La televisión en Colombia después de 1991
Dos sucesos hicieron de 1991 un año importante para la televisión colombiana: la licitación para adjudicar espacios por seis años prorrogables y las expectativas frente a la definición del medio en la nueva constitución política.
1991: Punto de quiebre
El 29 de enero de 1991 se expidió la ley 14, en la que se dictaban normas sobre el servicio de televisión y la radiodifusión oficial. Allí se negaba la privatización, al ratificarse que la televisión es un servicio público; se prohibían las prácticas monopolísticas; se confirmaba el esquema establecido por la ley 42 -Consejo Nacional, Junta Administradora y Comisión de Vigilancia- y se establecía la división de programadoras por cadena, abriendo paso a la competencia.
El 20 de mayo se abrió la licitación. El pliego tenía condiciones muy precisas: se adjudicaría un máximo de dieciocho horas y un mínimo de ocho, para no más de catorce programadoras en las dos cadenas; se definía un cuadro de programación que estimulaba el enfrentamiento de programas, especialmente telenovelas y noticieros; y se eliminaba el papeleo exagerado en la presentación de propuestas: sólo se requería un video de hasta 30 minutos en el que se mostrara la capacidad de la programadora. Este, y los puntajes obtenidos en el Registro de Proponentes, bastaban para definir quiénes harían la televisión desde el 1° de enero de 1992. La fecha de cierre de la licitación se amplió hasta el 4 de julio.
El 28 de junio de 1991, la Asamblea Nacional Constituyente determinó que el Estado podría intervenir por mandato de ley para impedir las prácticas monopolísticas en los medios de comunicación, pero no podría evitar la concentración en el espectro electromagnético (espacios en radio y televisión). Por otra parte, se creó una entidad autónoma para el manejo de la televisión, que estaría compuesta por dos miembros nombrados por el gobierno, uno por los canales regionales y dos como lo dispusiera la ley.
Hubo otros sucesos: se suprimieron los patrocinios en los noticieros; se anunció que Telecafé saldría al aire en 1992 y su señal sería recibida en tres departamentos; Telecaribe abrió licitación para contratar su nueva programación; la cadena tres (actual Señal Colombia) llegaría a todo el país gracias a la ampliación de un préstamo del gobierno francés; se adquirió un sistema digital para la edición y emisión de comerciales; una licitación adjudicó los horarios de Promec y Jorge Enrique Pulido. Y no faltó el escándalo: la suspensión de la serie “Cuando quiero llorar no lloro” de RTl.
1992 – 2006: Privatización de la televisión en Colombia
La televisión colombiana llegó a la década del noventa con un sistema mixto entre lo público y lo privado, el Estado era dueño de los canales y otorgaba a empresas privadas, por licitación, cada tres o cinco años, la producción y comercialización de espacios. Este sistema se utilizaba para los dos canales comerciales del Estado, el Uno y el A, y para los canales regionales públicos de interés cultural. El canal público, actual Señal Colombia, era responsabilidad única del Estado en su programación y financiación.
Todo cambió en 1991, con la nueva Constitución nacional, que en el artículo 20 estableció la garantía a la libertad de expresión y de fundación de medios de comunicación; en el artículo 75 consagró el espectro electromagnético como un bien público inenajenable e imprescindible, sujeto a la gestión y el control del Estado; y en el artículo 76 creó una autoridad autónoma para la gestión de la televisión. El desarrollo de este mandato constitucional se concretó en 1995 con la ley 182, cuyo objetivo era «modernizar» el sector, permitir la operación de canales privados y establecer la autonomía e independencia del gobierno frente a este servicio público, a través de la creación de la Comisión Nacional de Televisión.
Así surgieron las dos realidades que transformaron la televisión colombiana: los canales privados y la CNTV. El medio no volvería a ser el mismo: después de 40 años, Colombia ingresaría de lleno a la televisión privada y el gobierno, supuestamente, dejaría de intervenir en su gestión.
Hasta 1998, toda la televisión que se podía ver en el país era la de los dos canales mixtos, la del canal público Señal Colombia y la de los canales regionales. Este modelo generó tendencias positivas y negativas. Entre las primeras, se destacan:
• Toda la nación veía los mismos programas, lo cual significó que durante mucho tiempo la televisión fue un punto de encuentro y referencia común para los colombianos.
