La era de los descubrimientos marítimos
Durante los siglos XV y XVI los descubrimientos marítimos de las expediciones portuguesas y españolas abrieron nuevos escenarios en Europa tanto en el plano económico como político. Surgieron los nuevos imperios coloniales de España y Portugal, y puertos atlánticos de ciudades como Lisboa y Sevilla arrebataron la primacía del comercio marítimo a las grandes urbes mediterráneas. La búsqueda de una ruta hacia Asia para conseguir oro y especias, las humanas ambiciones de fortuna personal y la necesidad de los estados de ampliar territorios llevó a ambos países a aventurarse en expediciones por espacios que hasta entonces pertenecían al mundo legendario.
Portugal consiguió traspasar el cabo Bojador y doblar el cabo de Buena Esperanza abriendo la ruta del Índico. Por su parte, España encontró un nuevo continente, América, y financió la expedición de Magallanes que circunnavegó por primera vez la Tierra. El nuevo mundo quedó repartido entre las dos potencias: Portugal se quedaba con el comercio de la costa occidental africana y España con América. Más tarde ingleses, franceses y holandeses se harían con una parte del botín ocupando posiciones en el recién descubierto continente.
El pionero, Enrique el navegante
Aunque navegó poco, Enrique de Portugal respaldó y proyectó numerosas exploraciones que abrirían para este país la senda de nuevas rutas comerciales y un nuevo mundo. Hijo y hermano de reyes, el príncipe Enrique (1394-1460) de Portugal no recibiría el sobrenombre de “el Navegante” hasta el siglo XIX. Cuando su padre, Juan I, lanzó la primera expedición al norte de África, puso a Enrique al mando de la flota que tomaría Ceuta (1415). Un año después este fundaría en el Algarve, junto al cabo de Sagres, uno de los primeros observatorios astronómicos, un centro de estudios náuticos y de construcción naval. Su interés le llevó a reunir a cosmógrafos y navegantes para iniciar la exploración de la costa occidental africana.
Como caballero medieval su afán era llegar al mercado oriental de especias rodeando el continente africano; al tiempo que luchaba contra el islam y arrebataba a los musulmanes el control del comercio con Oriente. Como renacentista le empujaba la sed de nuevos descubrimientos y avances, pues en estas empresas Enrique perseguía el sueño de contrastar lo que había aprendido durante su aventura africana y desarrollar un rico intercambio comercial con los habitantes de África.
Entre otros territorios, bajo su liderazgo se descubrió Madeira (1420), se exploraron las Canarias (1424) y se llegó a Azores (1432). En 1433 se estableció la primera factoría portuguesa en África, en cabo Blanco, cuyo uso más habitual era el comercio de esclavos. Uno de los hitos de estas exploraciones fue sobrepasar el mito medieval del cabo Bojador, más allá del cual se desconocía qué había. Esto lo conseguiría Gil Eanes en 1434. Con ello se terminaba la primera etapa de los descubrimientos portugueses, que fueron de ensayo y poco rentables.
A partir de entonces la motivación económica los llevaría a buscar el oro y metales que escaseaban en Europa. Portugal llegó a la península del Río de Oro (1436), en la costa atlántica del Sáhara, y entre 1444 y 1446 descubrieron Senegal, Cabo Verde y Sierra Leona. También se emprendería el poblamiento con colonos portugueses de las islas descubiertas, donde se ordenó plantar caña de azúcar de Sicilia, que en la época era un cultivo muy rentable.
Enrique el Navegante no llegó a ver cumplido su sueño de circunnavegar África en busca de la ruta de las especias. Sin embargo, sus empresas proporcionaron grandes fortunas a los exploradores portugueses con las nuevas mercancías africanas. Gracias a ello se pudieron financiar viajes como el de Vasco de Gama, quien años más tarde llegaría a la India por mar en 1498 circunnavegando África. Y todo ello a pesar de que a la muerte del infante Enrique, en 1460, el ritmo de las exploraciones se detuvo durante unos años. Su sucesor, el monarca Alfonso V, prefirió explotar los territorios descubiertos y dejar a un lado nuevas exploraciones.
