Trayectoria de la política en la década de 1920: Gran Bretaña
La secuela de la guerra
Las pérdidas humanas de Inglaterra a causa de la guerra fueron muy inferiores a las de Francia, y el territorio británico no experimentó los destrozos materiales que sufriera ese país. La población civil no padeció las grandes privaciones de sus aliados continentales, pues aunque en Gran Bretaña hubo cierta escasez de víveres y prendas de vestir, no había desempleo y aumentaron en gran medida las instituciones de servicio social. Los más beneficiados fueron los obreros no calificados; la guerra redujo permanentemente la brecha entre sus tasas de salario y las de la fuerza de trabajo especializadas. Las pérdidas materiales también fueron pocas, y lo más grave fue el hundimiento de un 40% de la flota mercante, pero ésta se recuperó en poco tiempo. En el aspecto económico, el efecto más negativo se dio en la producción debido a la suspensión de muchas actividades y a que la industria se concentró en promover la fabricación de artículos demandados por la situación de guerra, en detrimento de los que serían necesarios en el futuro.
La guerra hizo evidente una profunda crisis en la estructura financiera de Gran Bretaña. En los años anteriores a 1914, los ingleses perdían sus mercados cada vez en mayor medida, y eso se debía a varias circunstancias: al surgimiento de otras naciones industrializadas, al aumento de las barreras arancelarias, al desarrollo de industrias nativas en los dominios coloniales, a la competencia de nuevo productos textiles extranjeros y a la sustitución del carbón inglés por nuevas fuentes de combustibles. La guerra mundial aceleró la pérdida de los mercados, aunque por otro lado permitió al comercio británico gozar de una breve prosperidad, aproximadamente durante un año, cuando la situación de guerra impedía a otros países satisfacer la demanda de algunos productos.
Como resultado de esos desajustes, la economía de Inglaterra se hallaba en depresión, incluso en momentos de relativa prosperidad para el resto del mundo, y sufría de un elevado desempleo que alcanzó su punto más alto entre 1921 y 1926. En este último año, la industria del carbón atravesaba por una situación en extremo difícil y estaba a punto de la quiebra. El sindicato de mineros recurrió a la huelga, la cual fue apoyada por los demás sindicatos británicos y se llegó a una huelga general; alrededor de la mitad de los seis millones de obreros ingleses paralizaron prácticamente al país suspendiendo labores en prueba de simpatía y solidaridad con los mineros. En una pronta medida de solución, el gobierno declaró el estado de emergencia y utilizó a personal del ejército y de la marina, así como a voluntarios civiles, para que se encargaran de los servicios esenciales. La huelga terminó en fracaso, e incluso resultó en perjuicio de las Trade Unions ya que fueron sometidas a un control más estricto por una ley que aprobó el Parlamento en 1927, la cual declaraba ilegales todas las huelgas generales o las huelgas de solidaridad.
La vida política
Aun en medio de los trastornos económicos, la vida política de Gran Bretaña se mantuvo fiel a las instituciones representativas y a los principios democráticos, y se caracterizó por la transparencia de sus mecanismos en la transmisión del poder. Un aspecto importante de este periodo fue el hecho de que el primer ministro adquiriera mayor autoridad sobre los partidos y llegara a influir en las decisiones del rey acerca de su relación con el Parlamento.
Gobierno de Lloyd George (1916-1922)
Después de la dimisión del liberal Herbert Henry Asquith en diciembre de 1916, el ministro de guerra, David Lloyd George, encabezó un gobierno de coalición con predominio de los conservadores sobre los liberales. En los primeros días que siguieron al fin de la guerra se convocó a nuevas elecciones, con la particularidad de que incluían un número mucho mayor de votantes por haberse ampliado el sufragio a todos los hombres mayores de veintiún años y, lo que era más significativo, a las mujeres mayores de treinta. Esos comicios dieron el triunfo a la coalición de Lloyd George, en tanto que el Partido Laborista, ya entonces formalmente identificado con el socialismo, se convirtió en la oposición más importante por encima del Partido Liberal, que entraba en franca decadencia criticado por su dogmatismo y escasa capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos.
