Mesopotamia: Babilonia, II milenio a.C.
Aproximadamente entre los años 2000 y 500 a.C., Babilonia fue la capital del imperio babilónico y un importante centro religioso y mercantil. También fue el lugar donde se levantó la legendaria Torre de Babel y se construyeron los Jardines de Babilonia, considerados una de las Siete Maravillas del Mundo antiguo.
Babilonia
La ciudad de Babilonia fue famosa en todo el mundo antiguo. Cuando el escritor griego Herodoto la visitó, en torno al año 450 a.C. -tras haber sido conquistada por los persas-, afirmó que «sobrepasaba en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido». Las glorias de la capital incluían inmensos y decorados templos y palacios, además del zigurat de ladrillo que, supuestamente, era la Torre de Babel mencionada en la Biblia.
Historia
Fue la combinación de desorden interno e invasión extranjera -esta vez de los amorritas, un pueblo semítico al este de Siria- lo que produjo la desintegración del imperio de Ur alrededor del 2000 a.C. En la agitada situación que sobrevino, los amorritas fueron gradualmente estableciendo dinastías en los antiguos reinos y ciudades-Estado desde Siria hasta la región del Diyala y Mesopotamia meridional. Babilonia, Mari, Elam y Asiria fueron importantes ciudades-Estado durante el II milenio a. C. Asiria y Babilonia demostraron finalmente ser las de mayor importancia. Asiría, que ya contaba con colonias comerciales en Anatolia, pasó de una dinastía nativa a la del amorita Shamshi-Adad I, quien extendió sus fronteras hasta los montes Zagros y el Eufrates central, transformándola en un poderoso Estado en Mesopotamia. Después de la muerte de Shamshi-Adad, Babilonia surgió como la ciudad más destacada durante el reino de Hammurabi (1792- 1750 a.C.). El breve imperio establecido por Hammurabi proporcionó el modelo, realizado en pocas oportunidades, de un solo reino del sur de Mesopotamia con su capital en Babilonia. Babilonia fue el centro de culto al dios Marduk, una de las deidades más importantes de Mesopotamia.
Casi todo lo que sabemos sobre este período proviene de los restos de palacios y de archivos de tablillas de arcilla de incalculable valor, en las que se registraron actividades comerciales, administrativas y diplomáticas. Mari, en Siria, fue la sede de una de las dinastías opositoras, pero finalmente conquistadas por Hammurabi, y su palacio ha proporcionado una enorme colección de 17.500 tablillas de arcilla. Ellas aportan detalles íntimos acerca de la vida en un palacio sirio en el siglo XVIII a.C.: la persecución de esclavos fugitivos, medidas para controlar una epidemiada recaudación de un peaje para el tráfico fluvial del Eufrates. El comercio era vital para las economías de estos palacios-ciudades y los hallazgos de Mari y de otros lugares ilustran el alto nivel de artesanía alcanzado con metales, piedra y marfil.
LOS AMORRITAS
La principal amenaza contra la civilización establecida en la llanura de Sumeria procedió de las tribus de las montañas del este y de las tribus nómadas de los desiertos del oeste, al mismo tiempo hostiles contra la vida urbana y envidiosas de sus riquezas. Las incursiones llevadas a cabo por estas tribus, que hablaban una lengua semítica llamada amorita, agravaron el caos que acompañó la caída de la tercera dinastía de Ur. Antes del final de Ibisin, Ishbierra se estableció como soberano independiente en la antigua ciudad de Isin, y fundó la primera dinastía amorita en Sumeria.
Los amorritas consiguieron el control de la mayor parte de las antiguas ciudades de Sumeria y de muchos estados que habían formado parte alguna vez del Imperio de Ur de la tercera dinastía, compartiendo así la misma herencia cultural. Después de un período de confusión, las sólidas dinastías amorritas se establecieron en el sur de Sumeria, en Larsa –ciudad que había vencido y anexionado el reino de Isim-, en Babilonia, en el norte de Eshunna, al este del Tigris, y en Mari, en el Eufrates medio. Las dinastías amorritas surgieron alrededor del Tigris, en el territorio que más tarde llegó a ser de Asiria, y hubo, además, un conjunto de principados más pequeños distribuidos en el norte de Mesopotamia.
