La Inglaterra Isabelina
Isabel I subió al trono de Inglaterra a la muerte de su predecesora María I, en el año 1558. María (media hermana de Isabel) fue apodada la “Sanguinaria” por su violenta represión a la Iglesia anglicana. La nueva reina había sido declarada hija ilegítima de Ana Bolena, esposa de Enrique VIII, cuando contaba solo tres años, y su madre había sido ejecutada bajo acusación de adulterio, incesto y traición. Sin embargo, la muerte sin herederos de María I permitió que Isabel accediera a la corona inglesa.
La llegada de Isabel I al trono abrió de nuevo las puertas de la corte al anglicanismo. La reina se enfrentó al Imperio español a causa del ataque de Felipe II contra la flota inglesa, lo que explica en parte el apoyo de la corona inglesa a la causa protestante. Isabel mandó capturar la flota de Indias en 1569 a la vez que reprimía rebeliones católicas en su propio territorio. Por todo ello, la reina fue excomulgada mediante una bula papal en 1570, lo que no hizo sino alimentar el fuego del conflicto religioso.
En 1571 se realiza la redacción de los Treinta y Nueve Artículos que la reina Isabel estableció como el cimiento doctrinal de la nueva Iglesia de Inglaterra y que fueron aprobados mediante un acta del parlamento. Redactados con base en la obra del arzobispo calvinista de Canterbury, Thomas Cranmer (1533-1556), los artículos bebían de las fuentes del latitudinarismo (doctrina que interpreta de forma laxa los preceptos de la religión católica), aunque no pretendían suministrar una definición dogmática de la fe. Según este texto, la liturgia y la jerarquía continuarían cercanos al catolicismo (aunque sin el uso del latín, el culto a las imágenes y el celibato de los sacerdotes), pero el dogma era calvinista.
La etapa isabelina, de más de 44 años, el quinto reinado más duradero de la historia inglesa, trajo consigo la prosperidad. El país se convirtió en una destacada potencia en el escenario económico europeo occidental: se desarrollaron e impulsaron las actividades artesanales y las manufacturas, y su crecimiento sentó las bases para el posterior desarrollo de una potente industria del vidrio, la cerámica y la seda. Se mejoraron y desarrollaron sobremanera las flotas comercial y militar inglesas, de la que surgieron figuras como el pirata Francis Drake. Asimismo, se fundó en honor de la Reina Virgen, como se apodaba a Isabel I, una colonia en América del Norte, Virginia, y se creó en 1600 la Compañía Británica de las Indias Orientales.
Londres vio aumentar su población de los 90.000 habitantes de 1560 a los más de 150.000 a finales del reinado de Isabel I (1603). Además de gran plaza comercial con bolsa (la Royal Exchange creada en 1570) y un puerto comparable al de Amberes, la ciudad se convirtió en capital política, intelectual y cultural, donde destacaban nombres como el de William Shakespeare.
William Shakespeare (1564-1616)
Durante el reinado de Isabel I, Inglaterra no solo alcanzó grandes logros políticos y económicos, sino que además vio nacer a uno de los mayores genios de la literatura mundial, William Shakespeare. El “bardo de Avon” debía su apodo a su lugar de nacimiento, donde también murió, Stratford-upon-Avon, una pequeña localidad al sur de Birmingham y a orillas del río Avon. Hijo de un comerciante de piel y lana, en 1582, con dieciocho años, se casó con la hija de un terrateniente de la vecina Shottery, Anne Hathaway, con la que tuvo tres hijos.
Algunos años después se trasladó a Londres, donde empezó a trabajar como actor. Durante esta época publicó algunos poemas, como “Venus y Adonis”, que dedicó al conde de Southampon, pero a pesar de su prolífica obra lírica (escribió más de 150 sonetos, entre otros poemas) Shakespeare debe su gloria imperecedera a sus obras teatrales, que empezó a escribir a finales del siglo XVI. De entre “Romeo y Julieta”, “Sueño de una noche de verano”, “El mercader de Venecia”, “Julio César”, “Hamlet”, “Macbeth”, “Otelo” o “El rey Lear”, entre muchísimas más obras que conformaron un corolario de historias y personajes que son un legado para la humanidad.
Shakespeare fundó su propia compañía, y sus obras, cuyas representaciones le aportaron pronto importantes beneficios económicos, eran representadas por el actor (y amigo) Richard Burbage, que gozaba de gran popularidad. Durante casi la mitad de su carrera Shakespeare trabajó en la compañía The Lord Chamberlain's Men (Los hombres de Lord Chamberlain), cuyo nombre se debía al mecenazgo de lord Chamberlain, que estaba al cargo del entretenimiento de la corte isabelina. Más adelante, cuando el sucesor de Isabel I, el rey Jacobo I, se convirtió en su nuevo mecenas, la compañía pasó a llamarse The king's Men (Los hombres del rey).
Aunque parte de la crítica no ha sabido definir con claridad cuál era el mensaje de Shakespeare, aquello que quería comunicar al mundo, puesto que su obra es muy variopinta y más aún por sus personajes, sí hay algunas teorías que relacionan la muerte de su único hijo barón, Hamnet, de apenas once años, con la redacción de su Hamlet, que ha sido desde siempre una de sus tragedias más aclamadas por la profundidad psicológica del protagonista. Hamlet era el hijo del rey de Dinamarca asesinado por el hermano Claudio, que usurpó su trono y se casó con su mujer. Conocida la noticia gracias al espectro del padre, el príncipe se finge loco de amor por la bella Ofelia, pero su única intención es vengar la muerte del rey. Hamlet es una figura compleja y enigmática, que anticipa la turbación psicológica de los personajes modernos, en una obra que representa el drama de la voluntad humana frente a la muerte.
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