Primera Guerra Mundial: El inicio y desarrollo
Estallido de la Primera Guerra Mundial
El 28 de junio de 1914, el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, y su esposa, fueron asesinados por un bosnio proserbio en Sarajevo, la capital de Bosnia. Las víctimas visitaban las posesiones austriacas de los Balcanes. Un activista de la organización nacionalista serbia "La Mano Negra”, Gavrilo Princip, fue el autor del magnicidio. Aunque el asesino fue capturado, el emperador Francisco José exigió permiso de Serbia para que Ia policía austriaca investigara y capturara a los autores intelectuales.
Ante este hecho, el imperio austro-húngaro, contando con el respaldo de Alemania, lanzó un ultimátum el 23 de julio a Serbia para que le permitiera participar en la investigación del asesinato. El gobierno de Gran Bretaña, preocupado por problemas políticos internos causados por los separatistas irlandeses, trató de evitar el estallido de un conflicto internacional apelando al arbitraje diplomático, para lo cual convocó a una conferencia internacional; pero la propuesta británica fue rechazada por Alemania, aparentemente interesada en precipitar los acontecimientos hacia el conflicto armado.
Por no aceptar una de las exigencias, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914 y, al día siguiente Rusia, que apoyaba a Serbia, ordenó la movilización general de sus tropas sin llegar a romper relaciones con ese imperio, prometiendo retirarse si se cambiaba el ultimátum dirigido a Serbia. Inglaterra intervino de nuevo para evitar la guerra y propuso que Austria ocupara Belgrado como garantía y aceptara mientras tanto la negociación de un compromiso con las grandes potencias. Pero la nueva propuesta británica también fue rechazada, en este caso por el gobierno austriaco, por lo que Rusia se sintió obligada a declarar la guerra y el día 30 de julio movilizó sus ejércitos contra Alemania y Austria-Hungría. El 1 de agosto, en representación del II Reich, que actúa como aliado del Imperio austro-húngaro, el embajador alemán en Petrogrado entrega la declaración de guerra al Gobierno de Rusia ante la negativa de éste a desmovilizar sus tropas para defender a Serbia, su aliada, frente a Austria-Hungría, ambos en conflicto desde el 28 de julio. Así Alemania declaraba la guerra a Rusia. Dos días más tarde (3 de agosto) el gobierno alemán también declaraba la guerra a Francia, que se negaba a aceptar las condiciones de neutralidad.
Hasta entonces, el gobierno británico no había adoptado una posición definitiva con respecto a las declaraciones de guerra de sus aliados, pues consideraba que podía mantenerse al margen del conflicto si éste se limitaba a un asunto entre Austria-Hungría y Rusia, lo que hizo confiar a los alemanes en que Gran Bretaña no intervendría directamente en el conflicto armado. Sin embargo, la situación cambió cuando el 4 de agosto los alemanes pusieron en práctica sus planes de invasión contra Francia a través de Bélgica, país todavía neutral. Fue entonces cuando Inglaterra declaró la guerra a Alemania, al negarse ésta a escuchar las advertencias inglesas sobre el respeto a la neutralidad belga, mientras que Italia no apoyó a la Triple Alianza. Por otra parte Japón, que buscaba ampliar su zona de influencia en China del norte, trató de evitar un enfrentamiento con la Entente y con Estados Unidos y declaró la guerra a Alemania el día 23 de agosto. De esta manera el sistema de alianzas, creado para mantener la paz, precipitaba el comienzo de la Gran Guerra europea.
Desarrollo de la guerra
El transcurso de la Primera Guerra Mundial presenta dos fases sucesivas. La primera, derivada directamente del Incidente de Sarajevo, comprende un lapso de casi tres años, entre agosto de 1914 y marzo de 1917, y compromete de manera directa sólo a las potencias europeas en conflicto. La segunda fase da comienzo en marzo de 1917 -cuando la lucha se convierte en "mundial" con la intervención militar de Estados Unidos en los campos de batalla europeos y el abandono de la neutralidad de algunos países de Iberoamérica en favor de los aliados de la Entente- y termina en noviembre de 1918, fecha en que concluye la guerra.
La fase europea
El conflicto bélico internacional que surgiera en una zona del sureste de Europa se extendió luego en una guerra total a buena parte del continente, como una reacción en cadena que fue afectando a las potencias europeas como si fueran eslabones unidos por el sistema de alianzas. Por un lado, los países generadores del conflicto, Alemania y Austria-Hungría, dos de los integrantes de la Triple Alianza (Italia optó a última hora por no hacer causa común con sus aliados en el conflicto internacional) a los cuales se conocía como las Potencias Centrales, y en el bando contrario, los integrantes de la Triple Entente, Gran Bretaña, Francia y Rusia, que constituyeron el bloque de los llamados países Aliados.
