Revolución de Independencia en Colombia
El proceso de Independencia de las colonias americanas, del poderío español, comprende casi medio siglo de acontecimientos. En Colombia se ubica desde el movimiento de los comuneros de 1781 hasta el 7 de agosto de 1819, con la decisiva Batalla de Boyacá que garantizaría el éxito de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada; sin embargo, existen autores que la extienden hasta la desintegración de la Gran Colombia en 1830.
“Firma del Acta de Independencia” del 20 de julio de 1810. Oleó de Coriolano Leudo. Esta fecha quedó entre los colombianos como las más relevante del proceso revolucionario, decretándose oficialmente como aniversario de la proclamación de la Independencia Nacional en el año de 1873.
Antecedentes revolucionarios
El poder absolutista de los monarcas y el orden señorial aristocrático de la tradición medieval europea habían perdido fuerza ante el poder del pueblo que se levantaba con nuevas ideas de democracia. Asimismo, el sistema colonial impuesto durante tres siglos en América entró en crisis. Las teorías políticas de los filósofos de la Ilustración influyeron en la concepción de una nueva estructura política defensora de la democracia, la separación de los poderes públicos, los derechos humanos y las leyes como fundamentos de los nuevos Estados Nacional y Republicano.
La crisis de la corona española y la invasión napoleónica a la península ibérica llevaron a las colonias españolas en América a la revolución política. La Independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y las revoluciones de Suiza, Bélgica, Polonia, Italia, España y Portugal tuvieron eco profundo en las colonias americanas haciendo de ésta una época de agitación social.
La rendición del general español José María Barreiro durante la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Obra de J. N. Cañarete (Museo Nacional).
Antonio Nariño y los Derechos del Hombre
La última década del siglo XVIII es considerada la fase de conspiración y preparación del proceso revolucionario. Fue una época de sedición revolucionaria y grandes polémicas relacionadas con la introducción de las nuevas ideas de la Ilustración en América. La generación criolla ilustrada manifestaba en las tertulias literarias su intención de lograr algún día la libertad de pensamiento, el cambio de mentalidad que debería iniciarse en el individuo. Y fue así como se precipitó en la sociedad neogranadina una división entre tradicionalistas y partidarios del pensamiento moderno de la Ilustración, autoridades españolas y criollos ilustrados.
Esas ideas de libertad del yugo español estaban relacionadas con la traducción y publicación de “Los Derechos del Hombre y el Ciudadano”, que hizo Antonio Nariño en 1794. El santafereño tradujo este documento de la obra “Histoire de la Revolution de 1789 et de L'établisment d'une Constitution en France” escrita por Keversean y Clavelin, que le facilitó un oficial del virrey Ezpeleta.
Antonio Nariño. Óleo de Ricardo Acevedo Bernal.
En la Imprenta Patriótica, dirigida por Diego Espinosa de los Monteros, fueron impresos 100 ejemplares del documento, que seguía las ideas defendidas en Estados Unidos y Francia a raíz de la revolución en este último país en 1789, según las cuales la libertad, la igualdad, la propiedad y la seguridad eran los cuatro derechos fundamentales de los individuos.
Como era de esperarse, la publicación de “Los Derechos del Hombre” suscitó la preocupación de los gobernantes coloniales y, en especial, del virrey Ezpeleta quien tomo toda clase de medidas contra ese papel “subversivo” prohibiéndolo por parte del gobierno español y por la Inquisición de Cartagena. Desde entonces este documento se convirtió en una especie de bandera de la libertad y la independencia.
Antonio Nariño y Francisco Antonio Zea en la imprenta.
Los pasquines y los procesos de 1794
Al tiempo con la publicación de “Los Derechos del Hombre” en 1794, aparecieron pegadas en las paredes de las casas de Santafé y Cartagena, algunas publicaciones con críticas a la opresión del gobierno colonial y a favor de la libertad. En los procesos que se hicieron sobre los actos considerados subversivos resultaron comprometidos Nariño, por la traducción y publicación del documento prohibido de “Los Derechos del Hombre”; Pablo Uribe, José María Durán y Luis Gómez, estudiantes del Colegio del Rosario, por el acto subversivo de los pasquines y los criollos Francisco Antonio Zea, Sinforoso Mutis y el francés Luis de Rieux, implicados en la sublevación y conspiración criolla. Todos fueron sentenciados y llevados a la prisión, algunos a España y otros a Cartagena de Indias.