Las expediciones de Colón
La llegada de los españoles a América no hubiera sido posible sin la determinación de Cristóbal Colón de llegar a las tierras de la India navegando hacia el oeste. Idea inspirada en la hipótesis de la esfericidad de la Tierra defendida por el científico Paolo dal Pozzo Toscanelli, que sostenía que esta era la forma más corta de llegar a las Indias. Tal hipótesis presentaba algunos errores de cálculo, ya que suponía una distancia hasta las Indias notablemente menor y no contemplaba la presencia de un continente entre Europa y Asia. Quizá gracias a este error contó con el apoyo de los Reyes Católicos, quienes financiaron la empresa, previamente rechazada por el rey de Portugal, de circunnavegar la Tierra para llegar a los países productores de especias.
Antes de partir, Colón fue nombrado virrey y almirante y se le concedieron los derechos sobre la décima parte de lo que se obtuviese en las tierras alcanzadas. El 3 agosto de 1492 zarpó de Palos, Cádiz, con una expedición compuesta por tres carabelas (Niña, Pinta y Santa María) que llegarían el 12 de octubre de 1492 a las costas del continente americano. La primera tierra que avistaron fue Guanahaní (actuales Bahamas) bautizada como San Salvador. Descubrió otras islas del Caribe, como La Española (actual Haití y República Dominicana), donde se construyó el Fuerte de la Navidad con los restos de la Santa María, que había naufragado. Colón regresó a España en 1493 y fue recibido con grandes honores en Barcelona por los Reyes Católicos.
La segunda expedición de Colón (1493-1496) partió desde Cádiz con 17 navíos y tuvo un aspecto más colonizador. Se descubrieron las Antillas Mayores. Al regresar a La Española y ver que el fuerte había sido destruido, fundó en La Isabela la primera ciudad del Nuevo Mundo. Poco después los reyes autorizaron a otros navegantes a ir a las Indias y con ello Colón perdía su exclusividad, lo que dio pie a insubordinaciones.
En su tercer viaje (1498), descubrió Trinidad y Cubagua, pero al llegar a La Española, donde su hermano Bartolomé estaba en calidad de adelantado, la situación estaba crispada contra Diego y Bartolomé Colón. El almirante tuvo que enfrentar una crisis que terminó con el apresamiento de los tres hermanos Colón acusados de gestión ineficaz y abusos contra los propios españoles a quienes se les debía dinero y no se les permitía regresar a España.
Tras el desagravio de la reina por su apresamiento, pudo emprender un cuarto viaje en 1502, con menos medios y más limitaciones. Aún seguía creyendo que navegaba por el Sudeste Asiático y su meta era encontrar el estrecho que le llevaría a la tierra de las especias. Tras descubrir nuevas tierras regresó enfermo sin haber hallado ese estrecho. A su llegada a España le recibió la noticia de la muerte de su protectora Isabel la Católica.
El tratado de Tordesillas
El tratado de Tordesillas fue el primer acuerdo para dividir el mundo descubierto y por descubrir. Su antecedente fue el tratado de Alcaçovas (1479), en el que además de las cuestiones sobre fronteras terrestres, se trataron por primera vez aquellas relacionadas con la expansión marítima. Sin embargo, cuando Colón regresó de su primer viaje (1493), los Reyes Católicos fueron conscientes de la importancia de su descubrimiento y rápidamente quisieron negociar con Portugal para evitar que los lusos, pero también franceses e italianos, se inmiscuyeran en la empresa americana. Los dos reinos ibéricos empezaron a disputarse la posesión de las tierras recién descubiertas y que ya Colón había declarado propiedad española en el momento del desembarco.
El precedente portugués de bulas de reconocimiento de sus derechos en África durante el siglo XV, sirvieron a los Reyes Católicos para solicitar al papa del momento, Alejandro VI, que además era español, una bula que reconociera la concesión de los territorios aún por descubrir. El papa expidió dos bulas en las que se fijaban unas líneas geográficamente imprecisas que no permitían dirimir la cuestión. Como Portugal se opuso a firmarlas, en 1494 se firmó el Tratado de Tordesillas entre ambos reinos. Con este pacto el mundo se dividía en dos partes siguiendo una línea meridiana, situada a 370 leguas al oeste de Cabo Verde.
