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Primera Guerra Mundial: Situación interna de los países europeos

Aspectos políticos

En los países europeos de tradición democrática, como Inglaterra y Francia, la guerra provocó que los postulados del liberalismo político fueran dejados a un lado por razones de orden práctico. La difícil situación social y económica que vivía la población de los países afectados por la contienda obligó a los jefes de Estado a centralizar el poder ante la imposibilidad de convocar a los parlamentos para consultarlos sobre la toma de decisiones cuando se hacía imperioso resolver asuntos de manera inmediata. En esos dos países, igual que en el resto de las naciones en conflicto, se hizo necesario imponer un estado de sitio con el fin de volver al orden a la población civil cuando los ánimos se exaltaban por la desesperación, el hambre y el constante temor a la muerte. De este modo, los gobernantes fueron despojando a los parlamentos de sus funciones y se creó un Poder Ejecutivo fuerte, con muy amplias facultades, que resultó en perjuicio del progreso democrático. Pero esa circunstancia no se presentó de manera idéntica en todas las naciones contendientes, puesto que la situación política de Inglaterra y Francia era diferente a la de los países de Europa oriental: Alemania, Austria-Hungría y Rusia.

En Alemania, en vez de darse una concentración del poder en el Ejecutivo que mantuviera la unidad nacional como era entonces la tendencia general en Europa, se vivía una situación de crisis interna motivada por la presión de los partidos políticos contrarios que se disputaban el control del Parlamento, al tiempo que tomaba auge un movimiento socialista dirigido por un grupo que se hacía llamar "espartaquista". Por otra parte, la debilidad de los dirigentes políticos provocaba graves tensiones entre éstos y las autoridades militares, sin que el káiser Guillermo II fuera capaz de lograr la unidad interna tan necesaria en aquellos difíciles momentos.

Káiser Guillermo II Káiser Guillermo II

Austria-Hungría también enfrentaba conflictos internos, causados por la inconformidad de los grupos étnicos que integraban el imperio y que estaban molestos por las fuertes exigencias y privaciones que les imponía el gobierno ante la situación de guerra, lo cual hizo aumentar el descontento de esos grupos en contra del yugo austriaco. Surgieron así nuevos levantamientos de rebeldes nacionalistas que trastornaron el orden político interno. Un suceso más se agregó a los problemas políticos cuando, en noviembre de 1916, murió el emperador Francisco José y quedó en el trono Carlos I, cuya forma de gobernar provocó el descontento de algunos partidos políticos de origen alemán que buscaban obtener el control del gobierno.

En Rusia la situación era aún peor. En medio de una grave desorganización económica originada por la incapacidad y el abuso de poder de la burocracia zarista, las masas trabajadoras sufrían terribles injusticias. Además de soportar todo el peso de los excesivos gastos de la corte, también contribuían al sostenimiento de la guerra y sufrían la amenaza de perder la vida en los frentes de batalla. En el otoño de 1916 la situación se había tornado tan grave que incluso los miembros de la Duma (Asamblea Legislativa zarista), a pesar de su conservadurismo, propusieron la destitución del primer ministro Boris V. Stürmer, a quien acusaban no sólo de incapacidad para gobernar sino incluso de traición por haber tratado de buscar una paz por separado con Alemania. Mientras las cosas iban de mal en peor en Rusia, en el extranjero, precisamente en Alemania, se organizaba un movimiento socialdemócrata destinado a llevar a cabo acciones revolucionarias en contra del zar Nicolás II.

zar Nicolás II zar Nicolás II

Aspectos económicos

Aunque se había previsto un conflicto de unas pocas semanas, la prolongación de los enfrentamientos obligó a 105 Estados a asumir un mayor control de la economía. La guerra no sólo había afectado negativamente al liberalismo en lo político sino también en el aspecto económico, con una intervención de los gobiernos en la economía que violaba el principio de la libertad de empresa y de comercio en virtud de las circunstancias específicas de la situación bélica. Los gobernantes de los países de tradición liberal-demócrata tuvieron que imponer a la industria políticas de producción encaminadas a satisfacer la demanda de armas que exigían sus frentes de guerra.

Los gobiernos decretaron además el racionamiento de víveres, reorganizaron el mercado de trabajo para sustituir a los jóvenes que habían sido enviados a combatir, controlaron la relación entre precios y salarios y, para hacer frente a los gastos de guerra, recurrieron al endeudamiento externo, lo que a la larga habría de beneficiar a los países neutrales que otorgaban los préstamos.

