Trayectoria de la política en la década de 1920: Estados Unidos
La década de los veinte y el nuevo estilo de vida
Tras la Primera Guerra Mundial, las infraestructuras europeas estaban destruidas y los campos de cultivo arrasados. La necesidad europea de ayuda externa para la reconstrucción convirtió a Estados Unidos en la primera potencia económica mundial. Así, consolidó su participación en el comercio mundial y fue el principal acreedor de los países europeos.
La etapa de prosperidad
La Primera Guerra Mundial no significó para los estadounidenses la dolorosa experiencia que vivieron los países europeos. En corto tiempo, salieron de una guerra lejana que no llegaron a comprender del todo y que, por una parte, no les dejó secuela de ruinas materiales y, por otra, les abrió los mercados que habían monopolizado Francia e Inglaterra. Además de muerte y destrucción, la guerra como algo paradójico trajo aparejada una serie de desarrollos tecnológicos aplicables en la vida civil. Pasada la confrontación, por un período se reanimó la economía, con base en la electricidad, los motores de combustión, la utilización del carbón y la aplicación con mayor amplitud de la química, en particular en la agricultura. A lo anterior se agrega la organización de la producción, conforme al criterio de la racionalización.
El fin de la Primera Guerra Mundial introdujo a los estadounidenses en una época de notable e inmediata prosperidad, no sólo por el hecho de que su país se hubiera convertido en la primera potencia económica mundial tras el desplome de las economías europeas, dependientes ahora de Estados Unidos a causa de las deudas contraídas con este país, sino por los numerosos inventos que habían surgido en coincidencia con la guerra. El enorme avance tecnológico favoreció un gran crecimiento de la industria de transformación, dedicada a producir una enorme cantidad de novedosos artículos de consumo duradero: aparatos electrodomésticos, receptores de radio, automóviles, y muchos otros que fueron configurando una sociedad de consumo.
Estas innovaciones produjeron un cambio en la vida diaria: se generalizó un estilo de vida confortable -electrodomésticos más automóvil- y uniformado por patrones de gusto que se creaban por la publicidad, ahora reforzada con eficaces medios de comunicación, como la radio y el cine. El nuevo estilo de vida típicamente estadounidense (American way of life), transforma de manera considerable las áreas urbanas sujetas al influjo del automóvil, sin que en las zonas rurales pudiera observarse en ese tiempo una situación similar de progreso y, desafortunadamente, sin que se tomaran en cuenta los riesgos que llevaba ocultos aquella aparente prosperidad. Era el modo de vida americano, que llegaría a su apogeo en los años 50; modo de vida que reflejaba una modificación fundamental. El centro del capitalismo se desplazó de Inglaterra, el imperio del siglo XIX, a los Estados Unidos, que durante la primera guerra mundial proveyeron a todo el mundo de armamentos, materias primas y alimentos, lo que consolidó su ya ascendente industria. Además de que su suelo no fue campo de batalla, el impacto en vidas no resultó tan devastador como para los demás contendientes.
El modelo de vida americano, entendido como sinónimo de progreso, se quiso imitar en el resto del mundo. La moda, el deporte y la cultura del ocio se convirtieron en industrias rentables. De esta forma, la industria discográfica y Hollywood, como centro del negocio del cine, ayudaron a difundir este modelo, simbolizado por nuevos ritmos musicales (jazz, blues, charlestón…), así como por una nueva forma de vestir y de entender la vida. A pesar de todo, la difusión del modelo de vida americano no incidió con la misma intensidad en todos los países capitalistas.
Aislacionismo
En forma paralela a la prosperidad económica, la participación de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial impuso a este país importantes cambios en sus estructuras política y económica, con las consecuentes transformaciones ideológicas de una joven nación que ha visto consolidar su posición ante el mundo y pretende adquirir una identidad definitiva. Este objetivo se manifiesta no sólo en el hecho de que Estados Unidos se haya negado a adquirir responsabilidades internacionales al rechazar el Tratado de Versalles y el ingreso a la Sociedad de Naciones, sino porque además se cerró casi por completo a la inmigración, a pesar de que la llegada de inmigrantes se constituyera en el pasado como un factor poderoso para impulsar su crecimiento económico.