Los territorios al oeste de la línea correspondían a los españoles, y los del este a los portugueses. Pero esto no solucionó las delimitaciones, pues aún se ignoraba la existencia del continente americano y del océano Pacífico, así como las dimensiones reales del planeta, por lo que era imposible prever las consecuencias de la decisión adoptada. Sin embargo, la fijación de estos límites demostraba la confianza de las coronas ibéricas a fines del siglo XV en su superioridad náutica y en sus posibilidades de expansión.
Fue la primera frontera moderna, pues para su cálculo se siguieron los amplios círculos astronómicos que delimitan la esfera terrestre y no las líneas marcadas por los habituales accidentes geográficos. Este mérito se debe a los dos cartógrafos que participaron en las negociaciones: el portugués Duarte Pacheco de Pereira y el castellano Fernando de Torres.
El contenido del acuerdo solo se modificó por la presencia castellana en las islas Filipinas; y por la conquista portuguesa de Brasil, pues en la frontera pactada en Tordesillas correspondía a Portugal una pequeña franja costera de Brasil, pero no todo el territorio, como finalmente llegaría a ser. Aparte de esto el Tratado de Tordesillas se respetó y supuso un estímulo para el despegue económico, marítimo y comercial de los dos reinos peninsulares, que se convirtieron en los más fuertes y poderosos de la Edad Moderna.
Magallanes y la circunnavegación de la Tierra
La primera vuelta al mundo fue una epopeya sin precedentes en la historia de la navegación. Este proyecto financiado por el rey Carlos I de España, no solo demostró que la Tierra era redonda, sino que descubrió para los europeos dos quintas partes del mundo. Hacía tiempo que España buscaba encontrar una ruta hacia Asia sin entrar en los limites portugueses. Pues en la línea imaginaria trazada por ambos estados en el Tratado de Tordesillas (1494), a España le correspondía la parte oeste del océano (América) y a Portugal el este (África y el Índico). Por eso cuando el portugués Fernando de Magallanes (1480-1521) se presentó ante el monarca español, tras ser rechazado por el portugués, con la idea de hallar un paso natural a las islas de las especias, Carlos I accedió a financiarla.
Magallanes zarpó de Sanlúcar de Barrameda en 1519 con cinco naves. Después de bordear Brasil y Argentina, costeó la Patagonia, pero ante lo interminable del viaje los pilotos españoles se negaron a obedecer las órdenes de un extranjero y provocaron un levantamiento que Magallanes reprimió. Finalmente, en 1520 encontraron lo que creyeron una ensenada o río: era el estrecho que unía los mares Atlántico y Pacífico, como el mismo Magallanes denominó al encontrar sus aguas en gran paz. Pero, a falta de mapas cartografiados de aquella ruta desconocida, Magallanes se apoyaba en un cálculo erróneo del diámetro de la Tierra y eso le hizo creer que tras llegar al Pacífico alcanzaría en unos días las Molucas.
Solo dos naves emprendieron esa travesía del Pacífico. Iban sin provisiones y con las enfermedades haciendo mella entre la tripulación. Esta epopeya de tres meses fue narrada por el explorador italiano Antonio Pigafetta, uno de los supervivientes. Tras una dificultosa navegación llegaron a las islas Molucas y posteriormente a Filipinas, donde Magallanes murió asesinado por los indígenas de una isla en 1521. La dirección de la travesía recayó entonces en Juan Sebastián Elcano, que lograría finalizar la expedición atravesando el océano Índico y rodeando África. Regresaría a España en 1522 con tan solo una de las carabelas y 18 supervivientes. La ruta occidental a las Molucas se reveló larga y costosa en vidas y bienes, por lo que cinco años después España las vendería a Portugal.
El siglo XVI sería testigo de otras circunnavegaciones, de hecho, el propio Elcano murió en su segundo intento. La siguiente expedición que lo logró fue la del inglés Francis Drake que la realizó en dos ocasiones (1577 y 1580), aunque él ascendería hasta California, con lo que se convirtió en el primer europeo en llegar hasta allí. Después cruzó el Pacífico hasta las Filipinas y las Indias Orientales y regresó a Inglaterra por el cabo de Buena Esperanza. La potencia marítima inglesa iniciaba su senda de esplendor.
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