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Incas: Mitos y creencias

Hermanos Ayar

Los orígenes del pueblo inca

Según la leyenda, el Sol dio vida a los primeros mortales en un sitio donde había tres cuevas: de las dos primeras salieron las etnias maras y tambos, y de la última, los hermanos Ayar. Los primeros no dejaron una gran prole y el Sol confió en los hermanos para poblar el mundo. Para ello, le dio una mujer a cada varón, siendo Mama Ocllo la esposa-hermana de Ayar Manco. Ordenados en parejas, caminaron hacia el sur, pero durante la travesía se fueron separando: Ayar Cachi fue enviado por sus hermanos a Tamputoco, donde fue encerrado para siempre, Ayar Uchú se convirtió en una montaña y Ayar Auca murió ahogado en un río. Solamente Ayar Manco y sus hermanas viudas llegaron al Cuzco, para fundar una nueva civilización. De esta manera nace el pueblo inca, que después de ser un pequeño asentamiento en el centro de los Andes, se convertiría en el más grande imperio de Sur América antes de la llegada de los españoles.

Mitología incaica

Los incas jamás incorporaron un concepto abstracto de dios, sino que construyeron un va­riado elenco de divinidades con nombre propio y representaciones definidas que fomentaron una vida espi­ritual que giraba en torno al ritualismo y la organización del culto. La principal divinidad era Viracocha "Maestro del mundo", creador de los demás dioses, el hombre, los animales y las plantas. Se admite que Viracocha era el dios de Tiahuanaco como así también de las cultu­ras Caral, Chavín y Wari, y que los incas permanecieron fieles a la antigua creen­cia cediéndole el privilegio de presidir su propio panteón. La misma divinidad era invocada en la región costera central, aunque con una variación nominal: Pachacamac, a quien se le había erguido su propio templo. Pachacamac era conoci­do como el dios de los temblores.

Detalle de la Puerta del Sol, mostrando al dios Viracocha
Detalle de la Puerta del Sol, mostrando al dios Viracocha. Este dios fue representado siempre con dos varas en las manos, como si fuesen jabalinas u hondas.

Según la tradición, Viracocha había sur­gido de las aguas del lago Titicaca, para luego crear el cielo y la tierra. Aunque Vi­racocha era la divinidad más importante, existía la creencia de que se había retirado a su morada celestial tras haber comprobado la ingratitud de los hombres pa­ra con él, de allí que delegara en los dioses que lo secundaban la intervención sobre los asuntos humanos.

Asistían al dios creador una serie de divinidades que, a diferencia de Viraco­cha, mantenían de continuo una relación estrecha con el mundo terrenal. Dentro de este elenco destacaba Inti, el dios Sol, uno de los más activos. Inti era igualmen­te hijo del dios sol del mundo antiguo y ejercía su soberanía sobre los seres humanos del mundo actual, siendo repre­sentado en forma de disco de oro con rayos. Inti también era la divinidad popular más importante del imperio incaico, y era adorado en numerosos santuarios donde se le hacían ofrendas de oro y pla­ta, así como también las Vírgenes del Sol. Ocasionalmente se le hacían sacrificios humanos, generalmente reos condena­dos a muerte. Acompañaba a Inti su es­posa la Luna, Mama Quilla, también ma­dre del firmamento. Tenía su estatua en el Templo del Sol, en el que una orden de sacerdotisas le rendía culto.

Seguía en importancia el dios Illapa (trueno en quechua) quien tenía dominio sobre las lluvias, fundamentales para el desarrollo agrícola del imperio. Otras tres diosas asistentes eran Pacha Mama, Mama Sara y Mama Cocha. La primera, más conocida como Madre Tierra, era la encargada de propiciar la fertilidad en los campos, recibiendo tributos en ofrendas y pagos; la segunda era la Madre del Maíz y de los alimentos; finalmente, Mama Co­cha era la Madre del Mar, a quien se le rendía culto para calmar las aguas y pro­piciar una abundante pesca.

