
La Fundación de Roma
Según la leyenda, Roma fue fundada en el 753 a.C. por Rómulo, nieto del rey de la antigua ciudad de Alba Longa, la más importante de la Liga Latina. Si bien las evidencias arqueológicas ponen de manifiesto otra realidad (Roma nació de la fusión de algunos pueblos latinos y sabinos asentados en colinas a lo largo del río Tíber), no es menos cierto que el conjunto de leyendas sobre los orígenes de Roma contiene numerosos elementos verdaderos, como la ubicación del núcleo más antiguo de la ciudad en el Palatino, la presencia de poblaciones diversas (los latinos y los sabinos), la fase de gobierno monárquico o la existencia de reyes de origen etrusco. Durante sus primeros pasos como ciudad, nada hacía presagiar que Roma se convertiría en el corazón de un vasto imperio.
En el siglo VIII a.C. Italia estaba habitada por una gran variedad de poblaciones distintas y políticamente independientes, entre las cuales sobresalían los etruscos. Este pueblo, asentado en las regiones que corresponden actualmente a la Toscana y la Umbría, extendió su influencia hacia la llanura Padana por el norte y hacia la Campania por el sur. Su poderío empezó a menguar a partir del siglo V a.C. con la caída de la ciudad de Veyes (396 a.C.). A partir de entonces poco a poco tuvieron que ceder ante la superioridad militar de Roma.

El mito:
El año 753 a.C. se considera el año de la fundación oficial de Roma. Según el escritor latino Marco Terencio Varrón, que vivió entre los siglos II y I a.C., el día exacto habría sido el 21 de abril, una fecha obtenida con los cálculos astrológicos de su amigo Lucio Tarucio. Esta fecha marcaría, a posteriori, el inicio de la cronología de la historia romana (así, por ejemplo, el año 543 sería el 200 Ab urbe condita, o sea, el año 200 “desde la fundación de la ciudad”).
La narración del nacimiento de Roma está plagada de mitos y leyendas. De este modo, el gran poeta Virgilio nos cuenta en la Eneida que Rómulo, primer rey de Roma, descendía de Eneas, el héroe troyano (hijo de Anquises y de la diosa Afrodita) que había huido de Troya perseguido por los aqueos. Tras llegar al Lacio, Eneas se casó con Lavinia, hija de Latino (rey de los latinos), y fundó la ciudad de Lavinio; años más tarde, su hijo Ascanio fundaba la ciudad del Alba Longa. Varias generaciones después, el nuevo rey de Alba Longa, Amulio, para evitar la competencia de otros pretendientes al trono obligó a su sobrina, Rea Silvia, a consagrarse al culto de la diosa Vesta, forzándola así a cumplir el voto de castidad. Pero Marte se unió a la joven, que dio a luz a los dos gemelos Rómulo y Remo.
Tras ser abandonados por su madre en una cesta en el río Tíber, los gemelos fueron amamantados por una loba (más probablemente por una prostituta, lupa en latín, de donde proviene el término “lupanar”) y cuidados posteriormente por un pastor hasta que fueron adultos.

Ya adultos, Rómulo y Remo, decidieron fundar una nueva ciudad orillas del Tíber. Rómulo propuso como ubicación el monte Palatino, y Remo el monte Aventino, al otro lado del valle. La desavenencia entre ambos se resolvió recurriendo a los augurios, que favorecieron a Rómulo, quien avistó doce buitres volando hacia el Palatino, en lugar de los seis que vio Remo hacia el Aventino. Acto seguido, y tal y como requería la tradición etrusca y latina, Rómulo cogió dos bueyes blancos y trazó en torno al monte Palatino un surco, el pomerium, que delimitaba el territorio sagrado de la nueva ciudad y al que estaba prohibido acceder por estar consagrado a sus dioses protectores.
Remo, desafiando y burlándose de su hermano, cruzó dicho surco. Rómulo, lleno de ira, respondió a la afrenta y mató a su hermano, y según Tito Livio pronunció las siguientes palabras: “Así, a partir de ahora nadie se atreverá a cruzar mis murallas”. Rómulo quedó en solitario como rey de la ciudad que, en su honor, llevaría para siempre el nombre de Roma.

La historia:
A lo largo de los tiempos los historiadores del Imperio fueron variando el año del nacimiento de la ciudad de Roma (Varrón y Tito Livio lo situaban en el año 754 a.C.; Timeo de Taormina, en 814 a.C.; o Cincio Alimento, en 729 a.C.). Todas estas propuestas, y muchas más, sugieren un acto de fundación, un momento único (y fijado para siempre en el tiempo) en el que, como en un parto, se inicia la vida de Roma. Este acto de fundación, muy propio en realidad de las colonias griegas en la península, se centra, como se acaba de ver, en la figura de Eneas (y su huida de Troya) y en el posterior nacimiento de Rómulo y Remo. Sin embargo, los focos de la historia alumbran otras hipótesis que contradicen estas teorías mitológicas.
En la actualidad se tiene la certeza de que esta leyenda de tintes helenos (los restos arqueológicos revelan la presencia real de tribus del Egeo en la península Itálica desde el milenio II a.C.) fue tomando cuerpo en el siglo VI a.C., y que rápidamente fue adoptada por los romanos puesto que los entroncaba directamente con Lavinium (ciudad fundada por Eneas) y Alba Longa, y hacía evidente el posterior sometimiento de estos lugares míticos ante el auge de Roma.
Hoy, más que de un “acto” de fundación se suele hablar de un “proceso” fundacional, fruto de diferentes circunstancias históricas que fueron poniendo las bases de la futura Roma. En esta línea, según los historiadores y arqueólogos el núcleo originario de la ciudad se encuentra en el Palatino y su centro económico se sitúa en el Foro Boario, una zona situada en la orilla izquierda del Tíber, entre las colinas Capitolina y el Aventino.

Atraídas, en parte, por la zona comercial del Foro Boario, que actuaría más adelante también como puerto fluvial, las demás aldeas que había esparcidas por el resto de las otras seis colinas poco a poco fueron integrándose en la ciudad originaria. Y es que el Foro Boario no solo se convirtió en un gran centro económico para comerciar con ganado, pieles o cereales, sino que también recibía grandes cantidades de sal procedentes de las salinas que había en la desembocadura del río Tíber. Su destino, básicamente, era el de surtir a las distintas tribus ganaderas que vivían en la cadena montañosa de los Apeninos. Por ello, el control del comercio de la sal (en esa época una persona consumía alrededor de unos 30 kg al año) se convirtió en uno de los factores que propiciaron la fortuna de la Roma primitiva y su predominio frente a otras ciudades del Lacio.
Entre las pruebas que sostienen la teoría del Palatino como origen de la ciudad de Roma están el hallazgo de una necrópolis en el Foro y las referencias a los hitos que delimitaban el pomerium. Actualmente siguen realizándose excavaciones y estudios arqueológicos que podrían aportar nueva luz sobre el proceso de formación de la conocida como Ciudad Eterna.

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