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La Restauración en Europa

La Restauración en Europa

El período comprendido entre la primera derrota de Napoleón Bonaparte (octubre de 1814) y las revoluciones europeas de 1830, es denominado “Restauración”, que significa, volver al tipo de sociedad que existía antes de la Revolución francesa de 1789, es decir, al Antiguo Régimen.

La Restauración tuvo como espacio geográfico a Europa continental, especialmente la parte occidental. Para alcanzar sus objetivos, las potencias europeas se unieron intentando evitar el avance del Imperio francés y contrarrestar las ideas revolucionarias. Para ello constituyeron alianzas que tenían el propósito de defender a los gobernantes legí­timos y rechazar propuestas de organización social con­trarias a las monarquías.

Mapa de Europa en la Restauración (1815-1830)

Francia volvió a sus fronteras tradicionales. Prusia, el Imperio Ruso y el Imperio Austríaco ampliaron sus límites. Entre ellos y Francia aparecen “estados-tapón” como el Reino de los Países Bajos o el de Piamonte-Cerdeña.

No obstante, quienes se unieron para vencer a Napoleón tenían intereses diferentes: evitar cambios drásticos en la geopolítica de occidente por la intervención de un imperio, defender nacionalidades contra los deseos de hegemonía de los franceses o rechazar las propuestas revolucionarias presentes en las ideas de Napoleón.

El Congreso de Viena

Mientras se restauraba la monarquía en Francia, en Viena se llevaba a cabo, una reunión con la intención de definir el mapa político de Europa, alterado por la Revolución francesa y por las conquistas napoleónicas. Los representantes de cada país tenían sus intereses particulares, así: Rusia quería el territorio de Polonia, Prusia quería el principado de Sajonia, al occidente de Alemania, y Austria quería aumentar sus posesiones en Italia. Con estas expectativas, entre 1814 y 1815 se realizó el Congreso de Viena, el cual duró siete meses.

Entre las personalidades que participaron se pueden mencionar el zar Alejandro I de Rusia, el canciller austríaco Clemente Metternich, Lord Castlereagh representante del imperio británico y el ministro de Luis XVIII de Francia, Maurice de Talleyrand. Quienes delimitaron el mapa de Europa teniendo como punto de referencia dos ideas fundamentales: asegurar un equilibrio de poderes y defender los intereses dinásticos de los reyes europeos.

Ilustración satírica del Congreso de Viena

Ilustración satírica del Congreso de Viena, que dio inicio a la Restauración.

Principios de la Restauración

Los principios de la Restauración fueron aprobados en el Congreso de Viena y constituyeron la teoría política internacional de la primera mitad del siglo XIX. Estos principios fueron:

Legitimidad: De acuerdo con este principio, sólo tenían derecho a estar en el poder aquellos a los que Dios había elegido por su herencia real, fueran o no de la misma nacionalidad de sus súbditos. Este principio permitió el retorno de la dinastía de los Borbones a Francia.

Equilibrio: Este principio fue propuesto por el vizconde Castlereagh, encargado de asuntos exte­riores de Gran Bretaña, que afianzaba la propuesta del canciller Metternich, con la cual el diplomáti­co austríaco pretendía evitar conflictos y restaurar el equilibrio europeo tras las convulsiones ocasionadas después de las revoluciones francesa e industrial. Con este principio también se buscó que aquellos Estados o monarquías afectados por el avance del Imperio francés tuvieran ciertos privilegios. Por ejemplo, para satisfacer demandas de compensa­ciones fueron repartidos los territorios alemán e italiano.

Intervencionismo: Las potencias se comprome­tieron a intervenir en territorios propios o ajenos en los cuales se forjaran brotes revolucionarios o surgieran movimientos populares que pusieran en peligro los intereses monárquicos. El principio de intervención fomentó la realización de congresos y la conformación de sistemas de alianzas.

Absolutismo: Con este principio se dejaba sin piso el poder de las constituciones y la noción de sobe­ranía nacional, ya que se afirmaba que el poder del monarca era absoluto y se le debía obediencia ciega porque provenía de Dios.