Un soldado conduce a un prisionero desnudo. Relieve de arcilla correspondiente a la época de las dinastías amorreas en Mesopotamia; tanto Hammurabi como el soberano de Mari eran amorreos. 2000-1000 a.C. Louvre, París.
Una inscripción del palacio de Mari revela la situación política de aquellos tiempos. Cada uno de los reyes mayores tenía un séquito de diez, quince o –en el caso de Aleppo, en Siria-, veinte reyes vasallos, lo cual indica cuán cuidadosamente se mantenía el equilibrio del poder. Otras inscripciones de Mari registran detalles de las relaciones de la ciudad con el sur, donde las dos principales potencias eran Larsa, bajo el gobierno de Rimsin, y un rey del norte de Babilonia, Hammurabi, que había extendido ampliamente su dominio territorial. Aunque debió de haber mantenido relaciones cordiales con Rimsin, el hecho es que existe una leyenda documentada que narra la derrota de éste. En el trigésimo año de su reinado, Hammurabi era el dueño de toda Sumeria. Más tarde extendió su poder aún más allá, conquistando Mari, y obtuvo la sumisión del sucesor de Shamashi-Adad, en Asia.
EL CÓDIGO DE HAMMURABI
Fue después de tales conquistas que Hammurabi creó una obra monumental, la cual ha conservado mejor su fama que cualquiera de sus conquistas. Sobre una gran estela escribió una larga y detallada descripción de las leyes por las que se deseaba se rigiera su país. Algunas disposiciones son muy duras, pero, no obstante, es significativo que se reconozca una diferenciación entre el homicidio intencional y el accidental. Además, la condición otorgada a la mujer es más honrosa que en muchos países de la actualidad. El código de Hammurabi, reflejo fiel de una sociedad firmemente patriarcal, no hace demasiadas menciones de la mujer, salvo en el caso del adulterio o de incesto, que consideraba delitos y condenaba con la pena de muerte.
El dios Shamash tiende a Hammurabi las insignias del poder. Relieve de la estela que contiene el Código del soberano de Babilonia, conservada en el Museo del Louvre, en París.
El Código de Hammurabi, creado en 1792 a.C., es una de las primeras compilaciones legales de la historia. No responde a la acepción legalista del derecho moderno, sino más bien al derecho jurisprudencial, ya que recopila las decisiones de justicia del rey Hammurabi, a las que confiere carácter legal. Estas leyes, como sucede con casi todos los códigos en la Antigüedad, son consideradas de origen divino, lo que refuerza la figura del rey como interlocutor de los dioses. Hasta ese momento, la administración de justicia había recaído en los sacerdotes; a partir de Hammurabi, la unificación de criterios evita la actuación subjetiva de cada juez, al tiempo que la casta sacerdotal pierde poder.
La unidad jurídica del reino
Al rey Hammurabi le pareció que el cuerpo de leyes de su territorio se tenía que escribir para complacer a los dioses. A diferencia de muchos reyes anteriores y contemporáneos, no se consideraba emparentado con ninguna divinidad. Autoproclamado "rey de las cuatro partes", en alusión a los cuatro puntos cardinales, diversas réplicas de su código fueron colocadas a lo largo y ancho del reino, consciente de que homogeneizarlo jurídicamente era una de las herramientas indispensables para asegurar su unidad.
La ley del talión
La llamada ley del Talión, que en el libro Levítico (XXIV, 17-23) del Antiguo Testamento se resume con la fórmula "ojo por ojo y diente por diente" ya aparece en el Código de Hammurabi. Algunas partes de la ley mosaica son similares a ciertas leyes del Código de Hammurabi, por lo que algunos estudiosos han afirmado que los hebreos derivaron su derecho del babilonio. Otros especialistas subrayan que ambos conjuntos de leyes difieren mucho en el espíritu.
