Egipto: El apogeo de la civilización
Tras la expulsión de los hicsos, de nuevo fueron los señores de Tebas quienes lideraron la recuperación egipcia. Los faraones de la XVIII Dinastía (1550-1292 a.C.) inauguraron el Reino Nuevo, la fase “imperial” de la historia egipcia, y recuperaron la eficiencia perdida en la maquinaria del estado. Thutmosis I inició una política de ampliación territorial tanto hacia el sur como hacia el este. La expansión hacia Asia fue proseguida luego por Thutmosis III, que en sus campañas llegó hasta el Éufrates y consiguió, en la batalla de Megido, detener el expansionismo de Mitanni, un pueblo de origen hurrita emplazado en el norte de Mesopotamia.
Egipto imponía su hegemonía y no parecía haber ningún pueblo capaz de disputársela. Al talento militar se unía la habilidad política, pues todos los territorios conquistados conservaban su estructura, de modo que el soberano egipcio se limitaba a nombrar inspectores y a aplicar un tributo anual.
A este período de la historia egipcia corresponde la edificación de los templos de Luxor, Karnak y Abu Simbel, y también las monumentales construcciones funerarias del Valle de los Reyes, obra de uno de los faraones más conocidos, Ramsés II. Al igual que su antecesor, Ramsés II tuvo que detener una nueva amenaza externa, la de los hititas, un pueblo indoeuropeo de Anatolia con el que se enfrentó en la batalla de Qadesh.
Las guerras de reunificación
Tebas era uno de los principados egipcios más alejados de Menfis y, por tanto, de la corte de los hicsos; fue allí donde se fraguó la rebelión que acabaría reunificando el país. Ahmosis I culminó la conquista de Avaris, la capital de los hicsos, y los expulsó definitivamente de Egipto. Pero la victoria no fue fácil. Se cree que al menos dos reyes anteriores a Ahmosis I, Seqenenra Taa II y su sucesor Kamose, pertenecientes a la denominada XVII Dinastía, perdieron la vida en el campo de batalla luchando contra los hicsos.
El primero, Taa II o Seqenenra Taa II, coronado alrededor del año 1540 a.C., inició la guerra de liberación de Egipto por parte de los tebanos. Como respuesta a una provocación del rey hicso (cuenta la leyenda que el monarca solicitó a Taa II que sacrificara a los hipopótamos sagrados del templo de Amón en Tebas porque no le dejaban descansar, y eso que dormía a cientos de kilómetros), Seqenenra reunió una gran tropa y marchó hacia el Egipto Medio para expulsar del trono a Apopi I, faraón hicso de la poderosa XV Dinastía.
Al principio, las tropas tebanas de Seqenenra consiguieron algunas victorias, sobre todo gracias al efecto sorpresa, pero los hicsos eran militarmente superiores y acabaron por infligir una severa derrota al ejército tebano. El rey falleció en el campo de batalla y sus fieles recuperaron su cuerpo destrozado, lo llevaron a casa y lo enterraron en la necrópolis real de la época, situada en Dra Abu el-Naga.
Ahhotep, la esposa y hermana del rey muerto, que se había quedado al frente del gobierno mientras Seqenenra luchaba en la guerra, decidió coronar rápidamente a Kamose, de quien no se sabe con certeza si era hijo o hermano de Seqenenra. En cualquier caso, Kamose plantó cara a los hicsos durante tres años y consiguió ampliar el territorio dominado por los tebanos. En el sur, expulsó a los nubios hasta Elefantina, y en el norte, reconquistó Menfis. Tan solo quedaba por conquistar su capital, Avaris, una auténtica fortaleza con muros de 8 metros de grosor, pero, antes de conseguirlo, Kamose falleció. Su sucesor fue Ahmosis, que ocupó el trono con tan solo diez años.
Ahhotep ejerció de regente hasta que el rey alcanzó la mayoría de edad. De todos modos, el asedio a Avaris no se interrumpió, lo que ha llevado a pensar que fue la reina regente quien dirigió la guerra. Cuando Ahmosis lideró las tropas, las hizo entrar en Heliópolis y después se desvió hacia Tyaru, principal puente entre Egipto y Canaán. Con esta estrategia consiguió aislar a los hicsos en su capital. Finalmente, Avaris cayó alrededor del año 1530 a.C. El nuevo faraón Ahmosis I iniciaba así la XVIII Dinastía, la que dotó de un mayor esplendor a Egipto.
Amenhotep y el Valle de los Reyes
Si Ahmosis I fue el fundador de la XVIII Dinastía, con la que se inicia el Reino Nuevo tras la expulsión de los hicsos, su hijo Amenhotep I (también conocido como Amenofis) será el primero en abandonar Menfis para trasladarse a Tebas, que se convirtió en la nueva capital del reino. La reconstrucción y el reordenamiento del país fue el principal cometido de su reinado, que duró veinticinco años.
Consolidó el control de Nubia hasta la tercera catarata, con el establecimiento de un vicerreino, e impuso su dominio a los libios y a las ciudades fenicias de Siria. Amenhotep llevó también a cabo una intensa actividad constructora en todo Egipto, y en particular en las ciudades que habían sido sus aliadas en la lucha contra los hicsos. Egipto volvía a ser el país más rico y poderoso del momento.
En Tebas, Amenhotep escogió un valle árido e inaccesible como sede de las sepulturas reales y construyó allí su tumba: el lugar es hoy en día conocido por todos como el Valle de los Reyes, cuyo nombre se debe al egiptólogo y arqueólogo francés Jean Francois Champollion. Durante el Reino Nuevo se abandonó el uso de las pirámides en favor de una neta separación entre el área funeraria y la reservada al culto: así, los reyes se hacían construir una gran tumba a la vez que levantaban un imponente templo (o ampliaban uno ya existente) como lugar de culto.
La tumba del rey ya no tenía que ser una monumental construcción que se elevara hacia el cielo; para realizar esa “ascensión” estaban los templos. Otro de los motivos por los que se impuso este cambio fue que las pirámides se habían vuelto vulnerables frente a los saqueos, de modo que en el Reino Nuevo el espacio funerario pasó a excavarse directamente en la roca para dotarlo de mayor seguridad.
Siguiendo la tradición de Amenhotep, todos sus sucesores hicieron construir sus tumbas en el Valle de los Reyes, donde se encuentran las de más de 70 faraones (y algunas otras sin descubrir) de un altísimo nivel arquitectónico y artístico.
La elección del emplazamiento fue debido a razones tanto de tipo morfológico-geográfico como religioso, a las que se añadían motivaciones prácticas: la piedra calcárea del valle era fácil de trabajar y excavar. Desde el punto de vista morfológico, el valle contaba con un único acceso, lo que facilitaba el control y su vigilancia; además, daba al Nilo y por lo tanto era cómodamente accesible para las procesiones funerarias.
Por lo que respecta a las motivaciones religiosas, la diosa Hathor (protectora de la región montañosa de los alrededores de Tebas) estaba vinculada a la idea del renacimiento de los faraones difuntos, y el valle estaba dominado por una montaña sagrada, la antigua Ta Dehent, cuya cima se parecía precisamente a una pirámide, con lo que se subrayaba el carácter funerario del lugar.
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