Monarquía constitucional y Monarquía absoluta

Monarquía constitucional y Monarquía absoluta

El Directorio

Para garantizar la Restauración, Gran Bretaña, Rusia, Prusia y Austria-Hungría conformaron la Cuádruple Alianza, que tenía un órgano de dirección mancomunado llamado el Directorio. Posteriormente Francia se integró a la Alianza, conformando la Pentarquía, la cual rigió los destinos de la política europea e internacional durante el período de la Restauración.

Las políticas que ejecutaba el Directorio fueron pac­tadas en congresos. El más importante fue el de Viena. Los congresos permitían evitar los afanes de expansión de una de las potencias y que se recurriera a las gue­rras, los gobiernos de los países europeos pactaron que la manera de resolver los conflictos interna­cionales o nacionales se hiciera por la vía de estos.

El Congreso de Aquisgrán de 1818: Su tema prin­cipal fue regularizar la situación de Francia, que ingresó a la Alianza conformando la Pentarquía. Además, los asistentes al congreso aprobaron que Francia asumiera las reparaciones de guerra.

Conferencia Pangermánica de Carlsbad de 1819: Para contrarrestar las agitaciones de las asociacio­nes estudiantiles alemanas, los representantes de los Estados asistentes acordaron reforzar la autori­dad de los príncipes germánicos de tal forma que hicieran frente a las revueltas. Entre 1819 y 1820 las revoluciones liberales resurgían en los reinos de Gran Bretaña, España, Portugal, Nápoles y Piamonte con gran fuerza. Los monarcas tuvieron que aceptar regímenes constitucionales.

 La masacre de Peterloo

La masacre de Peterloo, en la ciudad de Mánchester, el 16 de agosto de 1819, sucedió cuando la caballería inglesa quiso callar una manifestación popular donde se solicitaba la reforma de la representación parlamentaria (sufragio universal, voto secreto, elección anual de la Cámara de los Comunes).

La conferencia de Troppau y Laybac de 1821: En esta conferencia se aprobó la intervención de Austria en Italia, con el propósito de restaurar las soberanías derrotadas por las revoluciones libera­les de 1820. Francia e Inglaterra, que no estaban de acuerdo con la resolución, no se opusieron.

Congreso de Verana de 1822: Ante los planes revolucionarios anunciados en 1821 por Italia y España, el Congreso redactó un ultimátum a las Cortes españolas, amenazando con la interven­ción si no se producía un cambio sustancial.

Geopolítica europea durante la Restauración

Durante los años de la Restauración, los países que integraban la Alianza pusieron las pautas del mapa político del mundo de entonces, de la siguiente manera:

Gran Bretaña favoreció la independencia de las colonias españolas en América, porque, al ser el principal productor y exportador de hierro y algodón, necesitaba mercados para sus productos manufacturados. Sin embargo, a pesar de ayudar a la emancipación de las colonias españolas, algunos gobier­nos ingleses no toleraron tendencias revolucionarias en sus propias colonias. Los voluntarios, marinos, y soldados británicos contribuyeron decisivamente a la independencia de las naciones en América, mucho más en los combates en mar que las batallas terrestres.

El imperio ruso durante este período se fortaleció por la anexión de Finlandia y la soberanía sobre Polonia. No obstante, el principio de equilibrio restringió su expansión. Igual que algunos gobiernos ingleses, reprimieron cualquier intento de revolución liberal.

Mapa del Imperio ruso

En Francia, Luis XVIII promulgó la Carta Otorgada, con la cual se reconocieron los derechos del pueblo y la autoridad real. Por tal razón, durante su reinado se respetaron las ins­tituciones revolucionarias y napoleónicas y el rey puso en marcha una política conciliadora. Durante su reinado, Luis XVIII afrontó el intento napoleónico de los cien días, luego del cual su reinado salió fortalecido.

En España, luego de recuperar el poder, Fernando VII dio inicio a la llamada Reconquista americana con lo cual fomen­tó el proceso de independencia. Con el tiempo, los liberales ilustrados lograron impulsar muchas reformas, que obligaron a su capitulación en favor de la Constitución en 1820, situación que logró revertir en 1823, cuando recuperó el poder con el apoyo de tropas fran­cesas.