Las peripecias del código
El Código de Hammurabi se presenta como una gran estela de basalto de 2,25 metros de alto. En su parte superior muestra una escultura que representa a Hammurabi delante de Shamash, dios principal de la ciudad súmera de Lagash y divinidad solar en numerosos pueblos de la Mesopotamia. De hecho, en idioma hebreo, "shamash" significa "sol". En la mayor parte del cuerpo del monolito, las leyes aparecen escritas en caracteres cuneiformes acadios. Numeradas del 1 al 282 -faltan las 13, 66-99 y 110-111-, las leyes fijan diversas reglas de la vida cotidiana. En gran medida, imponen criterios sobre el tema de la propiedad privada y el comercio.
Leyes de Piedra. La famosa estela del Código de Hammurabi se conserva actualmente en el Museo del Louvre (Francia)
Temática
Las leyes de Hammurabi tratan el tema del robo, la actividad agropecuaria, el daño a la propiedad, la concertación del matrimonio y las responsabilidades de los miembros de la familia, los derechos de los menores la relación con los esclavos, el homicidio y la comisión de lesiones. El castigo varía según el tipo de delincuente y de víctima
A la vista de todos
Las leyes de Hammurabi no admiten excusas ni explicaciones en caso de errores o faltas. El Código era puesto a la vista de todos, para que nadie pudiera alegar ignorancia de la ley como pretexto. Cabe recordar, sin embargo, que, a excepción de los escribas, pocos sabían leer y escribir en aquella época.
El código y la legislación bíblica
La legislación bíblica modera la pena de muerte por hurto de propiedad, tal como la establecía el Código de Hammurabi, y ordena que se castigue al ladrón resarciendo a la víctima. Hammurabi dictaba la pena de muerte por ayudar a un esclavo a escapar o por refugiar a un esclavo fugitivo, mientras que el libro del Deuteronomio afirma “No entregarás a su señor al siervo que huye de él y acude a ti”. En Babilonia, si una casa mal construida causaba la muerte de un hijo del dueño de la casa, un hijo del constructor debía ser ejecutado. En cambio, la legislación bíblica establece que “los padres no morirán por los hijos ni los hijos por los padres”. Hammurabi distinguía la aplicación de la ley según el origen social, el Deuteronomio establece "No cometerás injusticia en los juicios, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande".
Representación del Hammurabi de Babilonia impartiendo justicia en su palacio, mediante la aplicación de su propio código de leyes.
El código incluye numerosas cláusulas detalladas sobre las distintas clases sociales y profesiones, convirtiéndose en una inapreciable fuente de información para el conocimiento de aquella sociedad. Aunque no es el código de leyes más antiguo de la historia, sí es con mucho el más preciso y completo de la antigua Mesopotamia.
Decadencia
Las conquistas de Hammurabi constituyeron el último gran acontecimiento político de su época. Sus sucesores perdieron gradualmente muchos de los territorios que él obtuvo, aunque de hecho ningún poder surgió con la suficiente fuerza para desafiar la decadente fuerza de Babilonia. El duradero resultado de las campañas de Hammurabi se hizo manifiesto más tarde, cuando la hegemonía de Babilonia fue reafirmada por los sucesivos reyes casitas, quienes la eligieron como su capital, fomentando allí las tradiciones aprendidas de la antigua Sumeria. La decadencia política de Babilonia se produjo de manera concluyente en el año 1595 a.C., cuando el rey hitita Mursil, descendiendo a lo largo del Éufrates, saqueó el santuario sumerio.
La ciudad empezó a ser gobernada posteriormente por los casitas, pueblos que bajaron de los montes Zagros. Los casitas enfrentaron ataques de reinos vecinos en auge como Elam, Mitani y Asiria. Finalmente fueron derrotados por los elamitas, quienes invadieron Babilonia. Senaquerib, rey de Asiria, destruyó la ciudad en el año 689 a. C. pero su sucesor la reconstruyó. Nabopolasar, rey babilonio, a finales del siglo VII a. C. derrotó a los asirios y junto a su hijo Nabucodonosor II devolvieron a Babilonia su esplendor original y empezaron una política expansionista que hizo de Babilonia un gran imperio.
Posteriormente, Babilonia fue incorporada al Imperio persa en el siglo VI a. C. y más tarde cayó en poder de Alejandro Magno. Finalmente perdió su posición preeminente ante la ciudad griega de Seleucia. Una de las siete maravillas del Mundo Antiguo se encontraba en Babilonia: los jardines colgantes, aunque no queda ya ningún vestigio material.
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