La Alemania nacionalsocialista
Antecedentes
El nacionalsocialismo (o nazismo) fue un movimiento político alemán iniciado en 1920 con la creación del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP, por sus siglas en alemán), también denominado Partido Nazi. Aunque este movimiento tenía muchos puntos en común con el fascismo italiano, sus raíces ideológicas eran típicamente alemanas, así como los acontecimientos que le dieron origen.
La derrota de Alemania frente a las potencias capitalistas y la humillación de que fuera objeto este país con la firma del Tratado de Versalles fueron causa de una dolorosa frustración para los alemanes. El pueblo germano poseía un profundo orgullo nacionalista fundamentado no sólo en las victorias obtenidas durante el siglo XIX por el poderoso ejército prusiano, sino también en la filosofía y la literatura alemanas que en ese siglo se distinguieran por la fuerza de su nacionalismo, basado en la idea de una supuesta superioridad racial de los germanos sobre todos los demás pueblos de la tierra.
El sentimiento de superioridad germana tenía su fundamento en el autoritarismo y la expansión militar propios de la herencia prusiana; en la tradición romántica alemana que se oponía al racionalismo, al liberalismo y a la democracia; en diversas doctrinas racistas según las cuales los pueblos nórdicos —llamados arios puros— no sólo eran físicamente superiores a otras razas, sino que también lo eran en su cultura y moral; y en ciertas doctrinas filosóficas, especialmente las de Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Nietzsche, que idealizaban al Estado o exaltaban el culto a los individuos superiores.
Las ideas racistas de los alemanes se vieron reforzadas por los neodarwinistas, pensadores de otras naciones que, impregnados por una interpretación equivocada de las teorías evolucionistas de Darwin, utilizaron los postulados biológicos de la selección natural y la lucha por la existencia para transferirlos a las sociedades humanas, afirmando que en la lucha por la supervivencia sólo habrían de triunfar los pueblos más fuertes y mejor adaptados física y culturalmente.
A partir del Tratado de Versalles, los intelectuales alemanes utilizaron en sus obras el tema de la raza superior y el espacio vital (lebensraum); entre ellos se encuentra Oswald Spengler, en cuyo libro Decadencia de Occidente aplica criterios darwinistas a su interpretación de la historia universal, exaltando “la guerra como forma de vida superior” y las virtudes del jefe carismático. Otro autor, Hans Grimm, en su novela Pueblo sin espacio (1926), señala que “la nación blanca más limpia, más decente, más honrada, más eficiente, más industriosa de la tierra vive encerrada en unas fronteras ya demasiado estrechas”. En la obra de Alfred Rosenberg, El mito del siglo XX, se exalta la cruz gamada como símbolo de una nueva era —en sustitución de la cruz cristiana— y el nacimiento de “una nueva fe: el mito de la sangre”.
Por otra parte, la idea del revanchismo o venganza contra los vencedores de la Primera Guerra Mundial era un sentimiento general en Alemania que adquirió gran fuerza entre los soldados participantes en el conflicto. Esos ex combatientes no sólo deseaban vengarse de los extranjeros, sino que se sentían traicionados por los partidos políticos alemanes —Socialdemócrata, Demócrata y Centro Católico— que integraron el nuevo gobierno republicano al terminar la guerra y a quienes tocó aceptar el humillante Tratado de Versalles. Obligados por su gobierno a abandonar el ejército para dar cumplimiento a los acuerdos de paz, los soldados alemanes se habían quedado sin ocupación y constituían lo que entonces se llamó el sector social de los “desclasados”, por no pertenecer a una clase social definida, quienes no encontraban el modo de ganarse la vida fuera de las actividades militares.
Orígenes del nacionalsocialismo
Los ex combatientes de la Primera Guerra Mundial fueron los principales promotores del nuevo movimiento ultranacionalista que se formó en la región de Baviera, integrado por un ejército de voluntarios dispuestos a defender el espacio vital de Alemania y purificar la sangre de su pueblo para vengar luego las humillaciones impuestas en Versalles. Adolf Hitler era uno de aquellos soldados. Nació en 1889, en Braunau del Inn, pequeña localidad austriaca próxima a la frontera con Alemania, es decir, en la zona de encuentro de los dos Estados alemanes cuya unión era el sueño de las jóvenes generaciones.