Napoleón invade la Península Ibérica
Napoleón Bonaparte militar francés que aspiraba dominar con sus ejércitos a toda Europa, pretendía organizar un bloqueo continental para arruinar y someter a la Gran Bretaña, pero eso no era posible sin controlar los territorios de la Península Ibérica, por donde entraba el comercio ingles a Europa. Su política expansionista aspiraba incorporar a su gran imperio los vastos territorios coloniales de España y Portugal, factor decisivo en la lucha por la hegemonía mundial. La corona española dio el permiso oficial para que las fuerzas militares francesas pudieran pasar por el territorio español con el fin de ocupar Portugal.
Sitio de Tarragona. Tarragona, ciudad española fue asaltada por el ejército napoleónico el 28 de junio de 1811. Los franceses ocuparon la ciudad más de dos años, dejando una huella de violencia y pobreza.
El entonces rey Carlos IV, de la dinastía de los Borbones, era un gobernante débil. Abdicó la corona española en favor de su hijo Fernando VII, de quien el pueblo español esperaba una renovación. El autodenominado emperador Bonaparte convocó a la familia real española a una conferencia en Bayona con la idea de tomarse el poder de ese país. Allí logró que Fernando VII devolviera la corona a su padre Carlos IV, y que éste a su vez, se la entregara a Bonaparte. Desde ese momento la familia real quedó prisionera y Napoleón designó a su hermano José Bonaparte, apodado “Pepe Botellas”, como rey de España e Indias.
La crisis del Imperio Español
En 1808 se derrumbó la monarquía española, afianzada durante tres siglos en dos grandes casas dinásticas: la de los Austrias, que gobernó durante los siglos XVI y XVII, y la de los Borbones, que lo hizo durante el siglo XVIII. Ante la invasión napoleónica y el derrumbamiento de la monarquía española se gestó en el pueblo español una revolución de independencia contra el imperialismo francés que estallaría el 2 de mayo de ese año y, a su vez, daría impulso a la emancipación de las colonias españolas de la metrópoli.
Plaza del dos de mayo. Conocida en la jerga madridista como la "plaza del Dosde". En su centro se encuentra el arco monumental que era la entrada al Palacio de Monteleón.
Así, el grito popular de “Viva Fernando VII y abajo los franceses” se expandió por todas las regiones y avivó el espíritu patriótico y nacionalista de los españoles. Surgieron entonces las Juntas Regionales Autónomas, depositarias de los derechos de Fernando VII y núcleos de resistencia contra el invasor francés. Esta crisis revolucionaria dio pie al nacimiento de grupos políticos: los borbonistas, partidarios de la defensa de Fernando VII; los tradicionalistas, partidarios del regreso a las antiguas instituciones españolas; los liberales constitucionalistas, adeptos del establecimiento de una monarquía constitucional en España; y los afrancesados, sostenedores de la influencia francesa en España.
Las Juntas Revolucionarias
La crisis de la monarquía española se expandió por todo el imperio e influyó en el surgimiento de las Juntas Revolucionarias, declaradas guardianas de los derechos de Fernando VII hasta su restauración en el trono. El 14 de febrero de 1810 la Regencia de España e Indias envió un comunicado a los americanos que decía: “Vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en vuestras manos”.
Las colonias americanas se enfrentaron, entonces, a la ausencia de un monarca legítimo. Por ello se organizaron Juntas de Gobierno y se discutió en los cabildos abiertos sobre la soberanía popular o derecho de los pueblos a la posesión legal del poder.
El cabildo abierto fue una modalidad de reunión de los habitantes de las ciudades hispanoamericanas, durante la colonización española, en caso de emergencias o desastres. Usualmente, las ciudades coloniales estaban gobernadas por cabildos coloniales, instituciones de tipo municipal, pero en casos de emergencia, el cabildo podía convocar a cabildos abiertos integrados por los vecinos.
Entre 1808 y 1809 se realizaron varias juntas y juramentos de fidelidad al cautivo Fernando VII. Por ejemplo, en Santafé se realizó el 11 de septiembre de 1808 la solemne “Jura de Fidelidad” ante el comisionado Juan José Pando y San Llorente y se declaró la guerra a Napoleón Bonaparte. Esta misma ceremonia se llevó a cabo en los demás pueblos del Nuevo Reino de Granada. El pendón real se convirtió en el símbolo de la defensa americana contra las fuerzas invasoras de Napoleón.
Entre estas juntas y los gritos de independencia no habría sino un paso: en 1809 se iniciaron los movimientos de insurrección en Charcas, La Paz y Quito. Precisamente, la Revolución de Quito, realizada el 10 de agosto de 1809, influyó en el Nuevo Reino de Granada pues alrededor de ella se llevó a cabo la Junta Extraordinaria de Santafé de Bogotá del 6 de septiembre de 1809, en la cual se manifestó la profunda división entre criollos granadinos y las autoridades coloniales, encabezadas por el virrey Don Antonio Amar y Borbón.
