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Egipto: Los faraones nubios

Faraones nubios

A lo largo de toda la historia del Imperio egipcio, los faraones intentaron controlar las minas y el comercio que transitaba a través de Nubia, e hicieron todo lo posible para explotar los abundantes recursos naturales de la región (oro, granito, alabastro, minerales y piedras preciosas), como excavar pozos para abastecer de agua a los operarios enviados a buscar oro. Algunos templos, como por ejemplo Abu Simbel, se erigieron en Nubia precisamente por la importancia que tenían sus recursos para el reino.

Durante el Reino Nuevo, los faraones, además de promover el desarrollo de obras e infraestructuras en Nubia, intentaron extender su influencia al ámbito cultural, y convencieron a los reyes nubios de que enviaran a sus hijos a Egipto para educarse, con la promesa de un futuro mejor. Pero el intento de egiptización del pueblo nubio no consiguió el efecto deseado.

Abu Simbel

Ubicado en el lago Nasser, Abu Simbel es un emplazamiento de interés arqueológico que se compone de templos egipcios ubicado en Nubia, al sur de Egipto.

Alrededor del año 740 a.C., y aprovechando la precaria situación de Egipto, los gobernadores nubios consiguieron imponer una dinastía local. El soberano nubio Kashta logró conquistar la Baja Nubia, trasladó la frontera a la primera catarata y se coronó faraón.

Su hijo Pianj, es el soberano más conocido de esta dinastía, la XXV de los faraones “kushitas”, por ser el primer soberano nubio en aventurarse hacia el norte. Aunque conquistó Tebas, no llegó a culminar su obra y tras la victoria volvió de nuevo a su capital, Napata.

Dibujo de la parte superior derecha de la estela de la victoria del faraón Pianj

Dibujo de la parte superior derecha de la estela de la victoria del faraón Pianj, que representa a Pianj siendo tributado por cuatro gobernantes del delta del Nilo.

Pianj fue enterrado en la necrópolis de El Khurru, en las proximidades de la capital nubia. Su sucesor, Shabitko, consiguió derrotar definitivamente a la dinastía del Bajo Egipto, y unificar la práctica totalidad de Egipto hacia el año 715 a.C.

Aunque procedían de una cultura diferente, los faraones nubios no actuaron nunca como invasores, sino que se consideraron “reunificadores” del Alto Egipto, el Bajo Egipto y el Kush. Respetaron las instituciones y procuraron crearse un espacio entre el poderoso clero de Amón. Intentaron recuperar la actividad artística e intelectual que había definido al Antiguo Imperio, y también trabajaron a favor del mantenimiento y la mejora de los grandes templos, con el objetivo de acercarse a la élite tradicional egipcia.

Mapa que muestra la extensión máxima del Imperio kushita, hacia el 700 a.C.

Mapa que muestra la extensión máxima del Imperio kushita, hacia el 700 a.C.

Sin embargo, Shabitko y su sucesor, Taharqo, no fueron capaces de poner freno a las revueltas que se multiplicaban a lo largo y ancho del reino contra el dominio nubio, y sobre todo no fueron capaces de frenar el mayor peligro que amenazaba al Egipto faraónico: el nuevo Imperio asirio.

En el año 656 a.C., la dinastía kushita fue derrocada y sustituida por los conquistadores asirios. Con el dominio del rey asirio Asurbanipal, Egipto se convirtió en una simple provincia de un imperio extranjero, con lo que perdió su independencia.

Representación de las pirámides de Meroe, antigua ciudad del Imperio kushita en Nubia.

Representación de las pirámides de Meroe, antigua ciudad del Imperio kushita en Nubia.

Referencia:
Emse Edapp, S.L. (2016). El Antiguo Egipto y las Primeras Civilizaciones. Bonalletra Alcompás.

Edad Antigua