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Los Estados de la Europa del este

La Europa del este del siglo XVIII estuvo repartida entre las tres grandes potencias de Austria, Rusia y Turquía, aunque empezó a fragmentarse más como consecuencia de la creciente influencia de la emergente Prusia.

Mapa de Europa 1789

Victoriosa en la Guerra de Sucesión austríaca frente a la coalición francoprusiana (1740-1748), María Teresa se afirmó como emperatriz, sin que por ello se relajara la intensa rivalidad entre Austria (dirigida desde 1780 por el hijo de María Teresa, José II) y Federico II el Grande de Prusia. Este, emblema del despotismo ilustrado, reinó entre 1740 y 1786. Al término de la Guerra de Sucesión, y de la prolongada resaca de las tensiones con Austria (hasta 1763, en que se le entregó Silesia, largo motivo de discordia), su reino se hallaba agotado y empobrecido. Federico decidió reanimarlo a fuerza de vitalizar los campos con reformas agrarias y estimular la ganadería, así como la industria. El auge económico benefició a la nueva clase burguesa, que sin embargo estaba apartada de las posiciones de poder, copadas por la nobleza tradicional. Pero donde mayor empeño puso Federico II fue en la reforma y modernización del ejército, que convirtió en el más potente de Europa. Su espíritu ilustrado se concretó en la Academia de sabios y científicos que creó en su palacio de Sanssouci, al que entre otros acudió Voltaire; en la supresión de la tortura, y en la redacción de un código civil que instituía la igualdad jurídica para todos. En suma, Federico dejó Prusia convertida en una gran potencia.

Palacio de Sanssouci, en Postdam
El ilustrado monarca Federico II el Grande de Prusia creó una Academia de sabios y científicos en el Palacio de Sanssouci, en Postdam, cerca de Berlín.

Rusia vivió una extraña contradicción con Catalina II, la zarina que depuso y mandó asesinar a su esposo, el zar Pedro III: una ideología ilustrada superficial que ocultaba una férrea voluntad absolutista. Como en el caso de Federico II, la verdadera pasión de la Gran Catalina fue la razón de Estado, construir una gran potencia. Y lo logró en sus 34 años de reinado (1762-1796).

Polonia representaba una gran extensión carente de organización y unidad. A la muerte del rey Augusto III, Catalina II se abalanzó sobre el enorme pastel, que acabó repartiéndose con la Austria de María Teresa: Prusia occidental se asignó a Prusia, la mayor parte de Bielorrusia a Rusia y Galitzia a Austria. Eran las partes más ricas del antiguo Estado, que se convirtió básicamente en un protectorado ruso.

Las grandes potencias del este de Europa pasaron el siglo XVIII ajenas a las convulsiones revolucionarias en Francia y al impulso de la industria inglesa. Estuvieron enfrascadas en guerras y negociaciones para repartirse grandes territorios. Solo reaccionaron cuando la ola revolucionaria amenazó con expandirse más allá de las fronteras francesas, y entonces defendieron con determinación el Antiguo Régimen.

CATALINA II Y LA SUBLEVACIÓN DE PUGACHEV

La Zarina Catalina II La Grande de Rusia (en el trono entre 1762 y 1796) fue una destacada exponente del absolutismo dieciochesco, lo cual no resultó óbice para que, al mismo tiempo, se declarara partidaria del ideario ilustrado. Deseó ser reconocida como una dirigente filósofa, pero su profesada admiración por los ideales de libertad y fraternidad fue solo teórica y retórica. Sí fue una entusiasta mecenas de las letras y las artes: atesoró una enorme colección de obras artísticas que sería la base del futuro Museo del Ermitage, y adquirió la enorme biblioteca de Voltaire a la muerte de este, con quien había mantenido una correspondencia de quince años. Propuso a Denis Diderot que terminara de publicar la Enciclopedia en Rusia, bajo su protección, cuando las autoridades francesas le pusieron trabas. En 1755 creó la Universidad de Moscú y un proyecto de fundar escuelas primarias y medias, que no llegó a realizarse. Gran lectora, estaba al corriente de todos los principales sucesos de Europa.

Estatua de Catalina II
Estatua de Catalina II en Odessa (Ucrania).

Su deseo de notoriedad filosófica se detenía ante las implicaciones demasiado graves de sus ideas, y no dio la más mínima oportunidad a reformas democratizadoras. En sus 34 años de imperio Rusia amplió mucho sus fronteras por el sur y por el oeste: Crimea, Ucrania, Bielorrusia, Lituania y Curlandia, a expensas del imperio otomano (con el que mantuvo las guerras ruso-turcas de 1768-1774 y 1787-1792) y Polonia. En el orden interno, creó una Administración fuerte y centralizada, empeoró la condición legal de los siervos y extendió la esclavitud a las regiones del sur de Rusia donde aún no estaba implantada, al tiempo que suprimía los derechos de la comunidad judía, con lo que introdujo un peligroso antisemitismo de Estado.

Mapa expansión territorial del Imperio ruso

Catalina era una princesa alemana de segundo rango, elegida como esposa por el futuro zar. Muy popular al principio por el empeño con que aprendió el ruso y la devoción con que abrazó la fe ortodoxa, no mantuvo una buena relación con su esposo. Solo seis meses después de que él se convirtiera en Pedro III (1762), un golpe de Estado de la Guardia Imperial rusa, a las órdenes del amante de Catalina, le depuso y entronizó a su mujer, que se convirtió en Catalina II. La nueva emperatriz ordenó el asesinato de Pedro a los seis días de su deposición, igual que el de dos rivales suyos al trono.

La mayor dificultad a la que tuvo que hacer frente fue, en 1773-1775, la rebelión del cosaco Yemelián Pugachev, quien afirmaba ser el destronado Pedro III y reclamaba el mando de Rusia. Pugachev contó con el respaldo de los cosacos, de varias comunidades turcomanas, de muchos trabajadores industriales y del campesinado. El alzamiento fue de gran alcance hasta ser brutalmente reprimido por el ejército en 1774.

Referncia:

Emse Edapp, S.L. (2016). Edad Moderna II. Siglos XVIII y XIX. Bonalletra Alcompás.

 

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