Después de la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania el 4 de agosto, el conflicto bélico europeo era ya un hecho. Las circunstancias en que se dieron las declaraciones de guerra entre las Potencias Centrales y los Aliados parecían demostrar, a juicio de los altos mandos políticos, el interés de Alemania en precipitar los acontecimientos para conducir a los demás países hacia el enfrentamiento armado.
Guerra de posiciones y estancamiento
Básicamente se combatió en dos frentes: el francés u occidental y el ruso u oriental, pero la guerra también se extendió a los mares y a las colonias en África, Asia y el Pacifico.
Cuando se inició la guerra, ambos bandos esperaban que el conflicto fuera de corta duración. La estrategia bélica de Alemania se apoyaba principalmente en el Plan Schlieffen, elaborado por Alfred von Schlieffen, jefe del Estado Mayor alemán entre 1891 y 1907. El citado plan proponía una rápida movilización ofensiva contra Francia a través de Bélgica, y suponía la destrucción total del ejército francés en un lapso de seis semanas, para lanzar luego una ofensiva hacia el este, contra Rusia. Por otra parte, los Aliados confiaban también en la brevedad de la guerra, entre otras cosas porque no estaban en posibilidades de costear un enfrentamiento prolongado y suponían que sus enemigos se encontraban en iguales circunstancias. Al igual que los alemanes, los franceses habían elaborado un plan de ataque, el Plan 17 (así llamado por ser la decimoséptima ocasión que Francia intentaba vengarse de los alemanes desde la guerra franco-prusiana). Este plan había sido cuidadosamente elaborado durante varios años, y los franceses tenían absoluta confianza en que significaría una trampa mortal para los alemanes.
La confrontación inició con la invasión alemana sobre Francia a través de Bélgica, y el intento de cercar al ejército francés que había atacado la región fronteriza de Alsacia, sin embargo, con el apoyo de la naciente aviación, los franceses pudieron resistir. El avance alemán llegó hasta 40 kilómetros de París, donde fueron detenidos en la batalla del río Marne, en septiembre de 1914, gracias a la resistencia francesa comandada por el general Joseph Joffre, y el apoyo del ejército británico, que se organizó rápidamente para iniciar acciones en el Continente. Los ejércitos alemanes se vieron obligados a salir de Francia y replegarse hacia el norte, después de la Batalla del Marne. El fracaso del plan militar alemán, en el que las Potencias Centrales habían depositado una gran confianza, fue de importancia decisiva para el curso que habría de seguir la guerra.
En el frente oriental, los austro-húngaros invadieron Serbia, mientras una fuerza invasora rusa fue derrotada por los alemanes comandados por el general Hindenburg en la batalla de Tannenberg, en Prusia oriental (28 de agosto de 1914), y luego, con la ayuda de los austriacos, el ejército alemán, que tuvo que dividirse en dos frentes de batalla, expulsó de Polonia a los ejércitos rusos en la zona de los Lagos Masurianos y penetró en Rusia. A partir de este momento, los rusos intentaron varias contraofensivas, pero fueron controlados por las potencias centrales (Alemania y Austria-Hungría), quienes pasaron a dominar la situación en el frente oriental y, también los Balcanes, mientras los turcos impedían el envío de ayuda a Rusia por el mar.
Participación de Turquía e Italia en la Gran Guerra
Dada su situación estratégica, Turquía e Italia tenían una gran importancia para ambos bandos, que buscaron atraerlas a su lado desde que, al empezar la guerra, estos países se declararon neutrales. A los gobiernos de las Potencias Centrales no pareció sorprenderles mucho esta posición de Italia, no obstante que formaba con ellos la Triple Alianza, porque el tratado de la misma preveía el compromiso de entrar en guerra solamente cuando cualquiera de las tres naciones necesitara de una acción defensiva en caso de un conflicto no provocado por ellas. En cambio, al empezar la contienda, las Potencias Centrales vieron la conveniencia de atraerse a Turquía porque, dada su vecindad con Rusia, representaba una posición estratégica para atacar a este país, además de que la población turca veía con desagrado al expansionismo ruso. Pocos días después de iniciada la contienda, el 2 de noviembre de 1914, Rusia declaró la guerra a Turquía cuando este país bombardeó el puerto de Odessa sin previa declaración de guerra. En el conflicto, Turquía intervino en favor de las Potencias Centrales, y su participación fue decisiva en la derrota de la expedición naval franco-británica en el territorio de los Dardanelos (1915), así como en las graves derrotas sufridas por los rusos ese mismo año, en las que de alguna manera influyó la participación de Bulgaria favoreciendo a los países centrales, con los que se había aliado poco después de Turquía.
