Europa siglo XVIII: Diplomacia secreta y espionaje
La ausencia de instancias supranacionales que pudieran mediar entre estados y el fracaso de los intentos por establecer marcos de encuentro entre ellos (como los congresos de paz de Cambrais y Soissons) motivaron que, en el siglo XVIII, la diplomacia se revelara como un elemento clave en la relación entre países europeos. Esta diplomacia, sin embargo, atendía solo a los intereses nacionales, sin mostrar reparos ante el juego sucio. Como había afirmado el diplomático inglés sir Henry Wotton un siglo antes: «Un embajador es un hombre honesto enviado al extranjero para mentir por el bien de su país».
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Europa siglo XVIII: La regencia francesa
Tras la muerte de Luis XIV el 1 de septiembre de 1715 se abrió un complicado proceso de sucesión en Francia. El único heredero del rey era su bisnieto, el duque de Anjou, de solo cinco años; hasta que alcanzara la mayoría de edad, el país tenía que ser gobernado por un regente. Por línea de sangre el cargo le correspondía a Felipe de Orleans (1640-1701), sobrino de Luis XIV. Pero el duque de Orleans no gozaba de la simpatía del viejo monarca, y en el testamento real se despojó de poder político efectivo a la regencia, que quedó sometida a un consejo dirigido por los dos favoritos de Luis XIV: el duque de Maine y el conde de Toulouse, ambos hijos naturales legitimados.
Europa siglo XVIII: Levantamientos Jacobitas
Debido a su condición de rey católico en un país de mayoría anglicana, Jacobo II (1633-1701) no había gozado nunca de las simpatías del pueblo británico. Tras la Revolución Gloriosa (1688) y la llegada al trono de Guillermo III, Jacobo II abandonó el país y se refugió en Francia, bajo la protección de Luis XIV.
La ambición de los Estuardo por recuperar el trono británico les llevó a apoyar numerosos levantamientos en las Islas. El primero de ellos no se hizo esperar: en 1689, un año después de su salida, Jacobo II apoyó un alzamiento en Irlanda con el respaldo militar de Luis XIV. También hubo rebeliones en Escocia, donde los jacobitas contaban con apoyos entre los habitantes del norte, los highlanders. Ambos focos fueron neutralizados por el ejército de Guillermo III, y Jacobo II regresó resignado a Francia, donde falleció.
Europa siglo XVIII: Victoria de la Casa Borbón
El ascenso de la dinastía borbónica al trono español tras la Guerra de Sucesión (1701-1715) marcó una nueva etapa en la política nacional. Para alcanzar el trono, Felipe V (1683-1746) se vio obligado a renunciar a sus derechos dinásticos sobre la corona francesa (nada era más temido por ingleses y austríacos que la posibilidad de que Francia y España quedaran unidas bajo un solo monarca), pero la influencia del modelo francés en el tipo de gobierno se hizo evidente casi desde el primer momento, con la concentración de poder en el rey, a imitación de la monarquía absoluta gala, y el centralismo y la insistencia en la unidad de España ante las tendencias separatistas del siglo anterior.
Europa y sus relaciones con Oriente
Hasta el siglo XVIII, la expansión europea por el mundo, tanto hacia Oriente como hacia las Américas, había estado controlada básicamente por españoles, portugueses, holandeses, ingleses o franceses. Sin embargo, a medida que avanzaba el siglo, proliferaron los países que se dedicaron a explotar determinadas regiones o productos. A las potencias marítimas tradicionales, se les sumaron Dinamarca, Suecia, Austria, Prusia o Rusia, con lo cual la competencia era cada vez más feroz. Las consecuencias de esta competencia llevaron a los europeos a intensificar el comercio más allá del Atlántico y, sobre todo, a recuperar y a mejorar los intercambios con los países asiáticos.
Expedición de Napoleón a Egipto
El 18 de mayo de 1798, la potente armada francesa partía del puerto de Tolón, en la Provenza, rumbo a Egipto. Su objetivo no era otro que el de liberar ese país del dominio turco. Al mando de la expedición, que contaba con casi 40.000 hombres distribuidos en 50 navíos de guerra y 280 barcos para el transporte de tropas, estaba el general Napoleón Bonaparte. Unas semanas antes, junto a su esposa Josefina, Napoleón había seleccionado a un centenar de estudiosos y artistas para que le acompañaran en esta misión militar.
Guerra de sucesión austríaca
En 1740 murió sin descendencia masculina Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Previendo la posibilidad de que se llegara a tal situación, en 1713 había aprobado la Pragmática Sanción, un edicto que abría la puerta a las herederas femeninas en caso de ausencia de varones. Gracias al edicto, su hija María Teresa de Habsburgo heredó los títulos de archiduquesa de Austria, duquesa de Parma y reina de Hungría, Croacia y Bohemia y pretendió convertirse en emperatriz consorte del Imperio, cediendo el título de emperador a su esposo Francisco Esteban para sortear la ley sálica.
Guerra de Sucesión española
La Guerra de Sucesión española fue un conflicto dinástico civil que tuvo lugar en Europa entre 1701 y 1713, y que se originó tras la muerte sin descendencia del rey Carlos II de España. “El hechizado”, sobrenombre (se dice que injusto) con el que fue conocido por su aspecto enfermizo, nombró como sucesor al trono a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. Con este nombramiento se daba por finalizada en España la dinastía de los Habsburgo y se cedía el trono español a la dinastía de los Borbones.
Ignacio de Loyola y la Compañía de Jesús
Uno de los ejemplos más significativos de los cambios que se produjeron en la Iglesia católica durante el siglo XVI es la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola. Aunque la Iglesia de Roma optó por una postura defensiva ante lo que consideraba los ataques de los protestantes, también se produjo una respuesta original a las expectativas de cambio de los fieles en el seno de la Iglesia. Así, surgieron voces, como la de los jesuitas, que reclamaban una reforma dentro de la institución y que deseaban poner fin a la ignorancia de buena parte del clero y a los abusos de los obispos.
Ingleses y franceses en América
Todas las mercancías que iban y venían en galeones entre los continentes americano y europeo por la ruta del Caribe suponían un suculento botín para piratas y corsarios. Durante el gobierno de la reina Isabel I (1558-1603), la construcción naval tuvo un importante peso para la economía inglesa. Y los corsarios representaron uno de sus principales clientes. De hecho, la Corona inglesa no cesó de alentar a piratas como Francis Drake y John Hawkins pues, en aquellos tiempos, estos tenían autorización del estado para sustraer las mercancías a naciones enemigas (patente de corso).
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