Pachamama   Mama Cocha
Pacha Mama                                        Mama Cocha

Dioses menores

Además de Viracocha y sus asistentes, los incas sumaban a sus cultos un importante elenco de dioses menores, a los que el pueblo raso se dirigía en bus­ca de favores y soluciones a sus proble­mas. También se adoraba a Cuychú, el arco iris, elevado a categoría divina debido a que representaba la belleza reservada para los nobles. Otros dioses importantes eran Supay, que reinaba en el mundo de los muertos, y el dios Wakon, hermano de Pachacamac, un dios maligno y devorador de niños.

Por fuera de estos dioses, los incas ado­raban una infinidad de poderes sobrenaturales que eran identificados con obje­tos y lugares. Se trata de las huacas, dispersadas por todo el territorio y de las que se entendían que eran manifestacio­nes locales del Gran Hacedor (Viracocha). Creían también que las estrellas y constelaciones como las Pléyades, eran representaciones divinas y por ello fueron objeto de su culto.

Cuestión de culto

Como en la mayoría de las culturas andinas, la organización del culto y las prácticas rituales constituyeron el núcleo de la religiosidad incaica. Para organizar su culto, construyeron numerosos templos y organizaron ritos que incluían sacrificios de animales y humanos. Los incas también adoraron numerosos lugares y objetos, a los que les confirieron representaciones divinas. Las huacas, como se las llamaba, podían ser desde un cerro, una planta, un animal o un conjunto de piedras, a los que se les rendía culto allí donde se hallaran.

Culto inca

Uno de los aspectos más importantes de la devoción hacia los dioses lo constituía el sacrificio humano, al que se apelaba solamente cuando se trataba de conjurar un peligro de enormes magnitudes, como por ejemplo la enfermedad de un Inca, o su partida a la guerra. Las víctimas de los sacrificios, además de reos condenados, solían ser niños de unos diez años, y a veces algunos adultos. Salvo estas excepciones, lo natural era el sacrificio de animales, como llamas y cuises. También se ofrendaban alimentos, tejidos, objetos preciosos e, incluso, chicha, guardando para cada uno de ellos un culto especial. Así, por ejemplo, la chicha era vertida en el suelo o en un recipiente de oro especial, la coca se enterraba en el suelo, los objetos preciosos se arrojaban al agua y los tejidos se quemaban.

Templos

Entre los principales templos y construcciones de carácter religioso inca destacaba Vilcashuamán, fundado luego de la conquista de los pueblos chinchas y pocras. Según cuentan los cronistas, Vilcashuamán albergaba a unas 40.000 personas. Allí se alzaba una gran plaza en la que se realizaban ceremonias sacrificiales. Contaba también con dos grandes edificios: el Templo del Sol y la Luna, y el Ushnu, una pirámide trunca que tenía en su plataforma superior una enorme piedra tallada, conocida como el Asiento del Inca, originariamente forrada con láminas de oro.

Templo del Sol y la Luna
Templo del Sol y la Luna. Al fondo se observa la pirámide de Ushnu.

Otro de los templos importantes se hallaba en Cuzco y fue construido después de la guerra con los chancas, bajo el reinado de Pachacútec, “Coricancha” consagrado especialmente a Inti. El templo tenía sus paredes externas e internas recubiertas con láminas de oro y contaba con seis oratorios. En un extremo del templo había una placa de oro macizo, representando al Sol, debajo de la cual se hallaban embalsamados los cuerpos de los Incas anteriores, sentados en su trono y vistiendo sus mejores galas.

Inti-Raymi

Considerada la celebración más solemne y grandiosa del calendario festivo incaico, era consagrada a la divinidad solar, Inti. Aunque los rituales al Sol eran comunes en el antiguo imperio, una vez al año una multitud precedida por el Inca reinante y la elite cuzqueña se congregaba entre el templo de Coricancha y la fortaleza de Sacsayhuamán para tributarle sacrificios, ofrendas y rezos.

El Inca siempre presidía las ceremonias más importantes, engalanado con sus mejores vestimentas. Solía acompañarlo un séquito de panacas, sacerdotes y amautas. La nobleza participaba activamente en las ceremonias oficia­les en los templos, haciendo entrega de regalos a la imagen del Sol. Los campesinos solían hacer lo propio en los campos de cultivo, generalmente antes de iniciar su jornada de trabajo. En la actualidad, la Fiesta del Sol se celebra cada año retomando las fórmulas rituales e indumentaria de los antiguos habitantes del imperio incaico.

