo hizo.
Se instaló en Barranquilla
Comenzó entonces la madurez del poeta. Se instaló en Barranquilla, en donde entró en contacto con la talentosa élite literaria costeña. En realidad, Porfirio iba arrastrado por un ansia poderosísima: quería conocer el mar... Fue así como cumplió, en tiempo relativamente corto, la travesía de recorrer el Magdalena abajo, rumbo a la gran ciudad que se erguía próxima a su desembocadura... En la cálida Barranquilla existía una élite intelectual jacarandosa y muy capaz, que haría olvidar, aunque fuera momentáneamente, sus penas a Porfirio.
Porfirio Barba Jacob
Agreguemos un dato curioso, que casi nunca se nombra. En realidad, Barba Jacob se convirtió en un poeta adulto, serio, en Barranquilla. Durante su permanencia allí, fue cuando comprendió que la poesía no necesitaba sólo sentimiento, sino también inspiración, vocabulario, contenido, sentido del ritmo. Y entonces compuso sus primeras obras importantes (Mi vecina Carmen, Tristeza del camino, Parábola del retorno).
Abandonó Barranquilla
Se apoderó de Barba Jacob la, para él, irresistible urticaria del nomadismo, pues desde entonces fue un esclavo de sus propios impulsos viajeros. De Barranquilla salió hacia México. Llegó a Monterrey cuando contaba 25 años. Allí estableció amistad con una serie de personajes importantes de la cultura azteca. Anotemos, de paso, que acababa de «bautizarse» por tercera vez. Ya no era Miguel Ángel Osorio (nombre de pila) ni Maín Ximénez (breve seudónimo de su adolescencia antioqueña); ahora se llamaba Ricardo Arenales. El flamante señor Arenales dirigió en el año 1910 el periódico «El Espectador», aparte de otras publicaciones, como la «Revista Contemporánea». Desde entonces, el bardo no dejaría de viajar. En su vida trashumante, conoció Cuba, las Antillas, Centroamérica y el Perú. Como era, también, un periodista combativo, probó numerosas veces la persecución y el exilio.
Se adaptó al exilio
Las tormentas política envolvieron a Porfirio, quien tuvo que salir exiliado de tierra azteca. Desde entonces, su vida fue un constante peregrinar que. no hay duda alguna, dañó su salud.
Recorrió toda Centroamérica, Cuba, las Antillas, Estados Unidos ... En cada lugar donde llegaba, hacía apasionados amigos, pero también enemigos más o menos acerbos. En Guatemala, el escritor hizo su auto-retrato. Explicaba aquel ensayo -que recorrió el mundo con el título de «El hombre que parecía un caballo»- que Barba Jacob, teniendo un talento superior, carecía, sin embargo, de motivaciones humanas, tanto en lo personal como en lo poético.
Practicante del periodismo
Aunque ya nos hemos acostumbrado al espectáculo de los narradores-periodistas, aún hoy queda difícil comprender las extrañas relaciones que pueda haber entre la febril -y descuidada- producción diaria para un periódico, y la lenta, preciosista y mística labor lírica de un poeta que se esforzaba por hacer, más que literatura, magia.
Porfirio Barba Jacob según el genial caricaturista salvadoreño Toño Salazar, haciendo obvia referencia a su aspecto equino, inspirador de “El hombre que parecía un caballo”.
Aún así, es preciso reconocer que Barba Jacob era un escritor portentoso... en ambos dominios. Era uno de esos poco poetas que sabía cuándo no hacer poesía. Su estilo periodístico resultaba atractivo y viril, sobre todo en el campo de la lucha política (por sus editoriales fue expulsado de México, Perú y Guatemala). No sólo era editorialista..., ¡porque se fajaba cada cronicón policial! Al día siguiente de un terremoto en Guatemala escribió un «informe especial» de 60 páginas, realmente maravilloso. Es que Barba Jacob tenía el sentido innato de la noticia, del dramatismo de lo cotidiano.Sus poemas, hermosísimos y trabajados con pasión, lo hicieron famoso. Pero también obtuvo celebridad por su adicción a la marihuana ya la homosexualidad.
Cambio por cuarta y última vez de nombre
En Nicaragua, un tal Ricardo Arenales cometió un crimen. Las autoridades, confundidas, en lugar de detener al hampón atraparon al poeta colombiano. El malentendido bien hubiera podido causar una tragedia. Pero un oficial reconoció al escritor y poeta, y ordenó que lo dejaran libre. Disgustado, el bardo decidió bautizarse una vez más, esta vez con el nombre inconfundible de Porfirio Barba Jacob. Ahora sí, estaba seguro, no tendría que volver a responder por las andanzas de sus homónimos.
Los vicios que se le atribuyen
Dos principales vicios se le atribuyen a Barba Jacob: su gusto por la marihuana y su homosexualidad. Ambas acusaciones son rigurosamente ciertas; y Barba Jacob mismo se lamentó por aquéllas sus «desviaciones». ¡Pero, cuidado! No hay que tener en cuenta los hechos aislados, sino las circunstancias en que se producen. Barba Jacob era un individuo rabiosamente solitario, acosado por las dificultades económicas, espirituales y literarias. Además, era víctima de su propia pose de hombre interesante; todo poeta romántico y modernista tenía que tener alguna aberración, so pena de parecerse a las personas «no poéticas» de la vida común y corriente, razonaba.
¿Sabia usted...?
...que Barba Jacob no tuvo hijos carnales, pero que en cambio adoptó un joven al que se esmeró por educar en las buenas virtudes cristianas de la castidad y la continencia... ?
...que en centraste, el poeta se vanagloriaba de que a la marihuana se la conociera popularmente en Centroamérica como "las escalas de Barba"... ?
