Italia y el Renacimiento
En el siglo XV las ciudades estado italianas estuvieron gobernadas por un grupo de clanes familiares que controlaban férreamente el poder en un país dominado por la intriga política, las ansias de riqueza y la corrupción. Bajo el control de los Albizzi, los Medici o los Colonna, entre otros, clanes rivales entre sí y dotados de poderosos ejércitos, las ciudades estado italianas entraron en el Renacimiento.
En el caso de Florencia, por ejemplo, a mediados del siglo XIV tras la revuelta de los “ciompi”, Florencia había quedado en manos de los Albizzi, una familia de ricos mercaderes de lana. Sin embargo, pronto un clan rival le arrebató el poder. Cosimo de Medici, fundador de la famosa dinastía del mismo nombre, buscó con ansia el poder político, pues lo consideraba indispensable para la seguridad de sus negocios.
Tras diversas y largas disputas con los Albizzi, Cosimo de Medici consiguió tener la ciudad bajo su control, aunque siempre de forma indirecta (tan solo ocupó durante unos meses el cargo de “gonfaloniere” de la justicia). Gracias a su posición de banquero de la Santa Sede, a la extensa red de patrocinio que había tejido la familia y a las diversas alianzas con la “gente nouva”, los inmigrantes, Cosimo de Medici logró manipular las elecciones de los altos cargos de la ciudad. Así, fortaleció sus negocios y creó una dinastía de futuros “príncipes” de Florencia. A Cosimo le sucedió su hijo Piero, y más tarde su nieto Lorenzo, en 1469.
Los Medici dejaron su huella en el arte del Renacimiento ejerciendo de mecenas, durante los siglos XV y XVI patrocinaron a artistas de la talla de Miguel Ángel, Donatello y Fra Angelico, así como la construcción de la Galería Uffizi y destacados palacios de Florencia. Fuertemente relacionados con la Iglesia, los descendientes de Cosimo ocuparon numerosos cargos políticos y religiosos: Medici fueron tres papas, dos reinas de Francia y multitud de príncipes.
En Roma, los Colonna y los Orsini, dos familias rivales, protagonizaron duros enfrentamientos desde la Edad Media hasta el Renacimiento por el control del poder sobre los emperadores del Sacro Imperio y sobre el Papado. Tanto unos como otros lograron imponer diversos papas, como el Orsini Nicolás III o el Colonna Martín V. Aunque fueron los Borgia (originarios de Aragón, España), la familia nobiliaria que se convirtió en leyenda y paradigma de poderosa familia italiana dominada por la corrupción, el nepotismo y la falta de escrúpulos. Actuaron buscando el poder y la riqueza como otras familias del Renacimiento con las que rivalizaron, pero sin duda fue el hecho de ser extranjeros y de haber roto con el monopolio de la aristocracia italiana sobre la corte papal lo que les granjeó muchos y poderosos enemigos. Los Borgia impusieron dos papas: Calixto III y Alejandro VI.
El Renacimiento artístico
En el marco de las poderosas ciudades italianas del siglo XV se produjo una revolución cultural que tomó como modelos los cánones de la Antigüedad para adaptarlos a las artes de la época. Este nuevo estilo artístico, el Renacimiento, bebía de las fuentes del humanismo, que determinaba una nueva concepción del ser humano y del mundo, antropomorfista y racionalista, frente al predominio de una mentalidad más rígida y dogmática establecida en la Europa medieval. Si para el humanismo la celebración de lo bello era inseparable de la celebración de lo verdadero, para el Renacimiento el hombre se convertía en la medida de todo.
Se trató de un arte narrativo, pues exponía sucesos, reales o ficticios, extraídos de la religión, la mitología y la historia. Fue asimismo realista pues las figuras humanas o de animales, así como los objetos inanimados, estaban reproducidos atendiendo a las máximas de la realidad, a la búsqueda estética y a la perfección de la composición. De la misma forma, la pintura se presentaba con perspectiva geométrica, lo que le otorgaba la ilusión de la profundidad. El cuerpo humano, especialmente el desnudo, fue uno de los temas centrales del estilo, y se estudiaba y copiaba minuciosamente para reflejar el ideal grecorromano.