Uno de los asuntos políticos más importantes, además de los acuerdos internacionales de paz, que tuvo que abordar el gobierno de Lloyd George fue el problema de Irlanda, la cual buscaba su independencia desde hacía varios años a través de la presión ejercida por el Sinn Fein, un partido político fundado en 1902 por Arthur Griffith y que exigía se convirtiera a Irlanda en una república independiente con la inclusión de los condados del norte de la isla. Después de una rebelión ocurrida en Dublín, en 1916, que fue reprimida por el ejército británico, las elecciones de 1918 los candidatos del Sinn Fein obtuvieron 73 de los 10 escaños correspondientes a Irlanda en el Parlamento británico, y el 21 de enero de 1919 crearon en Dublín la Dail Eireann, o Asamblea Nacional, que proclamó la independencia de Irlanda y formó un gobierno presidido por Eamon de Valera. Pero Lloyd George se negó a reconocer la proclamación de la Dail Eireann por lo que los irlandeses recurrieron de nuevo a la lucha armada y formaron el IRA (Irish Republican Army o, en español, ERI: Ejército Republicano Irlandés) bajo las órdenes de Michael Collins, quien sostuvo una tenaz guerra de liberación durante dos años hasta lograr que el gobierno británico accediera a un acuerdo.
En diciembre de 1920, Lloyd George aceptó negociar un acta que preveía la partición de la isla: los seis condados de la región del Ulster en el norte, de mayoría anglicana, que se mantenía como provincia del Reino Unido, en tanto que los 26 condados del sur quedarían separados de la administración británica. La mayoría protestante de Irlanda del Norte aceptó esta autonomía limitada y eligió un Parlamento en mayo de 1921, aunque los católicos de toda la isla rechazaron la partición. El 6 de diciembre de 1921 se firmó un tratado por el que los condados del sur se convertían en un estado irlandés libre, pero en calidad de dominio de la Commnonwealth.
El 15 de enero de 1922 el Dail Eireann ratificó el tratado por 64 votos a favor y 57 en contra; pero la ratificación hizo estallar de nuevo el conflicto porque casi la mitad de los diputados irlandeses opinaban que no se había conseguido la independencia plena ni se respetaba la unidad nacional de la isla. En consecuencia, la resistencia armada revivió apoyada por De Valera. (Michael Collins, que había aceptado el tratado como un paso hacia la independencia completa, fue asesinadoel 22 de agosto de 1922 durante la renovación del conflicto.) Pero las elecciones de julio de 1922 respaldaron el tratado pues la mayor parte de la población irlandesa se oponía a que continuara la lucha; los últimos activistas depusieron las armas al año siguiente.
El Estado Libre de Irlanda, incorporado a la Sociedad de Naciones en 1923, pudo disponer de Parlamento, ejército, lengua oficial gaélica y todos los atributos propios de la identidad nacional, pero subsistió el problema de la separación del Ulster y el hecho de mantenerse como dominio de la Commonwealth británica, dos realidades difíciles de aceptar para los irlandeses. La segunda de ellas se resolvería en 1949 al quedar formalmente libre de la Corona británica, pero el asunto de Irlanda del Norte persiste, todavía a principios del siglo XXI, como un problema de enorme gravedad para la paz interna del Reino Unido.
Independencia de Egipto
Entre los problemas de política exterior que se presentaron a Lloyd George estaba el asunto de Egipto. Cuando Turquía entró en la Primera Guerra Mundial a favor de las Potencias Centrales, Gran Bretaña declaró a Egipto como protectorado y prometió que cuando terminara la guerra promovería las reformas necesarias para que los egipcios alcanzaran el autogobierno. En 1918, cuando se esperaba el cumplimiento de aquella promesa, el gobierno británico se negó a considerar las peticiones egipcias de autodeterminación. Como resultado, estalló una revuelta violenta en el país árabe que se prolongó hasta 1922, cuando Gran Bretaña cedió a las presiones y aceptó suprimir el protectorado, proclamando unilateralmente a Egipto como monarquía independiente en manos del rey Fuad I. Sin embargo, puesto que Inglaterra se reservó derechos para intervenir en los asuntos egipcios en caso de que los intereses británicos se vieran amenazados, ejerció un control constante sobre el territorio y Egipto no logró una verdadera independencia.
