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La decadencia del Antiguo Régimen

La denominación "Antiguo Régimen", creada por los revolucionarios franceses de 1789, se refiere al sistema político de las monarquías absolutas que imperó en buena parte de Europa durante la edad moderna hasta el estallido de la revolución, pero también durante esta y después. Concretamente, fue el historiador Alexis de Tocqueville quien la acuñó en su tratado El Antiguo Régimen y la Revolución. Se extendió entre los siglos XV y XVIII por toda Europa, y alcanzó su apogeo con Luis XIV (el Rey Sol) en Francia (1643-1715). En este sistema político absolutista la voluntad del monarca era la ley, no limitada por ningún tipo de control parlamentario o constitucional. El poder real era, pues, mucho más omnívoro y concentrado que el de las monarquías parlamentarias o limitadas existentes en Inglaterra y Holanda, las cuales habían pasado con anterioridad por un proceso de transformación modernizador.

plaza de la Bastilla
En la plaza de la Bastilla se encontraba la fortaleza-cárcel del mismo nombre. Era considerada un símbolo del Antiguo Régimen por los enemigos del monarca francés.

La crisis del Antiguo Régimen fue un proceso prolongado que modificó las más básicas estructuras de poder en Europa. Cronológicamente se sitúa entre mediados del siglo XVIII, con la publicación de la Enciclopedia de los ilustrados franceses, y 1848, el Año de las Revoluciones (o Primavera de los Pueblos) en Francia, Alemania, Austria, Hungría e Italia. Esta larga y profunda transformación terminaría dando lugar a las organizaciones políticas que caracterizan la Europa contemporánea.

Las monarquías absolutas y autoritarias no pudieron resistir impertérritas el embate de las revoluciones burguesa y liberal en Francia (1789) y más allá, y de la Revolución Industrial originada en el Reino Unido en la segunda mitad del siglo XVIII. Estas sacudidas de la política y la economía eran demasiado violentas como para que pudiera mantenerse la antigua organización. Los cambios profundos que produjeron pueden sintetizarse en unos puntos decisivos. En lo económico, se pasó de un modelo de producción feudal a uno capitalista industrial; en lo político, la emergente clase burguesa, ligada a la nueva economía, desplazó del poder a la aristocracia; en lo ideológico, las doctrinas políticas ligadas al tradicionalismo y partidarias de un poder concentrado en la monarquía fueron gradualmente sustituidas entre muchos pensadores por las nuevas visiones del Estado liberal, impulsadas primero en Inglaterra por John Locke y después por algunos de los ilustrados franceses, hasta su culminación en El contrato social de Jean-Jacques Rousseau.

La crisis del Antiguo Régimen supuso, pues, el lento y progresivo desmantelamiento del tradicional statu quo monárquico y aristocrático y la aparición de un nuevo agente en la historia: la burguesía, que sustituiría formas e instituciones económicas y de poder obsoletas por el dinamismo del incipiente modelo industrial y capitalista.

Antecedentes de la Revolución

Durante el siglo XVIII, Francia al igual que España y Portugal, se caracterizaban por tener una división estamental y un sistema de gobierno absolutista, al que se conocía como Antiguo Régimen.

Hay que esperar que el juego acabe pronto
Hay que esperar que el juego acabe pronto. Dibujo de 1789. En él se muestra a los tres estamentos de la sociedad francesa. El Tercer Estado, representado por un campesino, carga con los dos estamentos privilegiados. El noble lleva una espada «oxidada por la sangre». Del bolsillo del clérigo sale un papel que dice «pensión, ostentación» y la azada del campesino está «húmeda por las lágrimas». La aparición de perdices y liebres comiéndose las cosechas hace referencia a los derechos de caza que poseían los señores.

La sociedad estaba dividida en tres estamentos o estados principales:

La nobleza: conformada por tres grupos: la alta nobleza de espada que tenía un origen militar y de familias reales tradicionales; la alta nobleza de toga, de origen burgués, que obtuvo títulos nobiliarios gracias a vínculos matrimoniales con la nobleza tradicional, y la baja nobleza, la cual no percibía rentas pero disfrutaba de privilegios.

El clero: compuesto por el alto y bajo clero. El alto clero era cercano a la nobleza de Versalles y dueño de una décima parte del territorio francés. El bajo clero se localizaba en las provincias y tenía menos privilegios.

El tercer estado o estado llano: representaba el mayor porcentaje de la población y estaba conformado por la alta y pequeña burguesía, así como por las clases urbanas y campesinas. La alta burguesía estaba compuesta por los financieros, banqueros y grandes comerciantes, y la pequeña burguesía, por profesionales liberales, pequeños comerciantes y maestros artesanos. Los campesinos eran el sector menos favorecido dentro del tercer estado, pues vivían en condiciones precarias de pobreza y de servidumbre.

El palacio de Versalles
El palacio de Versalles. Sede de la monarquía francesa a finales del siglo XVIII.

La nobleza y el clero eran dueños de la mayoría de las tierras, controlaban el poder político y disfrutaban de privilegios como no pagar impuestos y tener leyes especiales. La mayoría de la población soportaba las cargas fiscales con las que se sostenía la estructura administrativa de los Estados y la minoría privilegiada.

Referencias:
Caballero Escorcia, B. A., Cote Rodríguez, J. A., Cristancho Garrido, H. Ch., Fajardo Barragán, A. Maldonado Zamudio, C. A. y Prieto Ruiz, F. A. (2010). Hipertexto Sociales 8. Editorial Santillana S.A.
Emse Edapp, S.L. (2016). Edad Moderna II. Siglos XVIII y XIX. Bonalletra Alcompás.

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