Roma: República
Expansión de Roma durante la República
Los beneficios de la expansión romana, que pronto se extendió por toda la cuenca mediterránea, posibilitó la sustitución de la Monarquía por la República. Los descendientes de los antiguos fundadores, constituidos en un sólido patriciado, supieron retener inteligentemente el poder en sus manos mediante la cesión de algunos beneficios a sectores sociales más amplios, el insaciable sojuzgamiento de nuevos pueblos, el uso masivo de la mano de obra esclava, el perfeccionamiento bélico de sus ejércitos, la implantación de una legalidad estricta y, para distraer a la plebe, el "pan y circo" de los grandes espectáculos públicos.
El Senado, convocado por Lucio Junio Bruto en 510 a.C., expulsó a Tarquino y, al año siguiente, abolió la monarquía. Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquino Colatino, sobrino de Tarquino el soberbio, se convirtieron en los primeros cónsules del nuevo gobierno de Roma. Para sustituir el autoritarismo monárquico y evitar una nueva concentración del poder en una sola persona, el Senado adoptó un modelo biconsular. El mandato consular era anual y cada cónsul podía vetar las decisiones de su colega. Repitiendo el modelo político biconsular, los antiguos poderes religiosos del rey también fueron transferidos a dos nuevos cargos: el de "rex sacrorum" y el de "pontifex maximus". La única tarea del primero era la de oficiar el sacrificio anual a Júpiter. El cargo de "pontifex maximus", de hecho más importante, revestía el poder de convocar a todas las vírgenes vestales, flamines, pontífices e incluso al "rex sacrorum". Este último cargo desapareció a principios del siglo I a.C.
Pontifex Maximus, illustración de Jacques Grasset de Saint-Sauveur.
Sin embargo, estas reformas que condujeron a la creación de la República no resolvieron la situación de fondo, que estaba marcada por el conflicto entre el patriciado -nobleza que controlaba el poder- y los plebeyos. En el año 312 a.C., se proclamó la llamada “Lex Ovinia”, que autorizó el nombramiento de los primeros senadores plebeyos, concediéndoles algunos cargos militares y derechos de ciudadanía, pero siguieron siendo no elegibles para funciones civiles o sacerdotales, y sin tener derecho a las tierras comunales de pastos. También, siguió en pie la prohibición del matrimonio entre ambas clases. De todos modos el poder siguió en manos del patriciado.
La política exterior romana sufrió un retroceso en los inicios de la República. El derrocamiento de la monarquía significó la abrupta suspensión de las relaciones con las ciudades etruscas. Por otro lado, Cartago, la gran potencia del Mediterráneo occidental, disuadió a Roma de cualquier intento expansionista. En un principio, según el historiador Polibio, ambas partes llegaron a un acuerdo: Cartago se reservó como zona propia de influencia la mayor parte de la costa mediterránea; por su parte, Roma se reservó el dominio sobre el Lacio y el control sobre el mar Tirreno. Fue sólo una tregua, porque ambas partes se siguieron preparando para la guerra.
Los “lictores” eran encargados de aplicar la ley donde fuese. Acompañaban a los senadores patricios. Iban provistos de unas varas de maderas sujetas con una tira de cuero y un hacha en el centro, era el “fascio”, símbolo contemporáneo del fascismo.
Cartago, antigua colonia fenicia en el norte de África, controlaba el comercio del Mediterráneo occidental. Para hegemonizar esta zona los romanos se plantearon destruir Cartago. La respuesta del cartaginés Aníbal fue toda una hazaña: montado en elefantes su ejército atravesó los Pirineos y los Alpes y avanzó sobre Italia. Derrotó casi simultáneamente a Escipión en el río Tesino y a Sempronio en el río Trebia (218 a.C.), y luego a Varrón en Cannas (216 a.C.), tras apoderarse de Capua y Trento, cercó Roma durante cinco días, pero no pudo flanquear sus puertas, ya que su ejército estaba debilitado por el extenso recorrido hecho desde Hispania. Ante las murallas de la ciudad, fue abandonado por los batallones galos que se le habían aliado y tuvo que regresar a Cartago. Esto ocurrió durante la segunda guerra Púnica.
LAS GUERRAS PÚNICAS
Fueron una serie de tres guerras que enfrentaron entre los años 264 a.C. y 146 a.C., a las dos principales potencias del Mediterráneo de la época: Roma y Cartago. Reciben su nombre del grupo étnico “Punici”, nombre usado por los romanos para los cartagineses y sus ancestros fenicios. Por su parte los cartagineses llamaron a estos conflictos “guerras romanas”. Tras la muerte de centenares de miles de soldados en ambos bandos, Roma conquistó todas las posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago, con lo que desapareció de la historia. Así, la victoriosa Roma emergió como el estado más poderoso del Mediterráneo occidental.
Mapa de los dominios de Roma y Cartago antes de la primera Guerra Púnica
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