En el mundo germano, el rechazo del congreso de Viena a conformar un Estado alemán, impulsó la hegemonía de Austria y Prusia en la Confederación alemana.

Europa central hacia 1820

Europa central hacia 1820. Aparecen el Reino de Prusia (azul), el Imperio austriaco (amarillo) y los estados alemanes independientes (gris). La línea roja marca la frontera de la Confederación Alemana.

Los carbonarios

El temor de retornar al Antiguo Régimen, es decir, a la monarquía y al abso­lutismo, condujo a la formación de sociedades secretas, siendo la de “Los car­bonarios”, en Italia, la más importante. Su nombre deriva del hecho de que, para reunirse, y con el fin de eliminar sospechas, simulaban ser leñadores que iban a los bosques para fabricar carbón. Los carbonarios fomentaban la rebe­lión apoyados en las ideas liberales. Otras sociedades de la época fueron la “Sociedad de las familias”, la “Sociedad de las estaciones” y la “Liga de los justos”.

Carbonería, sociedad secreta fundada en Nápoles

Los adeptos de la Carbonería, sociedad secreta fundada en Nápoles durante los primeros años del siglo XIX, aspiraban sobre todo a la libertad política y a un gobierno constitucional. Eran pertenecientes en gran parte a la burguesía y a las clases sociales más elevadas.

La Restauración y el Orden social

Si, en el orden político, la Restauración supu­so una vuelta al pasado, no sucedió lo mismo en el orden social. El tipo de sociedad surgido de la revolución se mantuvo inmutable. De su desarrollo surgió la sociedad de clases.

Durante la Revolución francesa se suprimie­ron todos los privilegios que disfrutaban la aristocracia y el clero, y surgió una nueva sociedad en la que todos los hombres eran iguales ante la ley. En el siglo XIX, los privile­gios no fueron restablecidos, porque todo el mundo los consideraba anacrónicos e injusti­ficables en la sociedad europea. Las mujeres, que no vieron reconocidos sus derechos en la misma medida que los varones, continuaron subordinadas a estos últimos.

Por otra parte, los cambios económicos que se estaban produciendo de acuerdo con los principios del capitalismo, reforzaban un modelo social que tenía su fundamento tanto en la igualdad, como en la libertad económica y en la propiedad privada. En adelante, todos los hombres serían juzgados por los mismos tribu­nales, en relación con las mismas leyes y según los mismos procedimientos; tendrían la posibi­lidad de ocupar todos los puestos públicos, según sus méritos; y habrían de contribuir a los gastos del Estado en proporción a su riqueza.

Representación de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789

Representación de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789

Igualdad teórica, desigualdad real

Sin embargo, la sociedad europea, que en teoría era igua­litaria y libre, en la práctica continuó siendo profunda­mente desigual y llena de barreras, dado que las riquezas no estaban repartidas de forma homogénea. El principio de la propiedad privada no sólo se respetó, sino que se hizo más absoluto, al desaparecer las limitaciones que antes suponían las tradiciones y las costumbres. Los principales beneficiarios de la nueva situación fueron quienes, gracias a su situación privilegiada —de hecho, por sus riquezas—, pudieron aprovechar las oportunidades que el nuevo orden les brindaba. De otro lado, la educación se mostró como nueva vía de promoción social, aunque con muchas dificultades.

La economía vecinal

Entre las familias de clase baja, lo más común era el autoconsumo familiar, es decir, el consumo de los frutos que producía el pequeño huerto casero. También era corriente el intercambio de servicios o de bienes entre vecinos. De este modo las familias de escasos recursos podían evadir los constantes embates de la penuria y la miseria. En la actualidad, la costumbre de intercambio entre vecinos continúa siendo algo común entre muchas familias de diversos países, y se constituye en un símbolo de solidaridad ciu­dadana.

Una sociedad de clases

Tres clases sociales fueron los grupos básicos en la nueva sociedad. Se diferenciaban por su distinta capacidad económica, por el prestigio de su posi­ción, y por tener una mentalidad y una cultura pro­pias. De forma simplificada, pueden distinguirse tres clases sociales: alta, media y baja. Sólo una pequeña minoría pertenecía a la clase alta.