Inti Raymi
El Inti Raymi se recrea el 24 de junio de cada año como la festividad más solemne y grandiosa del desaparecido Imperio incaico. El escenario del Inti Raymi es la fortaleza de Sacsayhuamán, ubicada en la zona norte de la ciudad del Cusco.

La fiesta del Inti-Raymi comienza cuando el Inca, ataviado con sus mejores vestiduras y tributos de mando, es conducido en andas desde el Templo del Sol hasta la Plaza Mayor de la ciudad. Establecido allí, y rodeado por una multitud que lo ha seguido, el Inca insta a las autoridades a realizar el mejor de los gobiernos. El Inca y los convocados parten entonces hacia Sacsayhuamán, el mayor centro ceremonial, donde se realizará un sacrificio en honor a Inti.

Una llama blanca y otra negra son sacrificadas. Las vísceras y la grasa de los animales son entregadas a los dos sacerdotes principales. Los intestinos de las llamas son recibidos por Callpa Ricuy quien realiza los vaticinios del año. La grasa es tomada por el Wupariri, quien también hace sus augurios. Luego serán interpretados por el Sumo Sacerdote o Willac Umo, quien se los comunica al Inca. Cuando el Sol comienza a ocultarse, el Inca convoca a los congregados a emprender la retirada. El culto ha concluido y la multitud festejará durante varios días.

Capac raymi

Era la otra gran celebración anual de los incas, consagrada a dar inicio a un nuevo año. En la ocasión se realizaban las ceremonias de iniciación de la pubertad de los hijos de la nobleza, festejadas con danzas populares, competiciones y hasta una batalla simulada.

El culto de la Luna

mama-quilla
Cuenta la leyenda que un "león americano", que diezmaba el ganado, fue desafiado por una joven inca llamada Quilla. Cuando el puma ya iba a darle muerte, ella ascendió al cielo, donde se convirtió en la Luna.

La cultura Moche, que se desarrolló en la zona norteña de la costa del Perú mucho antes que el imperio inca, practicaba el culto a la Luna más que el del sol. A diferencia de los conquistadores europeos, los incas, que dominaron a los mochicas, respetaron sus creencias. Prueba de ello, quedan aún en pie sus monumentales pirámides de adobe: las huacas de la Luna y el Sol. Su estado ruinoso no se debe a la acción del tiempo, sino de los conquistadores españoles, ya que sobre ellas construyeron la ciudad peruana de Trujillo.

Los ritos de tránsito

Relacionados estrechamente con el ceremonialismo característico de los incas, los ritos de tránsito se entremezclaban con hechos sociales de gran importancia simbólica, como el destete, alrededor de los dos años, y el pasaje a la pubertad, a los catorce. Ambos sucesos estaban enmarcados en grandes fiestas y ceremonias en las que participaban parientes y amigos, y en las que invariablemente se alzaban plegarias al Sol pidiendo protección y salud a los iniciados. Entre las clases acomodadas, los festejos incluían peregrinaciones masivas a las principales huacas locales y sacrificios.

Ritual inca
La chicha se utilizaba en los rituales ceremoniales como bebida excluyente, seguramente porque su color amarillento era asociado al del Sol. Servida en jarros y vasijas decoradas, el propio Inca la ofrecía para ser consumida por los sacerdotes y miembros de la familia real.

Ritos funerarios

Las ceremonias se multiplicaban cuando se trataba del fallecimiento de una persona, guardando su parentela más cercana luto en señal de pesar y respeto. Si el fallecido era una mujer, el viudo tenia terminantemente prohibido volver a contraer matrimonio antes de cumplido un año. Durante el funeral, los parientes y amigos del muerto se congregaban a comer y beber mientras velaban el cuerpo envuelto en telas o pieles. Finalmente, la tumba recibía al fallecido con buena parte de sus bienes personales, mientras que el resto era quemado en una pira. En el Cuzco las tumbas (pucullos) eran pequeñas, ya que el fallecido era depositado en posición acurrucada; construidas con rocas apiladas y barro, y coronadas con un techo también construido con rocas, llevaban el nombre del muerto.

