El Santo Oficio de Roma
La Inquisición romana, también conocida como Congregación del Santo Oficio, fue fundada en 1542 por Pablo III para defender la integridad de la fe católica y como respuesta a la amenaza de la Reforma protestante iniciada por Lutero. A lo largo de la Edad Media habían existido instituciones judiciales eclesiásticas para condenar los diversos tipos de delitos de la fe. La primera versión de este tribunal fue la Inquisición episcopal, creada por el papa Lucio III en 1184 para combatir a los herejes cátaros. Esta institución no dependía de una unidad central, sino que los posibles herejes estaban a la merced del obispo y la autoridad civil de la diócesis correspondiente.
En 1231, Gregorio IX fundó la Inquisición papal (también conocida como Inquisición pontificia o medieval) para combatir las herejías albigense y valdense, presentes sobre todo en el sur de Francia y el norte de Italia. A diferencia de la Inquisición episcopal, el control pasó de las manos de los obispos locales a las del papa, quien, a su vez, descargó sus obligaciones en algunas órdenes mendicantes, especialmente en los dominicos. De este modo, el inquisidor, al ser representante del papa, también lo era de Dios, lo que le permitía actuar de oficio (sin necesidad de acusación previa). Esta potestad del inquisidor tuvo una gran influencia en los sistemas penales de la época y en el propio proceso.
En 1251, bajo el pontificado de Inocencio IV, el tribunal admitió el empleo de la tortura en el proceso inquisitorial. Tras su institución, la Inquisición Romana concentró su actividad principalmente en Italia, pero, posteriormente, en 1555, bajo el pontificado de Pablo IV, sucesor de Pablo III, su ámbito de acción se amplió a todos los territorios donde estaba establecida la Iglesia católica. En esta ocasión, el tribunal tampoco dependía del episcopado y su misión era atacar a cualquier elemento que atentase contra la fe católica.
Entre las condenas más tristemente célebres se encuentran la del hombre científico, poeta y dominico Giordano Bruno, condenado en 1600 a morir en la hoguera por sus ideas heréticas. Galileo Galilei, matemático, físico y astrónomo, ingeniero y filósofo, corrió una suerte similar. Fue condenado en 1633 después de publicar “Massimi sistemi”, un tratado claramente procopernicano en el que sentó las bases del método científico, al tiempo que cuestionó la autoridad de la Iglesia en materia del estudio de las ciencias. Su condena ejemplifica el conflicto entre ciencia y religión en Occidente.
Tras cerca de cuatro siglos de actividad, en 1908 Pío X cambió el nombre del tribunal a Sagrada Congregación del Santo Oficio, y en 1965 Pablo VI le dio su nombre actual, Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que respondía a las numerosas quejas sobre la historia de la institución.
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