Aztecas: Sociedad y vida cotidiana
“La gran ciudad de Tenochtitlán”. Diego Rivera. 1945.
Las sociedades guerreras, como la azteca, sufrían con frecuencia la merma del componente masculino, por lo que solían inclinarse por la poligamia. Era ésta una práctica común, aunque, sin embargo, la primera mujer tenía prioridad sobre las otras y sólo sus hijos tenían derecho a heredar. La sociedad aceptaba el divorcio, pero bajo ciertas condiciones. En el caso del hombre, éste podía repudiar a su mujer en caso de esterilidad, o si sufría de mal carácter continuo. La mujer podía liberarse de su marido si éste no garantizaba su sostén, si no educaba a los hijos, o cuando sufría maltrato físico. La mujer divorciada podía casarse nuevamente con quien quisiera. Mientras que, si enviudaba, debía ser desposada por un hermano de su difunto marido o por un hombre del clan de éste.
La mujer azteca
Inmersa en una sociedad altamente machista y militarizada, el rol de la mujer azteca estuvo signado por el estricto cumplimiento de preceptos morales y obligaciones cotidianas. Sustraídas de toda actividad que implicara poder y prestigio, vivieron atendiendo esposos e hijos, y un sinfín de labores hogareñas. Culturalmente descalificadas, debían callar ante la presencia masculina y obedecer sumisamente cada uno de sus deseos y órdenes. No obstante, constituyeron un pilar en la estructuración de una sociedad que precisó de su intervención para el mantenimiento de la unidad familiar, el trabajo comunitario y el sostenimiento del culto.
Ilustración de mujeres aztecas en sus oficios hogareños
Las mujeres aztecas tenían asignadas varías tareas que incluían ocupaciones hogareñas, deberes conyugales, participación en celebraciones religiosas y la vida económica.
Tareas domésticas:
- Cuidado de hijos: Daban el pecho durante los primeros dos años de vida. Luego la educación quedaba a cargo del progenitor del mismo sexo que el hijo.
- Tejeduría: Las mujeres se encargaban de la confección de los vestidos de toda la familia y de enseñarles esas labores a sus hijas.
- Culto: Las mujeres debían realizar en los templos los mismos trabajos que en su casa, como barrer y cocinar.
- Agricultura: Participaban en las siembras y cosechas, en el cuidado del huerto familiar y la recolección de maderas.
- Hogar: Incluía todos los aspectos de la higiene de la vivienda.
- Elaboración de comidas y bebidas para su familia, para la que eran preparadas desde niñas durante su educación formal. Parte de este aprendizaje lo realizaban en los templos, donde cocinaban para los dioses y sacerdotes.
Los aztecas aceptaban dos formas de relaciones legítimas: las matrimoniales y, antes de las batallas, las de los guerreros solteros con sacerdotisas especialmente seleccionadas bajo la protección de la diosa Xochiquétzal. También tenían en su panteón a una diosa del placer, Tlazoltéotl, representación divina de la voluptuosidad, la fecundidad y la fertilidad.
Cualquiera fuera su origen social, la mujer azteca debía guardar normas de conducta estrictamente reglamentadas: no podía reírse delante de un hombre que no fuera su esposo. Se esperaba de ellas una constante actitud servicial, además de ser recatadas, honestas y hábiles en las más diversas labores hogareñas.
La educación
Dos tipos de escuela impartían enseñanza. En el Telpochcalli, o casa de los jóvenes, se daba educación corriente; en ella los jóvenes recibían instrucción en civismo, empleo de armas, artes y oficios e historia y tradiciones. También se incluía obediencia a las normas religiosas. La otra institución educativa era el Calmécac, en el que los jóvenes eran adiestrados para el cumplimiento de los deberes sacerdotales. Tenía las características de un seminario en el que se impartía enseñanza especial en deberes sacerdotales y de mando. Por lo general, estas escuelas estaban muy cerca de los templos.
Telpochcalli Calmécac
Los aztecas fueron un pueblo muy disciplinado, y por ello, la educación de los niños estaba estrictamente pautada. Comenzaba después del destete. El objetivo que se perseguía con ella era introducir al niño lo más pronto posible en las obligaciones de la vida adulta. Hasta los seis años de edad, escuchaban sermones y consejos frecuentemente repetidos. Además se les enseñaba a emplear los utensilios domésticos y se les asignaba tareas caseras de poca importancia.