Los incas creían en la vida después de la muerte, y situaban un territorio al que accedían los más virtuosos y libres de pecado. También era el lugar adonde arribarían los miembros de la nobleza. Los no virtuosos, en cambio, padecerían eternamente una vida posterior en el occopacha, un territorio siniestro donde el hambre y el frío los acosaría para siempre. En ocasiones, las almas podían también quedar atrapadas en la Tierra, vagando y exigiéndoles a sus parientes vivos constantes ofrendas de comida y bebidas.

Roca Funeraria de Machu Picchu
La Roca Funeraria de Machu Picchu. Esta roca ha sido interpretada por arqueólogos y antropólogos como una especie de recinto para realizar el proceso de momificación mediante el procedimiento de secado de cadáveres embalsamados.

Momias incas

La práctica de la momificación era habitual en la cultura inca. Tras la conquista del Perú, los españoles la prohibieron, pues consideraron que era una prueba de idolatría y que estaba reñida con la fe cristiana. No se limitaron a la prohibición, sino que, además, se dedicaron a destruir sistemáticamente los cementerios incas. Por tal motivo, actualmente, el hallazgo de una momia es celebrado por los arqueólogos. En 1995, la comunidad científica se sintió conmovida por el hallazgo, en el nevado Ampato, de un cadáver momificado, descubierto por el estadounidense Johand Reinhart y el peruano Antonio Chávez. Bautizado como "Momia Juanita", el estudio del ADN reveló que se trataba de una muchacha de 14 años, muerta entre 1440 y 1450.

Las modernas tecnologías permitieron establecer que la mujer murió a los 14 años de edad, su estatura aproximada era de 1.40 m, tenía una dentadura perfecta, huesos fuertes y había gozado de una óptima alimentación, pero que había ayunado un día antes de morir. Por este último dato, por la fisura de 5 cm que presentaba en el cráneo y por las huellas de una hemorragia interna, los investigadores también llegaron a la conclusión de que la joven había muerto por un certero golpe en la cabeza, probablemente en un sacrificio religioso.

Momia Juanita
La Momia Juanita se encuentra en el Museo Santuario de Altura del Sur Andino de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, Perú. La manta que cubre su cuerpo se encuentra en excelente estado, ayudado esto por el clima frío del lugar donde se encontró, pero también por la óptima calidad del tejido.

La concepción religiosa y mística de las sociedades andinas incluía el concepto de la vida de ultratumba en una suerte de “mundo de arriba” o reino celestial, en el que los virtuosos y los integrantes de la nobleza eran premiados con un pasar tan digno como el llevado en la Tierra. Los pecadores, en cambio, estaban condenados a un símil del Infierno en el que sólo podían aguardar un pasar de hambre y frío. Por lo general, los muertos eran enterrados envueltos en telas y acompañados por sus efectos personales más preciados para ser utilizados en su viaje al más allá.

Cuenta el Inca Garcilaso de la Vega que la llegada de los conquistadores fue precedida por presagios. "Hubo grandes terremotos y temblores de tierra -escribe-. Aunque son frecuentes en el Perú, los incas notaron que los temblores eran mayores que los ordinarios y que se venían abajo muchos cerros altos." Los incas también confiaron en que vendría Viracocha, su dios salva­dor. Lo esperaron en vano.


Cosmovisión inca: Los tres mundos

Cosmovisión inca: Los tres mundos

Hanan Pacha: mundo de arriba, mundo superior, en el viven los dioses, astros las constelaciones y aves.

Kai Pacha: mundo del presente, aquí y ahora en el conviven los seres de la tierra (seres humanos, cerros, ríos, lagos, animales y plantas).

Uku Pacha: mundo de abajo, mundo de dentro, donde viven los mallquis que son las semillas y, a su vez, los ancestros enterrados. Es el mundo de los muertos y las raíces donde nace nueva vida.

Referencias:
GIMENO, D. (2008). Grandes Civilizaciones de la Historia. Incas y culturas andinas. Editorial Sol 90.
MONTENEGRO GONZÁLES, A. (1994). Civilización 6. Editorial Norma S.A.

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