La primera etapa del Renacimiento recibió el nombre de Quattrocento, o Primer Renacimiento, debido a que se desarrolló durante la centuria de 1400. Se inició en la Florencia de los Medici, que ejercieron de mecenas de muchos de los más prestigiosos artistas de la época y de la Historia del Arte. Donatello y Lorenzo Ghiberti, en escultura. Masaccio, Botticelli, Piero della Francesca, Ucello o Fra Angelico en pintura. Y en arquitectura, las obras de Brunelleschi y Leon Battista Alberti.
La segunda etapa, el Cinquecento, o Alto Renacimiento, fue un período artístico muy breve (1500-1527) pero importantísimo. En esos años, los artistas aspiraron a configurar un clasicismo único, canónico. Sus máximos exponentes fueron Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael Sanzio y Donato Bramante. A diferencia del Quattrocento, el Cinquecento tuvo su epicentro en la Roma de los papas, aunque se difundió tanto por el resto de Italia como por Europa. Entre los demás centros artísticos, solo Venecia alcanzó el mismo nivel que Roma, gracias a la escuela veneciana de pintura, con los Bellini, Giorgione y Tiziano.
A pesar del gran peso de este movimiento artístico, el siglo XVII tomó el testigo con un concepto del arte diametralmente opuesto a los principios del Renacimiento, el Barroco.
Miguel Ángel, el genio renacentista
Descrito por sus coetáneos como un hombre solitario, soberbio e iracundo, Miguel Ángel vivió perpetuamente dominado por su genio y sus pasiones. Nacido en Caprese, Italia, en 1475, siendo adolescente se trasladó a Florencia en un momento en el que la ciudad estado italiana brillaba por su esplendor cultural. La corte florentina estaba regida por uno de los más prolíficos mecenas de la época, Lorenzo de Medici, que vivía rodeado de personajes de la talla de Pico della Mirandola, Botticelli o Ghirlandaio.
Miguel Ángel pronto captó el interés del príncipe y enseguida comenzó a formar parte del selecto círculo de protegidos de la corte. No obstante, tras la muerte de Lorenzo de Medici, Miguel Ángel abandonó Florencia y regresó a Caprese. Al cabo de un breve período de idas y venidas, se estableció en Roma en 1496, donde estudió arte clásico y dio comienzo a su fructífera obra esculpiendo alguna de las piezas más notables de su etapa juvenil. Aunque abarcó las cuatro nobles artes: pintura, arquitectura, poesía y escultura, su predilecta fue esta última, concretamente la creación en mármol. Como escultor, concebía las figuras como si estuvieran ocultas en el bloque de mármol, y se imponía solo la tarea de retirar la materia que las cubría. “La Piedad”, “Moisés” y “El esclavo moribundo” son obras suyas, pero quizá la más imponente sea el “David”, una escultura tallada a partir de un solo bloque de mármol de casi cinco metros de altura.
Su siguiente gran obra, esta vez en el campo de la pintura, fue la decoración de la “Capilla Sixtina”, que realizó a partir de 1508. Tras mandar construir un descomunal andamio y despedir a los consejeros expertos que pretendían dirigir su trabajo, Miguel Ángel se dispuso a pasar largas jornadas en una posición imposible y ocultándose de las miradas curiosas hasta completar, en 1512, los maravillosos frescos que decoran desde entonces la capilla más famosa del mundo.
En cuanto a la arquitectura, cabe señalar su participación, junto con Donato D'Angelo Bramante, Rafael y Antonio da Sangallo, en la construcción de la basílica de la ciudad del Vaticano. Bramante apenas participó, pues murió en 1504, pero puso las bases. Rafael asumió el mando hasta su muerte en 1520, y Sangallo hasta 1546. Miguel Ángel fue el arquitecto entre 1546 y 1564.
Poco después murió. Su epitafio refleja la grandeza y la miseria de un artista que aseguraba que toda su vida había sido una continua lucha contra la muerte: “Por siempre de la muerte soy, y vuestro / solo una hora he sido; con deleite / traje belleza, más dejé tal llanto / que valiérame más no haber nacido”.
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