Por otra parte, los aliados de la Entente desde un principio entablaron negociaciones diplomáticas con Italia para que se aliara con ellos en la guerra y aceptara sus condiciones de participar en el reparto territorial, una vez que las Potencias Centrales fueran vencidas. En un primer momento, el gobierno italiano se mostró indeciso debido a los fuertes lazos económicos que tenía con las Potencias Centrales y porque la opinión pública de su país era contraria a su participación en la guerra. Sin embargo, después del fracaso del plan alemán contra Francia, los italianos vieron la posibilidad de triunfo para los Aliados y el beneficio que obtendrían en el reparto del botín al terminar la contienda, por lo que aceptaron el compromiso de unirse a ellos; y el 26 de abril de 1915 Italia firmó en Londres un tratado con los tres países de la Entente. Casi un mes después, el 23 de mayo, Italia declaró la guerra al Imperio Austro-Húngaro.
La participación de Italia favoreció la apertura de un nuevo frente bélico en el sur, ampliado cuando Grecia y Rumania se unieron a los países de la Entente en 1916. Aparte de lo que militarmente significaba la apertura de este nuevo frente, sirvió para que los Aliados, aprovechando la situación geográfica de sus enemigos, pudieran realizar un bloqueo que impidió la provisión de mercancías y materias primas para Alemania, en tanto que ellos podían contar con la ayuda económica y el abastecimiento de recursos por parte de Estados Unidos.
En 1915, en Gallipoli, los otomanos rechazaron una invasión británica, sin embargo, sus territorios en Oriente Medio (Palestina, Siria, Arabia e Irak) fueron ocupados con ayuda de grupos nacionalistas árabes. Por otra parte, los británicos conquistaron las colonias alemanas en África, mientras Japón se expandía en Asia y el Pacífico.
La guerra europea entre 1915 y 1916
En los mares triunfó la flota inglesa sobre la alemana (batallas de Jutlandia y Malvinas). En Alemania aumentaba la exasperación por el bloqueo inglés y la idea de la guerra submarina ganaba cada vez más partidarios entre la opinión pública y las autoridades militares, por lo que el gobierno tomó la decisión de desplazar sus ataques al frente marítimo utilizando naves submarinas. En este aspecto Inglaterra se encontraba en posición más ventajosa, ya que su predominio naval era indiscutible además de que podía contar con la ayuda de Estados Unidos, pues no obstante su neutralidad en la guerra europea, para nadie era un secreto la simpatía que el gobierno estadounidense mostraba hacia el bloque de los Aliados.
Los Estados Unidos habían proclamado su neutralidad. El conflicto alejaba a los países neocolonialistas europeos de América Latina y esto beneficiaba su política. Pero las exportaciones de víveres y material bélico a Francia y Gran Bretaña los fueron comprometiendo; a ello se sumaron los ataques submarinos de los alemanes, que entorpecieron el comercio norteamericano con dichos países.
En un momento de extrema tensión en las relaciones internacionales, el 7 de mayo de 1915, un buque de vapor británico, el Lusitania, proveniente de Nueva York y con destino a Liverpool, fue torpedeado sin previo aviso por el submarino U-20 la Marina Imperial Alemana comandado por el teniente de navío Walter von Schwieger, a 12 de millas del litoral del promontorio de Old Head de Kinsale, en la costa meridional de Irlanda, incidente en el que perdieron la vida 1198 personas, entre ellas 120 ciudadanos estadounidenses. Los alemanes aseguraron que el barco, habiendo zarpado de Nueva York, transportaba un cargamento de armas para los Aliados (lo cual fue confirmado por investigaciones posteriores) y que los estadounidenses habían sido advertidos del peligro de viajar en buques británicos. El hundimiento del Lusitania fue considerado por los países neutrales, principalmente por Estados Unidos, como "una prueba concreta de la inhumanidad con la que los alemanes hacían la guerra”, y el gobierno del presidente Woodrow Wilson exigió enérgicamente la suspensión de la guerra submarina bajo amenaza de interrumpir las relaciones diplomáticas con Alemania.
Desde que comenzó la guerra submarina, y sobre todo después del hundimiento del Lusitania, Estados Unidos se convirtió en factor decisivo en la evolución de la guerra, y el presidente Woodrow Wilson empezó a destacar en la política internacional por sus ideas en favor de la paz y sus intentos de actuar como mediador en el conflicto europeo. Sin embargo, las propuestas de paz de Wilson no tuvieron éxito porque ninguno de los países contendientes estaba dispuesto a entablar negociaciones de paz sin haber llegado a obtener un triunfo definitivo sobre sus adversarios. La opinión pública, presa del fuerte nacionalismo de la época, se exasperó cuando los alemanes hundieron el trasatlántico Lusitania. El gobierno del presidente Wilson declaró la guerra a los Imperios Centrales.