En 1913, Hitler se trasladó a la ciudad de Viena con la intención de ingresar en la Academia de Bellas Artes, pero fracasó en su intento por no haber completado el bachillerato. En Viena empezó a forjar sus ideas básicas, especialmente el antisemitismo, inspirado en escritos del jefe del Partido Nacionalista Pangermánico, y en Karl Lueger, alcalde de Viena, quien se pronunciaba contra el capitalismo comercial de los judíos. Hitler viajó luego a Salzburgo con la intención de enrolarse en el ejército, pero fue declarado no apto para el servicio militar; sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial le permitió alistarse y ser enviado al frente del Somme en Francia. La guerra sería para Hitler, según sus propias palabras, el episodio más memorable de su vida.
Después de la guerra, Hitler se trasladó a Múnich e ingresó en el Partido Obrero Alemán (DAP, por sus siglas en alemán), donde comenzó a destacar gracias a su capacidad para hablar en público y por algunos actos de espionaje que realizó con éxito. En febrero de 1920, el DAP elaboró un programa de 25 puntos en cuya redacción intervino Hitler, quien fue nombrado jefe de propaganda del partido. El programa anticipaba todos los objetivos fundamentales del nazismo: lucha contra el Tratado de Versalles, constitución de la Gran Alemania, expansión imperial para obtener el espacio vital, antisemitismo (ningún judío podía ser miembro de la nación), xenofobia étnica (se pedía a todos los no arios abandonar Alemania), limitación de la libertad de prensa y del arte, y rearme.
En el verano de 1920, tras unírsele otros tres partidos pequeños, el DAP se transformó en el ya mencionado NSDAP, o Partido Nazi en su forma abreviada, cuya jefatura ostentaba Hitler, llamado Führer (líder), desde agosto de 1921. A partir de entonces se estableció una nueva táctica para emprender la lucha callejera contra los partidos democráticos, y se formaron las SA, siglas en alemán de Sturm Abteilung (Tropas de Asalto) llamadas también camisas pardas por el uniforme que portaban. Asimismo, el partido adquirió un periódico que pasó a ser el portavoz de todos los sectores antidemocráticos, y comenzó a utilizar como símbolo una bandera con la cruz gamada o esvástica. En poco tiempo, el NSDAP alcanzó gran difusión y para 1923 llegó a contar 50 mil integrantes. En noviembre de ese año, Hitler consideró que el partido era lo suficientemente fuerte como para intentar dar un golpe de Estado contra el débil gobierno de la República de Weimar. El movimiento rebelde fracasó y Hitler fue arrestado.
Durante su estancia en prisión, Hitler escribió un libro en el que definía su doctrina y al que tituló Mein Kampf (Mi lucha). En este escrito plasmaba las primeras expresiones de su creencia en la superioridad de los arios, la raza alemana, cuya fuerza debía apoyarse en la debilidad de las razas inferiores —la judía y la eslava—, las que habían usurpado los territorios que correspondían al lebensraum (espacio vital) de los alemanes. Hitler sostenía que Alemania debería dominar los países situados en la cuenca del río Danubio, y proponía colonizar Rusia y los países de la Europa nororiental absorbiendo o eliminando a la población de esas regiones según conviniera a los intereses germanos. Además, consideraba indispensable destruir por completo cualquier grupo o persona que pudiera ser obstáculo para el logro de esos propósitos. Se refería en especial a los comunistas y a los judíos, puesto que atribuía a estos últimos la responsabilidad en las desgracias ocurridas al pueblo alemán.
Los postulados básicos del mito racista expresados en Mein Kampf pueden resumirse en cuatro puntos:
1. Toda forma de progreso social surge de una lucha por la supervivencia en la que los más aptos son seleccionados y los más débiles son exterminados o sometidos; esa lucha se libra en el seno de una raza y da origen a una élite natural de la cual surge el líder, quien, por medio de la propaganda, organiza al resto del pueblo y lo lleva a conquistar la victoria. Pero la lucha se da también entre las distintas razas y culturas, de manera que la superioridad de la raza aria debe demostrarse por medio de la fuerza militar.
2. La raza superior se puede degenerar al mezclarse con razas inferiores ya que tales mezclas producen la decadencia cultural; sin embargo, una raza puede purificarse cuando desaparezcan los productos híbridos.
3. Las razas pueden dividirse en tres tipos: la raza aria, creadora de cultura; algunas razas que son portadoras de cultura y pueden servir de auxiliares a la raza superior; y la raza judía, destructora de la cultura.
4. La raza aria está destinada a salvar a la humanidad mediante el honor y el cumplimiento del deber, cualidades que son los atributos fundamentales del ario, y más importantes aún que la inteligencia.
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