...que Barba Jacob adoraba a los niños, pero que en cambio era pésimo profesor, dispuesto siempre a propinar castigos físicos... ?
...que una noche, en México, se le aparecieron los "fantasmas" (íncubos y súcubos) dejándolo marcado de por vida... ?
...que una de sus lecturas favoritas eran las páginas roja de los periódicos, y que se levantaba todas las mañana a leerlas para "recibir las emanaciones del folletín... ?
...que siempre fue pésimo estudiante y nunca terminó su educación formal...?
...que tenía una lamentable opinión de los literatos y, confidencialmente afirmaba que "son los peores seres que existen: trasudan petulancia y vanidad"... ?
Porfirio Barba Jacob
Era, pues, víctima de su propia pose
Evidentemente, sí. Al igual que la abrumadora mayoría de los «poetas malditos» de fines del siglo XIX y comienzos del XX, Barba Jacob tenía una imagen de sí mismo a la que era rigurosamente fiel. Y, desde luego, desde una óptica moderna esta hipocondría moral, esta pedantería, pueden parecer un poquitín ridículas. Propia además un elemento espiritual, personal, único, que lo diferenciaba de todos los poetastros del común, de aquéllos que sólo tienen pose. Barba Jacob estaba definitivamente volcado hacia el mundo. Sentía salvajemente la vida. Era teatral, sí: pero lo histriónico era parte de su personalidad, salía de sus vísceras. Conversando, por ejemplo, se transfiguraba; sabía crear alrededor de sí un ambiente místico al que muy pocos se podían resistir. Cosa parecida sucedía cuando recitaba. No lo hacía muy bien, de acuerdo con la regla ortodoxas del arte. Pero mantenía al auditorio pendiente de sus palabras, como sumido en el éxtasis.
Su estilo literario
EI bardo paisa ha sido clasificado tradicionalmente dentro de la tendencia modernista, lo cual nos obliga a retroceder al siglo XIX, cuando en Francia surgieron corrientes literarias que proponían un nuevo modo de escribir y, a la vez, una nueva manera de ser. Dentro de ellas, podemos destacar el romanticismo y el simbolismo. Uno, y otro tuvieron gran impacto en nuestra América.
Pero el joven continente no se conformó con el papel de puro receptor. Adaptando las actitudes vitales y las novedades importadas desde Francia, a la realidad y a las raíces americanas, creó otro movimiento: el modernismo.
Particularidades lo distinguen
Barba Jacob es, con toda probabilidad, el más vital, el más sincero de los modernistas. Estos, muy a la manera latinoamericana, tendían a emborracharse con las palabras. Porfirio, en cambio, consideraba que la palabra era apenas un instrumento para plantear problemas humanos. Por ello, su poesía es honda. Allí donde los demás apenas lograban llegar a solemnes, Barba Jacob era trascendental. Además, tenía un acento americanista más enfático que sus compañeros de movimiento. En realidad, su poesía es un intento de crear una nueva estética, a partir de las realidades y raíces continentales.
Porfirio Barba Jacob, 1949. Caricatura de Omar Rayo.
El conjunto de su obra muestra un estilo modernista anacrónico, lleno de palabras altisonantes, pero con un ritmo emocionado, angustioso, sincero y pasional. Influido por Baudelaire, tiene más vida interior que imaginación, y temperamento más romántico que modernista; se acerca unas veces a la belleza formal de Rubén Darío, a la delicadeza de Amado Nervo, al vigor de Santos Chocano y al sentido trágico de José Asunción Silva, en una agitación lírica menos irregular que su vida misma; fue indudablemente un gran poeta.
Volvió a Colombia
Volvio porque no tenía plata. Dura realidad, contra la que no caben argumentos. Barba Jacob dio recitales en Medellin, Bogotá y Manizales; fue, además, a algunos pueblos a leer su obra. En su breve estancia en Colombia, el poeta logró rehacer su moral y sus ahorros; se le veía muy contento, porque disponía de unos pesitos (él quizás el mejor poeta de América) para invitar a sus amigos a tomar aguardiente.
Aparte de su labor poética, hizo algunas incursiones en periodismo. No le fue mal... Pero sentía que su país natal, asfixiado por el convencionalismo y la mojigatería, le quedaba pequeño. Una cosa es añorar a Colombia, otra vivirla. debió pensar el poeta. y volvió a su semi-exilio antillano. vagando, como el judío errante, de país en país.
Tuvo una muerte desgraciada
En 1926, volvió a Colombia y presentó recitales con mucho éxito. Pero estuvo poco tiempo en el país; tornó de nuevo a viajar, como el «judío errante» (era semita, y se enorgullecía de ello). A partir de 1931, Barba Jacob contrajo tuberculosis. Desde 1940, quedó prácticamente desahuciado. La tuberculosis destrozó completamente su organismo. Además, estaba abandonado. Su patria adoptiva, México, a duras penas se acordaba de él. Al fin, Colombia tomó cartas en el asunto. Se hicieron colectas (que Barba Jacob, enemigo de toda mendicidad, no hubiera querido aceptar; pero la necesidad obliga). Era, ya, demasiado tarde. Porfirio murió tuberculoso en Ciudad de México, el 14 de enero de 1942, tosiendo y escupiendo, pero con toda su dignidad incólume. Lamentó, eso sí, tener «una muerte tan poco gallarda». Cuatro años después de su fallecimiento, en 1946, el gobierno colombiano trasladó sus restos a Colombia.
Referencia:
Congrains Martín, E. (1989). Colombianos Celebres. Colosos de la Humanidad. Editorial Forja Ltda.
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