Los niños desobedientes hasta los ocho años eran simplemente "amonestados", pero después de esa edad cualquier signo de rebeldía era castigado corporalmente. Los castigos eran muy crueles: clavar espinas de maguey en las manos y dejar al niño atado y desnudo en un charco de lodo, especialmente durante las noches. Ya entre los quince y dieciséis años de edad recibían una especie de adiestramiento, en las instituciones de enseñanza, para luego alcanzar los plenos derechos de la vida adulta.
El matrimonio
Una ilustración del Códice de Mendoza muestra la usanza del matrimonio azteca. La pareja se unía atando las puntas de sus mantos en una ceremonia en la que participaba la familia y los miembros de los clanes.
Cuando el joven cumplía la edad de 20 años, era considerado apto para el matrimonio; en cambio, una muchacha se consideraba madura para la vida matrimonial, aproximadamente hacia los dieciséis años. Era necesario cumplir con ciertos convencionalismos antes de celebrar la unión: primero se debía consultar a un sacerdote para que decidiera si los destinos de la pareja eran armoniosos; luego los jóvenes eran instruidos sobre ciertas restricciones: la prohibición del incesto y la de contraer matrimonio entre personas pertenecientes a un mismo clan. Finalmente, el padre del novio enviaba dos ancianas de la tribu con obsequios para los padres de la muchacha, quienes, de acuerdo con la costumbre, desechaban la petición.
Las ancianas regresaban, esta vez para discutir el monto de la dote con que la futura esposa debería compensar los obsequios del pretendiente. Cuando el matrimonio estaba por concretarse se celebraba una fiesta rociada con pulque. Luego de escuchar solemnes discursos, los desposados se retiraban para hacer penitencia y ayunar durante cuatro días, al cabo de los cuales recién se consumaba el matrimonio. La mujer accedía al matrimonio tras un periodo de vida familiar que rigurosamente velaba por su virginidad. Tras la boda, se entregaba al cuidado de su esposo y de sus hijos.
Vestimenta azteca
Vestimenta azteca
Rasgo común a todas las sociedades, la indumentaria fue para los mexicas también un símbolo de identidad social. Nobles, guerreros, sacerdotes y campesinos se ataviaron con ropajes y ornamentos que declaraban su rol en la comunidad. Así, los vestidos confeccionados con fibras de calidad, pieles y finas plumas distinguían a los más acomodados, mientras que las clases plebeyas exhibían un vestuario exiguo, sin mayores decoraciones y casi nula policromía. Las joyas fueron de exclusiva incumbencia de la nobleza.
Los adornos constituían una parte esencial de la indumentaria femenina. Collares de una o varias vueltas, elaboradas con piedras y jade, eran los más comunes entre las clases nobles. Jerarquizada como pocas, la sociedad azteca distinguía las clases sociales tanto por sus labores y ocupaciones como por sus atuendos. En la cima de la jerarquía social se hallaba el soberano o Tlatoani, quien, en su condición de guía de la sociedad, se distinguía por sus singulares atuendos. Entre ellos se destaca el penacho que, a manera de corona, lucía sobre su cabeza. Elaborado con plumas de quetzal (verdes), tlauquecholli (rojas) y xiuhtototl (azules), estaba profusamente decorado con piezas de oro y plata.
El Penacho de Moctezuma, hermoso tocado que el emperador azteca regaló al conquistador español, Hernán Cortés, a su llegada a América, se encuentra bajo resguardo del Museo de Etnología de Viena.
Vivienda azteca
Diferente según la clase social, por lo general eran de planta cuadrangular. Las casas de los nobles eran de piedra cubierta con estuco. Algunos poseían dos pisos y tenían varias piezas alrededor de un patio. Adentro estaban llenas de lujosos muebles y los rodeaban grandes jardines repletos de flores fuentes y estanques con peces. Las casas de los campesinos aztecas eran muy sencillas con paredes de adobes o de ramas, ambos bloqueadas con yesos. Ambos elementos rechazaban el calor, poseían ventanas y la única abertura era la entrada, que en vez de puerta tenía una cortina de cañas que colgaban. Adentro había muebles de paja y pieles para dormir. De noche se alumbraban con antorchas. Cada casa tenía una especie de baño de vapor llamado Temazcal. El mecanismo era el siguiente, en una pieza se calentaban piedras y luego se les echaba agua, entonces la persona se frotaba el cuerpo con jabón hecho de un árbol llamado Copalxocotl.
Representación de un temazcal en un códice.
Los aztecas fueron notables arquitectos y esto se manifiesta en grandes pirámides y templos que construían en honor a sus dioses. Lamentablemente, la pirámide mayor de Tenochtitlán fue destruida por los españoles, y los restos no fueron encontrados para ser reconstruidos.
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