Mujeres trabajando en la fábrica Mujer trabajando en la fábrica

Al quedar la producción industrial supeditada a los propósitos militares, la economía de los países contendientes tuvo efectos favorables en cierta medida; puede decirse que, al menos en algunas ramas de la economía, el crecimiento fue mayor que las destrucciones, como fue el caso del sector de la construcción naval. Por otra parte, la productividad del trabajo aumentó gracias a la adopción de técnicas novedosas, a la aplicación del taylorismo, y a la presión ejercida por la creciente demanda de armamento. Pero en el aspecto negativo el sector más seriamente perjudicado fue el agrícola, no tanto por los daños de guerra sufridos en las zonas rurales sino porque, al enviar a los campesinos a los frentes de batalla, las tareas agrícolas se dejaban en manos de ancianos, mujeres y niños, quienes difícilmente podían producir las cantidades de alimentos requeridas para abastecer a la población, por ello fue necesario aplicar medidas de racionamiento. Desde luego, en los países beligerantes menos desarrollados la escasez de alimentos era mucho más grave.

Aspectos sociales

Aparte de los graves daños que sufrió la población civil como causa directa de la guerra, se vio afectada también por los problemas económicos y las acciones autoritarias de los gobernantes, para quienes ganar esa contienda se había convertido en un asunto prioritario. En un principio la población en general, excepto algunos grupos pacifistas, se mostró entusiasta gracias a la propaganda de sus gobiernos, interesados en convencerla de que se trataba de una "guerra patriótica" que les permitiría demostrar la superioridad de su país. Pero a medida que el conflicto se prolongaba sin que ninguno de los dos bandos obtuviera el triunfo definitivo, se fueron multiplicando las dificultades. En el frente de batalla, los soldados pasaban días y días inmóviles en las trincheras bajo una terrible tensión nerviosa por el constante peligro de muerte, soportando el mal tiempo y la insalubridad. Los civiles se veían afectados por el temor a los ataques, el estado de sitio, el racionamiento de víveres y la pérdida de sus bienes; pérdida que no sólo se debía a las destrucciones producidas por los ataques enemigos, sino también al derecho de requisa decretado por los gobiernos y que los facultaba para confiscar los bienes privados a fin de satisfacer sus necesidades financieras.

Soldados en la trinchera Soldados heridos en la trinchera

En el aspecto laboral, los sectores agrícola e industrial se vieron afectados por la ausencia de la mayor parte de la población masculina adulta, enviada a los campos de batalla, con la consecuente disminución en la producción, además de que en las fábricas se dio un cambio importante con la incorporación de la mujer a trabajos que antes solamente desempeñaban los hombres. La propaganda nacionalista de los gobiernos buscaba alentar a las mujeres a sustituir en el terreno laboral a quienes defendían a la patria en el frente de batalla.

Por otra parte, la difícil situación generada por la prolongación de la guerra provocó el descontento de la población; muchos soldados desertaban y la población civil realizaba manifestaciones de protesta exigiendo el fin de la contienda. En tal contexto se enmarcaron los movimientos socialistas que en esos años cobraron nuevo auge en casi todos los países en guerra, y se presentaban en mayor o menor grado según fueran las circunstancias socioeconómicas en cada nación. En Alemania y Rusia los partidos socialdemócratas ejercieron fuertes presiones incluso encabezaron movimientos revolucionarios con el propósito de alcanzar los cambios políticos que permitieran el establecimiento de reformas sociales.

Aspectos ideológicos

En 1916, pasados dos años de guerra sin que se vislumbrara un final cercano, se volvieron frecuentes los movimientos en favor de la paz, principalmente entre los grupos socialistas y anarquistas de las zonas urbanas industrializadas, donde la huelga fue utilizada como medio de protesta. Al mismo tiempo, la realidad de una lucha devastadora en la que por primera vez la población civil se veía amenazada por los ataques aéreos, además de una serie de nuevas circunstancias sociales que surgieron en consecuencia, provocaron un trascendental cambio de mentalidad con respecto a los valores tradicionales de la orgullosa Europa anterior a 1914. Este cambio se habría de manifestar luego en una forma distinta de ver las cosas, dejando atrás el romanticismo de la era decimonónica para despertar a un mundo más real, aunque también más materialista y competitivo: el mundo del siglo XX.

Referencia:
Delgado, G. (2006). El mundo moderno y contemporáneo II. Pearson Educación.

Edad Contemporánea