En esta nueva fase de aislacionismo nacionalista, la sociedad estadounidense se cerró al exterior y se negó a seguir permitiendo la entrada a personas de diferentes nacionalidades. En 1917 se había prohibido el ingreso a los analfabetas y más adelante, cuando aumentó la llegada de europeos orientales y de rusos fugitivos de la revolución, se tomaron medidas más enérgicas para reducir la inmigración, ante el temor de que los pobladores estadounidenses se vieran contaminados por las ideas socialistas de estos extranjeros. En relación con esa actitud aislacionista, se fue acrecentando un sentimiento de superioridad racial por parte del estadounidense anglosajón, protestante y descendiente de los primeros colonizadores, el cual adoptó tendencias racistas y discriminatorias hacia las personas de origen étnico distinto que habían inmigrado al territorio norteamericano. Un ejemplo claro de esta actitud fue el resurgimiento del Ku-Klux-Klan, una organización secreta de carácter ultranacionalista y racista formada en tiempos de la Guerra Civil, y que adquirió nueva fuerza a partir de 1915 al desencadenarse una ola de violencia no sólo por motivos raciales sino también ideológicos en contra de intelectuales liberales, militantes del sindicalismo y socialistas.
En este contexto conservador se enmarca también el intento por reforzar las tradiciones puritanas. Intento que lleva al gobierno estadounidense a adoptar algunas medidas moralizantes como la prohibición del consumo de alcohol o Ley seca (1918), la cual no sólo no tuvo éxito alguno sino que provocó el surgimiento de múltiples destiladoras clandestinas, el tráfico ilegal de bebidas embriagantes, y un aumento inusitado del gangsterismo que caracterizaría los conflictos sociopolíticos de la década de los años veinte.
La política estadounidense en los años veinte
En la década que siguió a la Primera Guerra Mundial, la vida política estadounidense se caracterizó por el dominio del conservador Partido Republicano, integrado principalmente por miembros de la alta clase empresarial quienes, aunque decían defender la filosofía del laissez faire, en la práctica actuaron en contra del liberalismo económico e hicieron del gobierno un instrumento al servicio de las grandes empresas. Los republicanos lograron mantenerse en el poder durante doce años (1920-1932) orientando las políticas económicas para favorecer a los grandes consorcios financieros, sin tomar en cuenta las leyes antimonopolio promovidas por la política progresista de Theodore Roosevelt, instrumentando un sistema fiscal que perjudicaba a las pequeñas empresas e impedía la consolidación financiera del gobierno. En realidad, los gobiernos republicanos de esta época rechazaron el programa progresista aunque muchos de sus puntos se convirtieron en ley, como el sufragio femenino, la restricción de la inmigración y la prohibición del consumo de alcohol.
El "retorno a la normalidad"
En 1920, después de los gobiernos de Theodore Roosevelt y del demócrata Woodrow Wilson, los republicanos estaban determinados a llevar a la presidencia a un hombre manejable, que no tratara de imponer su voluntad al Senado, y lo encontraron en Warren Harding, quien anunció en su campaña que el país necesitaba retornar "no al heroísmo, sino a la salud; no a las panaceas, sino a la normalidad ... No a los experimentos, sino al equilibrio; no a la inmersión en el internacionalismo, sino al sostenimiento de un triunfante nacionalismo". En noviembre de 1920, con un electorado aumentado con millones de votantes del sexo femenino (sufragio reconocido por ley el 18 de agosto de ese año), los republicanos obtuvieron una gran victoria y pudieron recobrar su posición de partido mayoritario.
Coolidge era un político honesto y austero que se ganó la confianza del pueblo gracias a que, desde su origen humilde, había alcanzado el éxito gracias a su esfuerzo personal, virtud muy apreciada por los estadounidenses. Sin embargo, como su antecesor, Coolidge carecía de cualidades de gran estadista; su actividad se limitó a que todo siguiera su curso natural. Por ello su gobierno, más que el de Harding, representó un "retorno a la normalidad". Con una producción y un bienestar crecientes, parecía que la era de prosperidad no tendría fin, y eso alentaba al ciudadano medio a comprar despreocupadamente y a crédito los atractivos artículos de consumo creados por la inventiva de la industria.
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