En este ambiente de indecisión política de 1809 los criollos granadinos plantearon la necesidad de participar en el gobierno con igualdad de representación. El 20 de noviembre de 1809 Camilo Torres redactó el célebre “Memorial de Agravios” en el cual los criollos defendían el derecho de los españoles americanos de participar en el gobierno, a tener igualdad de derechos con los súbditos de la corona y a participar en la decisión del propio destino sobre la base de las realidades sociales de los habitantes americanos.
Camilo Torres Tenorio. Por su capacidad oratoria, pasó a la historia como El Verbo de la Revolución.
América: La Revolución política es un hecho
En 1810 se produjeron sublevaciones políticas en contra de las autoridades españolas en Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile y México. En las Juntas Autonomistas se hicieron cabildos abiertos, y se redactaron las “Actas de Revolución” o de instalación, en las cuales se proclamó la decisión de organizar gobiernos autónomos e independientes de los ya existentes en España. Sin embargo, se declaró la intención de conservar los dominios americanos para el rey Fernando VII.
En el Nuevo Reino de Granada la revolución se desarrolló alrededor de la acción de los cabildos y de la decisiva participación de los criollos. El sentimiento de cambio y rebelión se manifestó en Cartagena el 22 de mayo de 1810, cuando se estableció una Junta de Gobierno en nombre de Fernando VII. Continuó en Cali el 3 de julio de 1810 y en Pamplona el 4 de julio, cuando María Águeda de Villamizar arrebató el bastón de mando al corregidor Juan Bastús y Falla, quien fue reemplazado por una Junta de Gobierno. Posteriormente, el 10 de Julio de 1810, en la provincia del Socorro fue reemplazado el corregidor José Valdés Posada, quien había reprimido a algunos criollos socorranos.
El 20 de julio de 1810
La revolución política de 1810 culminó en Santafé de Bogotá el 20 de julio de 1810. Los criollos organizaron los hechos revolucionarios en la reunión preparatoria del 19 de julio en el Observatorio Astronómico y, según lo planearon, debían coincidir con la recepción que se hacía al Comisario Regio don Antonio Villavicencio. La reyerta histórica entre los Morales y el español José Gonzales Llorente, tuvo lugar el 20 de julio día de mercado, cuando se amotinó el pueblo santafereño en una expresión de inconformidad contra los peninsulares y las autoridades virreinales.
Ilustración de la Plaza Mayor de Santafé en 1810.
Aquí tuvo gran protagonismo José María Carbonell quien fue el puente comunicativo entre los criollos, que pretendían la autoridad política sobre la Nueva Granada, y el pueblo cansado de la miseria que le dejaba la corona española. Pero este personaje es olvidado en los libros de historia, dándosele el mayor reconocimiento a los siempre mencionados Camilo Torres, Francisco José de Caldas, José Acevedo y Gómez, José Joaquín Camacho, Frutos Joaquín Gutiérrez, Miguel de Pombo y José Ignacio Herrera.
El pueblo santafereño fue incitado por los estudiantes del Colegio del Rosario y del Colegio de San Bartolomé y por las masas que vociferaban contra la opresión y el mal gobierno, movidas por los “chisperos revolucionarios” encabezados por el José María Carbonell, la exigencia fue el “Cabildo Abierto” y la conformación de una “Junta Suprema de Gobierno”.
"Reyerta del 20 de julio de 1810". Obra de Pedro Alcantara Quijano. La situación debía provocar los insultos de un peninsular hacia los americanos para que se formara una revuelta en la Plaza Mayor.
En el Acta de la Revolución del 20 de julio de 1810, el pueblo neogranadino asumió la soberanía popular, abdicándola en el rey Fernando VII (siempre y cuando viniera a gobernar directamente en el Nuevo Reino de Granada). En el acta del 26 de julio de 1810, la Junta Suprema del Nuevo Reino se declaró independiente del Consejo de Regencia y cesaron su ejercicio todos los funcionarios del antiguo gobierno. Se planteó un movimiento autonomista de gobierno, representante de la monarquía, con independencia en sus decisiones, pero conservando, sin embargo, estos dominios para el monarca cautivo.
La declaración absoluta de Independencia vino con la radicalización de la Revolución. El 11 de noviembre de 1811 la provincia de Cartagena de Indias declaró la independencia absoluta. Después lo harían las provincias de Cundinamarca, Antioquia y Tunja.
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