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El apogeo del absolutismo

El apogeo del absolutismo

En la segunda mitad del siglo XVII el modelo absolutista diseñado por el cardenal Richelieu y perfeccionado por su sucesor el cardenal Mazarino, se fue afianzando en buena parte de los estados europeos. El monarca era la máxima autoridad y concentraba en su persona, por derecho divino, la totalidad de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). En Francia, Luis XIV, el Rey Sol, se erigió como el máximo representante y emblema del monarca absoluto y del despotismo por derecho divino.

El 9 de marzo de 1661, tras la muerte del cardenal Mazarino, Luis XIV empezó a ejercer en solitario la plena soberanía de Francia. Sus palabras, cuando le preguntaron quién iba a ejercer a partir de ese momento de primer ministro, fueron: “Yo. Les ordeno que no firmen nada, ni siquiera un pasaporte, sin mi consentimiento”. El Estado era la máxima prioridad y el rey el instrumento divino para llevar al país a lo más alto. Con el fin de lograrlo, el monarca francés no se limitó a reorganizar su política económica o a dominar a sus súbditos, sino que lideró una agresiva política exterior basada en la defensa de sus territorios y en la conquista de otros.

Con su poderoso ejército y sus decisiones diplomáticas (se casó por conveniencia con María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, para poder disponer de su trono), Luis XIV, aprovechó la frágil coyuntura europea para romper el delicado equilibrio que se había instaurado en el continente: España vivía una débil regencia tras la muerte de Carlos II, Inglaterra estuvo inmersa en multitud de problemas internos hasta la Revolución de 1688, y Europa Central se debatía entre conflictos religiosos mientras intentaba deshacerse de la amenaza turca.

Luis XIV, icono de la era del absolutismo en Europa.
Luis XIV, icono de la era del absolutismo en Europa. Fue rey de Francia desde 1643 hasta su muerte en 1715. Su reinado, de 72 años y 110 días, es el más longevo de la historia.

Aunque Luis XIV fue el máximo exponente del poder total de la monarquía en la Europa del siglo XVII, el modelo absolutista se extendió a lo largo y ancho del continente: en España, tras la Guerra de Sucesión, subió al trono Felipe V, y con él la dinastía de los Borbones; Leopoldo I y Carlos VI, de la dinastía de los Habsburgo, en el Sacro Imperio Romano Germánico; en Prusia, Federico Guillermo; en Portugal, Pedro II; en Saboya-Piamonte, Víctor Amadeo II; en Dinamarca, Federico III; y en Rusia, Pedro I el Grande. Todos ellos dispuestos a ensalzar la figura del monarca y a servirse de todos los fines para dirigir, sin oposición alguna, la maquinaria del Estado.

Estos métodos entraron en decadencia a finales del siglo XVII, cuando la arbitrariedad política, la intolerancia religiosa, el mantenimiento de privilegios sociales, las restricciones económicas y los abusos de poder se hicieron insoportables para numerosos sectores de la población. Al mismo tiempo, empezaron a difundirse las ideas de la Ilustración, basadas en la instauración de un orden social y político inspirado en la razón. El movimiento ilustrado defendía la igualdad entre las personas, la libertad de culto y de comercio, y la limitación de poder de los gobernantes.

En Francia, la Revolución francesa puso fin a la monarquía absolutista en 1789.
En Francia, la Revolución francesa puso fin a la monarquía absolutista en 1789, pero el absolutismo se mantuvo en otras naciones europeas que se aliaron con los contrarrevolucionarios franceses para restaurar el poder borbónico en Francia.

Se alimentaron los levantamientos populares que derivaron en las llamadas revoluciones burguesas o revoluciones liberales, tales como la Revolución Francesa, que acabó con la monarquía en 1789, u otras más tardías como la Revolución Rusa de 1917, que condujo al derrocamiento del régimen zarista.

Referencia:
Emse Edapp, S.L. (2016). Edad Moderna I. Siglos XVI y XVII. Bonalletra Alcompás.

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