Caída de la coalición
El gabinete de coalición conservadores-liberales presidido por Lloyd George empezó a enfrentar conflictos internos cuando los dos partidos adoptaron posturas diversas ante los grandes problemas que aquejaron al Reino Unido en la década de 1920 -movimientos de independencia en Irlanda y en la India, conflictos en Egipto y el Cercano Oriente, movimientos huelguísticos, caída de las exportaciones, y la necesidad urgente de emprender la reestructuración industrial-, y porque ambos grupos políticos estaban inconformes con la actitud autoritaria asumida por Lloyd George. Tras su caída, la política inglesa pasó por una etapa de relativa inestabilidad, reflejada en el hecho de que en menos dos años hubo tres elecciones generales.
En noviembre de 1922 resultó electo un gabinete dirigido por el conservador Andrew Bonar-Law, quien renunció al año siguiente por motivos de salud y fue sustituido por Stanley Baldwin, también conservador. La política proteccionista impuesta por este último resultó en perjuicio de algunos sectores económicos que le retiraron su apoyo y propiciaron su derrota electoral en diciembre de 1923.
El primer gobierno laborista
En enero de 1924, el Partido Laborista alcanzó por primera vez la responsabilidad del gobierno, que fue presidido por James Ramsay MacDonald. Se trataba de una situación nueva en el parlamentarismo inglés ya que entonces, en vez de dos partidos en turno o compartiendo el poder en coalición, eran tres los partidos con respaldo popular. La novedad más inquietante, sobre todo para los sectores conservadores, era el establecimiento de un programa socialista; pero tal programa ofrecía un socialismo gradual, democrático, que actuaba a través de los habituales procedimientos parlamentarios británicos y, por lo tanto, podía atraerse la buena disposición de grandes sectores de las clases medias. La administración de MacDonald no fue más allá de una ampliación de la ayuda por desempleo y del inicio de proyectos de vivienda y de obras públicas; en cambio, actuó con energía frente a una serie de huelgas que estallaron durante su gestión.
El gobierno de MacDonald fue derrotado en las elecciones de octubre de ese mismo año (1924). Su caída estuvo relacionada con el reconocimiento diplomático que otorgara a la Unión Soviética, aunado a un préstamo hecho al gobierno de ese país. Al no disponer de apoyo suficiente en el Parlamento, MacDonald fue derrotado por los votos de liberales y conservadores. El triunfo de éstos en las elecciones de 1924 confirmaba la desaparición definitiva del Partido Liberal en la escena política inglesa, eliminado como partido de tumo para ser sustituido por el laborismo.
Segundo gabinete conservador de Baldwin
El segundo gobierno de Baldwin fue una etapa claramente autoritaria ante los problemas sociales y de una gran estabilidad política, hasta el punto de que sólo se convocó a elecciones en 1929, cuando era imprescindible por razones de ley. Para salir de la crisis económica y lograr que Inglaterra recuperara el papel de potencia exportadora, Baldwin y su ministro de Hacienda, Winston Churchill, tenían dos opciones: aumentar la productividad mediante una modernización tecnológica o reducir los salarios. Como la primera posibilidad no podía conseguirse en un plazo corto, se inclinaron por la segunda; pero esta decisión provocó un choque directo con los sindicatos y la huelga general de 1926 que, como se explicó antes, resultó en perjuicio de las Trade Unions. Pero el triunfo del gobierno sobre los sindicatos fue relativo; la producción descendió y en 1929 aún había en Inglaterra un millón de desempleados. Ese año las elecciones dieron el triunfo al Partido Laborista, el cual llega al poder en el mes de junio presidido nuevamente por MacDonald, quien se vio obligado a enfrentar las crisis económica y política que caracterizaron a ese año y que presagiaban una nueva era de conflictos no sólo para Inglaterra sino para el resto del mundo.
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