Sociedad de clases

La clase alta: Estaba compuesta inicialmente por la unión de la antigua aristocracia —que había per­dido sus privilegios legales, pero no sus propiedades y se adaptó a la nueva situación— y los individuos de la alta burguesía, los más enrique­cidos por las actividades industriales, comerciales y financieras.

La clase media: Estaba constituida por un con­junto heterogéneo con personas de distinto poder económico y formación cultural, como pequeños empresarios, comerciantes, empleados y profesio­nales. No obstante, compartían algunos valores como el afán por alcanzar la respetabilidad, el culto al trabajo, al ahorro y la sobriedad, y la exal­tación de la familia y el hogar.

La clase baja: Se caracterizó básicamente por su carencia de propiedad y por la necesidad de traba­jar a cambio de un salario para poder subsistir. La mayoría eran obreros, empleados en las nuevas fábricas, pero también había personas dedicadas al servicio doméstico, dependientes, etc. Su vida transcurría, la mayor parte de las veces, al borde de la mera subsistencia.

La secularización de la sociedad

Una de las consecuencias de la Revolución fue la paulatina secularización de la sociedad. Esto tuvo dos consecuencias diferentes: Por una parte, la pérdida de influencia política de la Iglesia, lo que desembocó en la separación entre la Iglesia y el Estado, y la proclamación de la superioridad del poder civil sobre cualquier otro, es decir, la aparición de un Estado laico. Por otra parte, la transformación de las prácticas religiosas de la población europea en la dirección de una progresiva descristianización.

poder cultural y político de la Iglesia

Este proceso fue muy lento, sobre todo en los países católicos, donde el poder cultural y político de la Iglesia se mantuvo casi todo el siglo XIX.

Los movimientos liberales

Durante la primera mitad del siglo XIX, Europa se debatió entre la Revolución y la Restauración. Esta última permitió que, entre 1815 y 1830, el continen­te viviera cierta estabilidad. Por su parte, las revolu­ciones liberales se llevaron a cabo en varias etapas: Durante la década de 1820, movimientos de liberales ilustrados, integrados por miembros de la nobleza europea, comerciantes y la naciente bur­guesía, entre otros, impulsaron movimientos revolucionarios en España, Portugal, Piamonte, Nápoles y Grecia. Estos movimientos buscaban recuperar los derechos que se habían ganado con la Revolución francesa, que la Restauración abo­lió en el Congreso de Viena, como la distribución del poder en tres ramas, la Constitución como ley de leyes, la figura de la soberanía y la importan­cia de la ciudadanía y del pueblo.

La respuesta del Directorio fue la de enviar tropas para impedir que estos brotes revolucionarios de carácter liberal terminaran en nuevos regímenes constitucionales. En este mismo período se agudi­zaron las luchas de las colonias españolas en América por su emancipación, la cual estuvo ani­mada entonces y después, durante la consolidación de las nuevas naciones, por las ideas liberales. Además, el caso de Estados Unidos mostró también que era posible la conformación de un Estado orga­nizado mediante instituciones liberales.

En la década de 1830, las revoluciones liberales se extendieron por toda Europa. En Francia, los partidarios de Luis Felipe de Orleáns, adepto de la Revolución, y los republicanos, se enfrenta­ron por el poder. El triunfo de los primeros hizo abdicar a Carlos X, último rey francés de la casa de Borbón, en favor de Luis Felipe de Orleáns. Más al norte, Bélgica se independizó de Holanda, con la cual integraba el reino de los Países Bajos. La ola revolucionaria afectó a los Estados centra­les de la Confederación Germana, a Polonia y a los pequeños Estados del centro de Italia.

Combate frente al Ayuntamiento de París el 28 de julio de 1830

Combate frente al Ayuntamiento de París el 28 de julio de 1830 de Jean Víctor Schnetz.

Las revoluciones de 1830 permitieron que en Europa occidental se asentaran Estados liberales. Más adelante, en 1848, nuevos movimientos revolucionarios impusieron la ideología liberal en los regímenes de Europa central.

Referencia:
Galindo Neira, L. E. (2007). Nuevas Ciencias Sociales 8. Editorial Santillana S.A.

Edad Contemporánea