La guerra de Trincheras
Desde finales de 1914 y casi hasta el final de la guerra en 1918, los frentes se estabilizaron en el norte de Francia y al oriente en Rusia. Los ejércitos optaron por la estrategia de defender sus posiciones, cavando extensas líneas de trincheras de aproximadamente 650 km y estableciendo fortificaciones defensivas, desde la frontera suiza hasta el canal de la Mancha en Flandes por el norte.
En estas trincheras combatieron millones de hombres, quienes vivían en pésimas condiciones higiénicas, con pocos alimentos, bajo un bombardeo constante de artillería y ocasionales intentos por romper el frente que, sin embargo, eran contrarrestados por el fuego de las ametralladoras. Todo el arsenal de guerra -ametralladoras, minas, morteros, bombas, lanzallamas y gases asfixiantes- se acumuló en las líneas del frente que permanecían estáticas. Las principales ofensivas fueron la de los alemanes en Verdún (febrero de 1916) y la de los británicos en el Somme (1 de julio de 1916), las cuales costaron miles de vidas y no consiguieron avances importantes. Las líneas de combate constituyeron en su mayoría, y durante gran parte del tiempo que duró la guerra, gigantescos laberintos de refugios, centros de mando, búnkers, líneas de comunicación y puestos de avanzada protegidos por hileras de espesas alambradas de púas. La guerra móvil se convirtió en una guerra de desgaste. Un soldado atrincherado con una ametralladora era más que suficiente para detener el avance de cientos de hombres en campo abierto. Los ferrocarriles podían traer a los defensores mucho más rápidamente de lo que podía avanzar la infantería a través de las rupturas del frente de batalla logradas a un costo humano muy grande.
La batalla de Verdún
Después de los fracasos sufridos por los ejércitos alemanes en el frente occidental durante los primeros meses de guerra, en febrero de 1916 el mando militar supremo de Alemania planeó una gran batalla de desgaste contra Francia que tendría como objetivo "desangrar" a los franceses hasta el punto de obligarlos a aceptar negociaciones de paz. Esa batalla debería tener lugar en las proximidades del poblado de Verdún, en el nordeste de Francia, sitio de especial interés histórico y punto central del sistema militar fortificado de este país. El objetivo no era ganar territorios, sino destruir el mayor número posible de fuerzas enemigas en un punto del frente.
El 21 de febrero de 1916 fue uno de los días más negros de la Primera Guerra Mundial. En pleno conflicto dio comienzo la batalla de Verdún con un bombardeo masivo de dos millones de obuses. Siguiendo un plan del general Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor, el V Ejército alemán, a las órdenes del príncipe heredero Guillermo, desencadena una gran ofensiva en Verdún contra las tropas francesas, dirigidas por el general Fernand de Langle de Cary. De la mano del general alemán Von Falkenhayn había nacido la “guerra de desgaste” que buscaba la derrota por agotamiento del enemigo mediante el mantenimiento del ataque concentrado en uno o varios puntos de forma sostenida. En palabras de Winston Churchill, Verdún fue “el yunque sobre el que la población de Francia va a ser martilleada a muerte”.
La Batalla de Verdún, prolongada durante diez meses (21 de febrero al 19 diciembre de 1916) y en la que los alemanes utilizaron el lanzallamas como una nueva y terrible arma, es uno de los episodios más significativos de la Primera Guerra Mundial. Sin dejar de considerar las cuantiosas pérdidas humanas que ascendieron a más de 700.000 hombres en ambos bandos, a pesar de haber sido planeada por los alemanes como decisiva para su triunfo definitivo sobre los Aliados, esta batalla resultó ser el fracaso más grave para las Potencias Centrales. Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a tipos de armas como el lanzallamas y el gas venenoso. La batalla se popularizó por el famoso "¡No pasarán!" dicho por el comandante francés Robert Nivelle. Pese a todo, la gran capacidad estratégica del general francés Philippe Pétain consiguió hacer frente a la ofensiva alemana y garantizar el funcionamiento de la única vía de abastecimiento de sus tropas, una carretera que pasaría a la historia como la Voi Sacreé. Entre 1915 Y 1917 se realizó la guerra de trincheras; la única victoria decisiva fue la de Verdún (1916), cuyo héroe fue el mariscal francés Petain.
La acción de Verdún había sido demasiado costosa para los alemanes, pues consumieron en ella todas las reservas de su material bélico cuando la reposición de éste era cada vez más difícil, mientras que los Aliados recibían continuamente ayuda material de Estados Unidos. La lucha también se extendió a los cielos, donde el puñado de aviones de reconocimiento de 1914 dio lugar a aviones de caza, bombarderos y detectores de artillería. Con el zepelín y el bombardero Gotha de largo alcance, los alemanes introdujeron el bombardeo estratégico de las ciudades enemigas.
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