• El hecho, que los canales fueran programados por productoras de interés privado, de las cuales ninguna podía tener más de 24 ni menos de cinco horas a la semana, permitió que muchos estilos, saberes y políticas participaran en el mismo canal; esto produjo diversidad de propuestas de alta calidad.
• Debido a la poca oferta, el rating de los programas podía ser muy elevado; por ejemplo, la telenovela Café alcanzó a tener 70 puntos. Todo programa de éxito alcanzaba fácilmente 40 puntos.
En cuanto a los aspectos negativos del sistema mixto, cabe mencionar:
• La programación era asignada por cada gobierno, por ello, la televisión -sobre todo en lo informativo- se vio sujeta a la práctica clientelista de premiar a los amigos, castigar a los contradictores y pagar favores políticos. De esta manera la información se convirtió en un bien político y no público, acabando con cualquier posibilidad de periodismo independiente.
• Se asignaban espacios de tres a cinco años, por lo que para ninguna productora privada era atractivo invertir en tecnología o infraestructura, porque el negocio entraba en crisis cada vez que había licitación.
• La ausencia de competencia real, por la existencia de sólo dos canales, llevó a que se descuidaran áreas tan importantes como la programación, el diseño estructurado de programas y el mercado internacional.
• La oferta limitada de programas hizo que se creara una industria de la televisión sólo en Bogotá y que en ella se expresaran muy poco las regiones y los realizadores provenientes de otros lugares, tradiciones, estéticas y culturas.
Entre 1995 y 1998 la CNTV dictó casi la totalidad de las normas que en la actualidad regulan el servicio público de televisión. El gobierno de Ernesto Samper (1994-1998), en medio de la crisis de legitimidad derivada del escándalo por la recepción de dineros del narcotráfico para la financiación de su campaña, modificó la ley 182 de 1995 con la ley 335 de 1996, con la cual eliminó la estabilidad industrial de los canales públicos Uno y A, a cuyos concesionarios se les había otorgado una licitación por diez años, la cual fue cancelada para realizar una nueva repartición de espacios. Asimismo, favoreció a los empresarios privados que querían obtener las concesiones de canales, al permitir que un mismo operador fuera dueño de una frecuencia nacional; antes sólo se podía ser propietario hasta del 33% de un canal.
En 1998 aparecieron los canales privados nacionales Caracol y RCN. La televisión por suscripción ya había comenzado desde el 18 de diciembre de 1987, y en 1999 amplió considerablemente su oferta. La televisión local se inició en 1997 con el canal público TeleMedellín, y en 1999 se inauguró el primer canal local privado: CityTV, en Bogotá. Se pasó de 16 a 873 operadores en todos los tipos de servicio de televisión. A comienzos del siglo XXI, los operadores del servicio en Colombia eran:
• Dos canales nacionales de operación privada: RCN y Caracol.
• Tres canales del Estado: el Uno, arrendado para la programación y explotación comercial a productores privados; el A, convertido en Señal Colombia Institucional del Estado; y Señal Colombia, canal público cultural y educativo.
• Una estación local con ánimo de lucro: CityTV.
• Ocho canales regionales: TeleAntioquia, TelePacífico, TeleCaribe, TeleCafé, TeveAndina, Canal Capital, Televisión Regional de Oriente y Telelslas.
• 434 televisiones comunitarias cerradas sin ánimo de lucro (canales locales, universitarios y comunidades organizadas para distribuir señales incidentales).
• 64 canales de cable: tres nacionales (Cableunión de Occidente, Cablepacífico y Une-EPM Comunicaciones), cuatro zonales, diecinueve de municipios con más de 100.000 habitantes y 38 de municipios con menos de 100.000 habitantes.
La Comisión Nacional de Televisión
En 1995 se creó la Comisión Nacional de Televisión, mediante la ley 192. Esta tendría cinco miembros: dos representantes del presidente de la república; uno de los artistas y el periodismo especializado en el tema; uno de los canales regionales; y uno de las facultades de comunicación y de educación, de los padres de familia y de las asociaciones de televidentes.
El invento era muy bueno, por la autonomía que se le asignaba a la sociedad civil para manejar el medio. Sin embargo, el resultado fue una politización de la televisión. Las regulaciones emanadas de la CNTV han sido cuestionadas por la poca cualificación de los comisionados, el favorecimiento de los intereses de los grandes grupos económicos por encima del interés público, y el despilfarro descontrolado de dineros.
La permanente crisis del sector a finales del siglo XX y comienzos del nuevo milenio, tiene muy claros responsables. En primer lugar, el gobierno Samper, que por castigar a informativos opositores como QAP y AM/PM se inventó la ley 335 de 1997, que dejó en desventaja de negocio a los canales Uno y A, y permitió que los canales privados fueran otorgados a un solo operario; esto curiosamente favoreció a dos de los grupos económicos más importantes del país: Bavaria y Postobón.
El caos aumentó por la ausencia de pensamiento y política pública del gobierno Pastrana, y fue agravado por la feria de asignación de licencias para operadores de cable. El Congreso poco ayudó con la ley 668 de 2001, que buscaba salvar de la quiebra a las programadoras sobrevivientes de los canales mixtos. El lnstituto Nacional de Radio y Televisión, que realizaba una muy dudosa gestión, fue liquidado, y se creó un nuevo ente que nació obsoleto.
Los canales privados
En 1998 salieron al aire los canales RCN y Caracol, y en 1999 lo hizo el primer canal local privado, CityTV. Programadores clásicos como RTI, Cenpro, Punch, Jes y Tevecine se diluyeron, e Inravisión dejó de ser el centro audiovisual del país. El canal Uno sobrevive gracias al interés de cuatro consorcios: NTC/Colombiana de Televisión, CM&, RTI/Programar y Jorge Barón, el 14 de agosto de 2017, presentaron el Canal con nueva imagen y programación. El canal A, después de una crisis de cinco años, se convirtió en canal institucional del Estado.
Señal Colombia dejó de recibir dinero del Estado, pero siguió haciendo televisión educativa y cultural con recursos del Fondo para el Desarrollo de la Televisión Pública. La CNTV fue objeto permanente de controversia y en cada legislatura había un proyecto de ley que buscaba eliminarla. Lo industrial en «perspectiva internacional» se convirtió en la norma. El país televisivo andaba divertido entre realitys, telenovelas, cuentachistes y unanimismos informativos patrióticos.
El canal Caracol optó por una estética y una narrativa más masivas y menos arriesgadas, que responden al país popular. Telenovelas que se han decidido por lo industrial como Pedro el escamoso (2001), La venganza (2002) y Pasión de gavilanes (2003) son ejemplos de ello. El entretenimiento ha buscado la risa fácil de “Sábados felices”, la seguridad del cine Hollywood en Premier Caracol y el apoyo a la selección de fútbol con el Gol Caracol. La apuesta a los reality constituyó la mayor innovación. El canal basa su estrategia en la respuesta al gusto popular, en la identificación por productos más que por nombres y en un recursivo uso de los criterios de programación.
RCN, por su parte, logró posicionarse como un canal más familiar, más colombiano y con más estilo visual. Sus fuertes fueron la recordación en la gente de nombres como Jota Mario, Pirry, Fernando Gaitán y Claudia Gurisatti. Sus telenovelas son historias más cercanas a lo colombiano que a lo industrial, por ejemplo: Betty la fea (1999-2001), La costeña y el cachaco (2003), Amor a la plancha (2004), Los Reyes, La viuda de la mafia (2005), Hasta que la plata nos separe (2006-2007), entre otras.
CityTV, un proyecto de la Casa Editorial El Tiempo, con el lema de «Por todo Bogotá», propuso un modelo de televisión que mezcla lo comercial con lo urbano. Su consigna inicial fue «menos estudio y más calle», siguiendo el modelo de ChumCity Internacional, de Toronto, Canadá. Ha llegado a los bogotanos mediante un estilo con énfasis en lo local, la juventud, la experimentación estética y la interacción con la ciudadanía. El énfasis noticioso del contenido es la ciudad.
Sus grandes aportes han sido la franja musical Mucha música; la introducción de los «videógrafos», especie de cronistas con cámara que, aparte de grabar imágenes, editan y escriben las notas; y la citycápsula, que permite el acceso de la diversidad de rostros e historias de la ciudad a la pantalla televisiva.
Los canales privados comenzaron con exceso de inversión en equipos y estudios, grandes nombres y exclusividades, y han tenido que racionalizar sus nóminas y funcionamiento; debieron aprender que el asunto es de estrategias de programación y creación de formatos. La televisión se convirtió en el eje informativo de la sociedad colombiana, y gracias a la tecnología hoy se informa en vivo y en directo. Las telenovelas han sido las grandes damnificadas, porque cada vez más pierden el sabor y el estilo colombianos para ganar lo internacional.
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